AUDITORIO NACIONAL DE MADRID, SALA SINFÓNICA. MARTES 26 DE
NOVIEMBRE DE 2019. XXIV Ciclo de Grandes Intérpretes. Martha Argerich, piano. Mate Bekavac, clarinete. Kremerata Baltica. Obras de Bach, Bach-Busoni (arr. Kremer), Weinberg y Liszt (arr. Colliard).
PROGRAMA COMPLETO
J. S. BACH / F. BUSONI
Chacona en Re menor
(Instrumentación para orquesta de cuerdas de Gidon Kremer)
M. WEINBERG
Sinfonía de Cámara nº 4, Op.153
Mate Bekavac (clarinete)
J. S. BACH
Partita nº 2 en Do menor, BWV 826
Martha Argerich (piano)
F. LISZT
Concierto para Piano nº 1 en Mi bemol mayor, S.124
(Versión para piano y cuerdas de Gilles Colliard)
Martha Argerich (piano)
Martha Argerich y la agrupación Kremerata Báltica visitaron el Auditorio Nacional de Música como cierre a la 24ª temporada del Ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación
Scherzo. La de Madrid fue la última actuación de una gira por España que los
condujo también a Bilbao (21 de noviembre), San Sebastián (23 de noviembre) y
Oviedo (24 de noviembre).
De esta forma, Grandes Intérpretes concluye una edición que ha
reunido a buena parte de los grandes nombres del piano actual con jóvenes
talentos, además de poner en marcha numerosas iniciativas para acercar el
género clásico a las nuevas generaciones. En la actuación de despedida, la orquesta
ideada por Gidon Kremer e integrada por intérpretes de los países bálticos y la
sobresaliente pianista argentina abordaron el Concierto para piano nº1, de
Franz Liszt. Aparte de otras composiciones, entre las que destaca la Sinfonía
de Cámara op. 153 de Mieczyslaw Weinberg, compositor de origen judío, que pagó,
con una extrema penuria vital, el desacierto de haber nacido, como tantos
otros, en el momento menos adecuado, en un lugar equivocado.
El origen de la Kremerata Báltica se remonta a más de dos décadas
atrás, cuando Gidon Kremer creó las condiciones ideales para una revolución
musical. El violinista de renombre internacional dio a conocer su nueva
iniciativa en el Festival Lockenhaus de Austria en el verano de 1997. Integrada
en su viaje a Madrid por veintidós jóvenes músicos de Letonia, Lituania y
Estonia, fue recibida con una salva de aplausos. Además de explorar obras del
repertorio general, la agrupación también ha presentado estrenos mundiales de
composiciones de, entre otros, Lera Auerbach, Leonid Desyatnikov, Giya
Kancheli, Arvo Pärt, Georgs Pēlecis, Alexander Raskatov, Valentin Silvestrov,
Victor Kissine, Sofia Gubaidina y Pēteris Vasks.
La amplitud del repertorio de Kremerata Báltica se refleja en una
galardonada discografía, que abarca desde los conciertos para violín completos
de Mozart con Gidon Kremer, Octet de Enescu y Tango Ballet de Astor Piazzolla;
hasta las primeras grabaciones de música de Kancheli, Kissine y Pärt. Alter
Mozart con Nonesuch Records ganó los premios Grammy y ECHO Klassik en 2002,
mientras que los álbumes de obras de George Enescu y Mieczysław Weinberg
obtuvieron sendas nominaciones a los premios Grammy. En sus propuestas, nunca
olvidan el lado solidario de la música como transmisión de valores y desiderata
de convivencia entre los pueblos.
Con presentaciones en más de 50 países, más de un millar de
conciertos en 600 ciudades, la formación hace apariciones regulares en
numerosos conciertos y festivales, incluyendo Schloss Neuhardenberg de Berlín y
Schloss Elmau de Baviera. El grupo presentó To Russia with love, un concierto
celebrado en la Philharmonie de Berlín en 2013 para promover los derechos
humanos en Rusia; y entre sus últimos proyectos creativos se encuentra Pictures
from the East, en colaboración con el artista sirio Nizar Ali Badr, que versa
sobre la situación desesperada de los refugiados de los conflictos de Oriente
Medio.
Desde 2003, Kremerata Báltica ha celebrado su propio Festival en
Letonia. Durante su vigésimo aniversario y el 70 cumpleaños de Gidon Kremer en
la temporada 2016-17 celebraron la efeméride con giras por Oriente Medio,
Estados Unidos, Europa y Asia.
Por su parte, la intérprete argentina Martha Argerich está
considerada como una de las grandes intérpretes del repertorio para piano del
siglo XIX y XX. Todo un carácter, aparte de enorme artista, son conocidas sus
actuaciones con un compatriota del que va de la mano de la excelencia muy a
menudo, Daniel Barenboim.
Reconocida como un talento fuera de lo común desde niña, recibió su
primera clase de piano a los cinco años del profesor Vincenzo Scaramuzza,
Argerich forma parte del mapa de mi vida. Cuando en el Conservatorio desgranaba
las horas escuchando y tocando el piano, la artista porteña parecía encenderse
para todos los alumnos desasosegados por su instrumento, como un faro
intermitente en la oscuridad.
Eran conocidas las anécdotas inventadas o contrastadas sobre sus
cancelaciones, supuestos problemas de salud, la relación con su familia (¡Ay,
siempre el Edipo!) y hubo que esperar a que muchos años después unas de sus
tres hijas, la retratara a su manera y en pantuflas, de entrecasa, charlando
con su manager Jack o desayunando plácidamente un plato donde no faltaba la
fruta. “Bloody daughter” se llama el film y es un must para quien quiera
descubrirla desde su interior de su vida cotidiana y sus fantasmas, lejos de
las existencias habituales de los otros, ciudadanos comunes.
En 1955 se trasladó a Europa para estudiar en Londres, Viena y
Suiza con Seidlhofer, Gulda, Magaloff, Lipatti y Askenase.Sin embargo, la
música de cámara ocupa una parte importante de su vida. A menudo toca y graba
junto a Nelson Freire y Alexander Rabinovitch, Mischa Maisky y Gidon Kremer. "Esta
armonía entre un grupo de personas me produce una sensación fuerte y sosegada", ha dicho la
intérprete sobre este formato.
Desde 1998 ejerce como directora artística del Festival de Beppu de
Japón. Un año más tarde comenzaba el Concurso internacional de piano y Festival
Martha Argerich en Buenos Aires. En 2002 nacía el Progetto Martha Argerich en
Lugano. Asimismo, la intérprete atesora numerosas distinciones como el Oficial
de las Artes y de las Letras (1996) y el Comandante de las Artes y las Letras
(2004) que otorga el Gobierno francés y muchos otros premios y reconocimientos.
Aunque siempre viajando y residente en Bélgica, los argentinos la
consideran un patrimonio nacional, como su himno o la bandera celeste y blanca.
Como a Daniel Barenboim, claro. Voilà!
Podría decirse que los compositores escogidos para este concierto
no están pensados para principiantes ni para sorprendidos descubridores
primerizos de la música de cámara o solistas superdotados.
La primera parte de la velada propuso la Chacona en re menor de
Bach, en versión del director Gidon Kremer para orquesta de cuerdas, con
grabación aparte incluida en la audición, que a algunos presentes les hizo
inclinarse más por la original, más tradicional y reconocible.
De todas formas, se trata de un grupo compacto, que suena bien, con
una distintiva dedicación a la diferencia entre los intérpretes que abordan. Es
decir, no se trata de una orquesta que suena o toca todo igual, aunque con
pulcritud. En la Kremerata hay eficacia sonora y algo más.
Weinberg puede considerarse como uno de los grandes compositores rusos
de la época soviética (aunque polaco de origen). Su estilo proviene de
Shostakovich, pero también de Mahler, Prokofiev, Bartok y Miaskovsky, con una
mayor complejidad armónica, pero sin abandonar la tonalidad. Puede considerarse
como un modernista conservador. A partir de la segunda mitad de los años 1990
ha crecido el interés por sus obras en los países de Occidente, realizándose grabaciones y presentando sus
obras en el Festival de Bregenz, que le dedicó diversas sesiones las cuales han
sido grabadas discográficamente. Este año se festeja el centenario de su
nacimiento.
Su historia personal transcurre entre otras calamidades como su
enfermedad digestiva crónica, la pérdida de toda su familia en el ghetto polaco
de Trawniki, sus cambios obligados de
identidad con el trasiego de territorios y fronteras, aunque siempre se sintió
profundamente judío. Su padre estuvo muy ligado a la tradición del idioma
yiddish, el teatro, y son conocidas las donaciones del compositor al Instituto
Yad Vashem de Jerusalem, que custodia la memoria de la Shoah, el Holocausto
durante la II Guerra Mundial.
La elección de este autor por parte de Kremer, también judío, no es
una casualidad, como tampoco la de la propia Martha Argerich a quien algunos
también atribuyen orígenes similares.
Weinberg compuso La “Sinfonía de cámara Nº 4” Op.153 en Moscú en
muy poco espacio de tiempo, en 1992, para orquesta de cuerda, clarinete y un
triángulo y fue dedicada al compositor Boris Tchaikovsky. Es su penúltima obra.
Concebida como un solo movimiento, tiene sin embargo cuatro partes que se
interpretan sin interrupción. El compositor decía que era como un resumen de su
vida.
“Me dije a mi mismo que Dios se encuentra en todas partes. Desde mi
Primera Sinfonía una especie de coral ha estado andando a mi alrededor...”.
La primera parte, debuta con un lento con motivos corales antes de
la intervención del clarinete. Su entrada sigue a una sección recitativa de
carácter solista. La repetición de la coral inicial cierra esta parte. Como Martha
Argerich fue el gran relumbrón de la velada, se relega a un segundo plano la
actuación de Mate Bekavac, que dio
una lección de sensibilidad y saber interpretar una obra que explora todos los sentimientos
del ser humano atribulado: la desesperación, la lobreguez y la inseguridad
social, la pena, pero a la vez, ese reclamo pastoril que abre una luz musical a
la esperanza.
La segunda parte, allegro molto, moderato, propone una línea vigorosa
y rápida, constituyendo el scherzo de la obra. Llega un cierto apaciguamiento con
la intervención del clarinete y un monólogo con, primero con el violín y luego
por el violoncelo, que cierra la segunda sección.
La tercera parte, adagio, meno mosso, evoca un tema folclórico
interpretado por el clarinete. Continúa la cuerda con un crescendo de
expresividad hasta llegar al clímax. Vuelve a intervenir el clarinete, la
cuerda realiza una recapitulación para dejar al clarinete dibujar la coda que
termina con un trémolo.
Por fin, el final en andantino, adagissimo, con un golpe del
triángulo, su primera y casi última intervención. El clarinete presenta otro tema de carácter folclórico en forma de un largo
recitativo. Después de una cadenza del clarinete, la cuerda discurre con
serenidad lleva hacia el triángulo que redondea una de las últimas notas.
De y sobre Martha Argerich se ha escrito todo y aún sorprende y
fascina cuando entra en el escenario a pasitos de geisha para transformarse en
otro ser cuando acerca las manos al piano. En alerta permanente, nunca baja la
guardia. Mientras toca controla el entorno sin problemas y con holgura.
Bach es un compositor que funciona como una especie de
superestructura perfecta, un código a descifrar por solo unos
pocos iniciados, a su manera del tipo del de Mozart. Una catedral y un culto al
mismo tiempo. Sus Suites francesas, inglesas y sus Partitas, son el caballito
de batalla de los estudiantes que intentan en un esfuerzo ímprobo, al menos que
se escuchen todas las notas de la partitura. Pero ahí no acaba el encargo…
Con la Partita no. 2 Argerich se instaló en el Auditorio y mandó
parar las respiraciones, el aliento. Parecía otra sala. No había ruidos
extraños porque la concentración estaba focalizada hacia la pianista. Sonó muy
bien, convenció y enlazó después de la
primera ovación con el Concierto para piano no. 1 de Liszt donde se creció en
las octavas, los arpegios, los tríos y desplegó un desarrollo potente y una
exhibición de potencia en las dos manos. Todo mientras daba instrucciones,
perceptibles pero discretas, a la violista, al violinista, y hacia atrás a
Gidon Kremer, rendido a su completo influjo porque era evidente que era allí la
solista y todo lo demás.
Hubo saludos hacia los cuatro puntos cardinales del Auditorio, “encores” de regalo y más vítores para los músicos de la Kremerata . Y antes para el
clarinetista Mate Bekavac. Pero Argerich
parecía, como siempre, estar en otra dimensión. Ella ha sido y sigue siendo
así. Insondable, tumultuosa y genial…
Alicia Perris
Fotos: Scherzo, Mate Bekavac, José-Antonio Solé y Julio Serrano.
Webmaster: Julio Serrano
Fotos: Scherzo, Mate Bekavac, José-Antonio Solé y Julio Serrano.
Webmaster: Julio Serrano