Por María José Lavandera
Obras monumentales que combinan artistas de distintas
áreas, procedencias y posibilidades artísticas y técnicas. Sasha Waltz, la hija
pródiga de la escena del arte contemporáneo alemán, organiza mundos a través de
una visión contemporánea, actual, expresiva, sumamente arrolladora. Dueña del
mote de “heredera” del expresionismo de la inigualable Pina Bausch y del género
de la danza-teatro, esta artista se ríe un poco de las clasificaciones en dos
posibles planos: se ríe literalmente cuando se le pregunta por esa “herencia” y
su importancia y se ríe, quizás más metafóricamente, a través de su obra.
Si bien su formación de base es en
danza contemporánea –estudió de pequeña junto a Waltraud Kornhass, discípula de
Mary Wigman, y continuó sus estudios superiores en la School for New Dance
Development de la Universidad de las Artes de Ámsterdam–, ha diseñado, a lo
largo de su extensa carrera como creadora, un trampolín para desarrollar una serie de posibilidades artísticas de
comunicación. La danza, en sus manos, se revela eminentemente como
un modo de decir que no se agota en el movimiento mismo, sino que se enriquece
por su puesta en relación no sólo con otras artes, sino tambiéntambiénen la
piel de los artistas que trabajan con ella, sean bailarines profesionales o no.
Precisamente de eso se trata su compañía: Sasha Waltz &
Guests. El “guests”,
de hecho, es casi el quid de la cuestión. Desde su creación –en
1993 junto al régisseur alemán Jochen Sandig, también su
marido–, han pasado por allí cerca de trescientos artistas y ensambles, entre
los que se cuentan desde arquitectos y artistas visuales hasta diseñadores de
todo tipo, músicos, cineastas, coreógrafos y, claro está, bailarines. Su objetivo
ha sido poder desarrollar una
perspectiva, una idea a través de una exploración formal –siempre
innovadora–, cuyos disparadores remontan a su sentido de responsabilidad
política respecto de ciertas temáticas –del Holocausto a la actual crisis de
refugiados– y a la necesidad dedialogaryrenovar las lógicas de otros productos
artísticos y culturales.
Tal es el caso de Dido
y Eneas, la obra que, en versión de Sasha Waltz, se estrenará en el
Teatro Colón este junio. Esta ópera barroca compuesta por el inglés Henry
Purcell en 1689 sobre libreto del dramaturgo irlandés NahumTate –que retomó La Eneidade Virgilio– relata
el maltrecho amor entre Dido, reina de Cártago, y Eneas, el legendario príncipe
troyano, quien, ante el llamado de los dioses y la marca en su destino, la
abandona para dirigirse a Italia y fundar Roma. Ello desencadena el trágico
final de Dido. Estrenada originariamente en una residencia escolar para
señoritas en Londres –la Josias Priest–, esta obra, aunque breve, es uno de los
fundamentos del arte operístico inglés.
Hito creativo
Para la coreógrafa alemana, la
puesta de esta obra representó un hito también en la trayectoria de su trabajo,
ya que fue su primera aproximación a lo que definió como óperas coreografiadas. Fue
estrenada en 2005, producida por la Akademie für Alte Musik Berlin –la Academia
de Música Antigua de Berlín–, la Staatsoper Unter den Linden, el Grand Théâtre
de la Ville de Luxembourg y la Opéra de Montpellier. La llevó a cabo junto a la
Orquesta de laAkademie y el Coro Vocalconsort Berlín, quienes
también serán parte de la producción en Buenos Aires, además de los miembros de
su compañía.
Para ella, además, es motivo de particular
orgullo que el elenco original se haya mantenido casi inalterado hasta hoy.
Vale comentar, asimismo, que una de las solistas de la compañía es la argentina
María Marta Colusi: “Esta obra es bastante especial, porque la hemos estado
poniendo todos los años desde su estreno en la Staatsoper, así que la pieza está realmente viva y casi con
el elenco inicial. Es bastante maravilloso que se hayan quedado juntos. Es un
grupo que funciona muy aceitadamente. Tengo un repertorio bastante grande y en
general dejo las piezas tal como son. Cuando quiero hacer mejor las cosas,
directamente hago una nueva pieza. Creo mucho en mantenerme lo más honesta
posible a la original cada vez que vuelvo a montar una obra. Para mí, es como
un texto: cuando está escrito, está escrito, no lo cambio. Por eso, mantener su
elenco original es muy especial y un gran privilegio para mí”, asegura Sasha
Waltz.
¿Cómo surgió este interés en intervenir el género
operístico?
Yo siempre estuve interesada en la
música. Desde mis comienzos estuve interesada en la escena de la música contemporánea,
libre y de improvisación. Hice algo de composición para mis primeras obras y me
interioricé en la música electrónica. Con el tiempo, mi interés en la música
fue abriéndose y cambiando. Desde inside
out[N. de la R.: instalación coreográfica realizada en 2003, con
música de Rebecca Saunders, interpretada por el ensamble Musikfabrik] me
declaré muy interesada en explorar el vocabulario musical. A la ópera en
particular llegué a través del ofrecimiento de la Staatsoper Berlín. Fue el
impulso para probar. No fue que desde un comienzo yo haya pensadoen hacer
ópera. La Staatsoper inicialmente me pidió que hiciera otra obra –El
niño y los sortilegios– pero no tenía tiempo para hacerla. Entonces
me invitaron a que pensara en algo que quisiera hacer. Así fue como elegí Dido y Eneas. Me encanta
Purcell y su Lamento
de Dido, la gran aria. Me interesó también el poderoso rol femenino
de la obra. Tampoco es una ópera muy larga, algo que para mí era importante, ya
que no quería elegir una que durara tres horas. Y fui invitada por la Orquesta
de Cámara de la Academia de Música Antigua para trabajar con ellos, así que eso
me llevó a interiorizarme en ese tipo de música, que también es muy buena para
trabajar en danza. Muy rápidamente tuve imágenes fuertes con las que pude
relacionarme y comenzar a trabajar.
La construcción de la narración y el trabajo de dinámica de
grupos, reuniendo diversas artes –canto, danza, música, interpretación
teatral–, se siente muy orgánica. ¿Cómo fue el
proceso de trabajo para armar una organización tan monumental de estos
distintos elementos?
Para empezar, la danza en mi versión
no es una ilustración o un entretenimiento, sino que también hace al contenido
fundamental de lo que queremos contar. De esemodo, bailarines, cantantes y
músicos son un grupo. Forman un cuerpo. Ésa es la idea: que todos se reúnan en
un cuerpo como si fueran uno. El coro y la música están integrados. No existe
una separación ni jerarquización de las distintas formas de arte, sino que el
resultado realmente debe dar una síntesis. En este sentido, pusimos mucho
trabajo en el movimiento del cuerpo en escena. Realizamos con el coroun largo
taller para trabajar en el movimiento y que adquirieran una perspectiva del
trabajo con el cuerpo en el escenario. No tenían experiencia física para
realizar mi propuesta. Eso nos llevó bastante tiempo. También dupliqué los
personajes. Cada cantante tiene un doble en la danza. Tengo dos Didos, dos
Eneas. Fue así como creé distintas relaciones entre la música y la danza.
Luego de tu paso por Buenos Aires en 2001 para el III
Festival Internacional de Buenos Aires, ¿qué expectativas tenés ahora en este
regreso para montar tu obra en el Teatro Colón?
Es uno de los teatros más famosos
del mundo. Nos sentimos muy honrados y estamos muy felices, ya que nos han
comentado que tiene la mejor acústica del mundo. La expectativa es grande.
También sé que la pieza es un poco extraña, no es la típica opera clásica. La
obra es un extraño híbrido entre música, teatro, canto, puesta en escena y no
sé cómo lo tomará el público si está muy acostumbrado al repertorio clásico. Mi
visita de 2001 fue una experiencia magnífica. Recuerdo que el público era muy
abierto y nos trataron con mucho cariño y respeto. Lo pasamos
extraordinariamente. Espero que ahora a Dido
y Eneas le vaya igual
de bien. Es otro lenguaje. Ojalá pueda sumar algo a la vida cultural de la
ciudad.
Cambios sociales
Tu trabajo siempre tuvo un fuerte anclaje sociopolítico. En
febrero organizaste “Listenig / Zuhören”, una serie de “encuentros de tercera
dimensión” sobre arte, cultura y comunicación en los que, retomando la crisis
de refugiados, invitaste artistas a comentar la posibilidad y las estrategias
del arte para ejercer influencia sobre el poder político. ¿Cuál creés que es
esta potencia del arte para generar cambios sociales?
Ya como artistas, en nuestra vida
cotidiana tenemos el deber de ser abiertos y abrazar y utilizar como algo
constructivo aquello que nos resulta extraño o que tememos. Básicamente, lo que
estamos haciendo todo el tiempo es tomando un problema y sacando de él algo que
de alguna forma resulte hermoso y nos permita repensar una realidad. Creo que
el arte también tiene un poder de limpieza, de catarsis, ya que permite
trascender y conectarse con espacios espectrales, sueños y posibilidades.
Además podemos llorar. Eso es importante. Y en un sentido práctico, los
artistas tienen el desafío de proponer comunicación, de unir a la gente, de
mostrar cuán cercanos somos todos finalmente y cuánto nos beneficiamos de las
interacciones que iniciemos entre nosotros, más allá de cualquier prejuicio. Si
tomamos la música española, por ejemplo, vemos la influencia de India o de la
cultura islámica. Y finalmente, allí yace su riqueza. Tenemos muchos ejemplos
históricos de cómo en el diálogo se crea una influencia positiva que potencia
nuestros modos de ver las cosas. Creo que el arte nos enseña a no tener miedo
de estas interacciones y nos insta a maravillarnos de la posibilidad de crear
algo juntos; algo inesperado, nuevo, hermoso, imposible de describir desde un
solo ángulo.
http://www.teatrocolon.org.ar/content/%C3%B3pera-en-danza
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