Música de Giuseppe Verdi
(1813-1901) Ópera en tres actos. Se presentará en versión de concierto semiescenificada.
Libreto de Francesco Maria Piave,
basado en la novela y obra de teatro La
Dame aux camélias (1848 y 1852), de Alejandro
Dumas hijo. Sábado 25 de julio de 2020
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Equipo artístico
Director musical: Nicola Luisotti
Responsable del concepto escénico: Leo Castaldi
Iluminador: Carlos Torrijos
Director del coro: Andrés Máspero
Reparto
Violetta Valéry: Lisette Oropesa
Flora Bervoix: Sandra Ferrández
Annina: Marifé Nogales
Alfredo Germont: Ivan Magrì
Giorgio Germont: Nicola Alaimo
Gastone, vizconde de Létonières: Albert Casals
El barón Douphol: Isaac Galán
El marqués de Obigny: Tomeu Bibiloni
El doctor Grenvil: Stefano Palatchi
Giuseppe, criado de Violetta: Emmanuel Faraldo
Un mensajero: Elier Muñoz
Un criado de Flora | Carlos García
La Traviata, de Giuseppe Verdi, estaba prevista en la presente
temporada ─con la célebre producción del Festival de Salzburgo dirigida por Willy Decker─ en dos períodos: del 9 a
24 de mayo (10 funciones) y del 7 al 19 de julio (9 funciones).
Debido al estado de alarma decretado por el Gobierno de España, las
representaciones de mayo no han podido realizarse. Se recolocaron los
espectadores de las funciones de julio afectados por la restricción del acceso y
los que no pudieron disfrutar en su momento por el confinamiento, por lo que el
aforo en principio se plantea con 869 localidades, en cumplimiento de la
normativa de seguridad sanitaria. Se ofrecen así, 27 funciones de la ópera, entre los días 1 y
29 de julio, con aforo limitado y un complejo y minucioso protocolo de
seguridad sanitaria. Cuatro distintos repartos (con cinco Violetas)
interpretarán los tres papeles protagonistas, secundados por los demás solistas
y acompañados por el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.
Nicola Luisotti, gran experto
verdiano y director musical invitado del Teatro Real, dirige 21 funciones,
también la que nos ocupa en esta reseña. El maestro Luisotti ha cambiado
muchísimo el compromiso musical y emocional con el coliseo madrileño,
comenzando con una trayectoria más discreta, canónica, hasta el instante
actual, muy largo, en el que le ha tocado revivir esta producción verdiana, con
no pocas ataduras de tipo sanitario- social, a pesar de lo cual ha conseguido
una Traviata digna, emocionante y pasional, logrando lo mejor de todos aquellos
que participaron en este arriesgado proyecto, gestores, artesanos, asistentes
de sala, técnicos, prensa y por supuesto, artistas. Sus palabras de aliento y
fuerza, quedarán para el recuerdo.
Desde mi magnífico palco, donde se me colocó en esta ocasión,
distinción que agradezco sobremanera, también en nombre del medio al que
represento como relatora, se podía disfrutar con holgura y fruición de su
relación con la orquesta, el coro y los solistas, en esa franja íntima y
personal que teje el director musical con todos sus allegados en esta empresa
oceánica, el desarrollo de una ópera.
Leo Castaldi -asistente de Willy Decker en la producción de La traviata que
estaba inicialmente prevista- es el responsable del concepto escénico de la
ópera, en versión de concierto semiescenificada, con elementos de utilería,
sastrería y caracterización del Teatro Real. A pesar de los prejuicios
apriorísticos y del distanciamiento obligado de los cantantes y el coro y una
orquesta que toca con mascarilla, salvo los músicos de los instrumentos de
viento, hay magia y esa ilusión que nos transporta lejos de una realidad
cotidiana que, hoy por hoy, en España y el mundo, amenaza por la enfermedad,
con la incertidumbre y la duda. En torno a La traviata se organizaron actividades
paralelas en colaboración con la Fundación SGAE, Museo del Romanticismo y Museo
Lázaro Galdiano.
Para que los músicos tuvieran jornadas de descanso entre las 27
funciones, la Orquesta Titular del Teatro Real se desdobla en dos tocando cada
formación por períodos de 3 días consecutivos.
El Coro Titular del Teatro
Real, dirigido con maestría habitual por Andrés Máspero, con 51 cantantes,
interpreta la ópera sobre tarimas, lo que permite la optimización del sonido,
pese a la distancia de seguridad de 2 m. entre sus miembros. La Orquesta Titular del Teatro Real con el
maestro Luisotti al mando, estuvo
también correcta, con momentos más logrados que otros, sobre todo a partir del
acto primero, luego del preludio, cuando consiguió empastar y una mejor
coherencia sonora.
Tras su extraordinario éxito como Lucia en Lucia di Lammermoor de
Donizetti, en la temporada 2017-2018, la soprano estadounidense de origen
cubano Lisette Oropesa (bellísimo el
“Dite alla giovine”) consigue
detener el aliento del público, con su emotividad, sus cualidades de lírico
ligera, en los famosos pasajes, que la hacen la protagonista y auténtica prima
donna de esta obra. Destaca por supuesto, en el Brindis, con el Alfredo de Iván Magrí, cálido, enamorado, con un
instrumento de tenor amplio y una escenificación de joven alocado y entregado, que
transmite toda la italianità de la creación verdiana.
Nacido en Sicilia, tierra
caliente de voces y artistas, la Magna Grecia, que también vio nacer al Germont
que los acompaña, Nicola Alaimo, de
adecuada prestación, contención y grandeza, como exige su rol autoritario y
paternal ( “Di Provenza…” o “Piangi o misera”).
El barítono sin embargo, aquí tiene un rol poco agraciado.
Representa los intereses de la familia, institución enfermiza en ocasiones y también
los de la horda primigenia ahora organizada en una sociedad bienpensante como
la de mitad del siglo XIX, durante el cual, el protagonismo de la mujer había
perdido todos los atributos entrevistos durante el lapso entre la revolución
Francesa de 1789, el Directorio y la época del imperio Napoléonico. La mujer
vuelve pues a ser objeto de compra y venta y se las divide, como al ganado, en
buenas y malas para el hogar y la
procreación o decentes y dudosas, aptas o no para resolver los papeles que un
grupo en ascenso, la burguesía, organiza en torno al dinero, la herencia y la
propiedad privada y una doble moral muy conocida y desde luego, alentada por
unos y por otros.
Violetta queda así, en tierra de nadie, no en “el desierto de
París”, sino, más grave aún, sin el respaldo que la tribu otorga a sus miembros
diligentes y sumisos. Oropesa encarna de maravilla, esos sentimientos de
indefensión y de humillación grupal, pero consigue de verdad la redención, no con
la aceptación de abandonar a Alfredo, por las razones morales y familiares que
esgrime su padre, sino porque, sobre cualquier otro tipo de violencia y
condicionamiento social, seguirá siendo “Sempre libera”.
El trío protagonista convence, encandila por momentos y nos
transporta a un mundo más onírico que el de la distancia prudencial contra los
contagios: recuperamos el instinto de soñar y la fantasía de la música, de las
voces y como Traviata, volvemos no a una “normalidad dudosa y nueva” sino a la
fuente de cualquier ser humano, aunque sea en el deseo, la Libertad.
Entregados también el equipo de acompañantes españoles de los
protagonistas, Albert Casals como
Gastón, Isaac Galán como el barón
Duphol, Tomeu Bibiloni en el marqués
de Obigny, Stefano Palatchi en el
doctor Grenvil, el criado Giuseppe que compone el ítalo-argentino Emmanuel Faraldo, el mensajero de Elier Muñoz y el criado de Flora, Carlos García. Sin su apoyo y su
dedicación, esta ópera hubiera quedado incompleta. Como siempre relumbrando en
la discreción, con extrema elegancia vocal y espacial, Sandra Fernández como Flora y Marifé
Nogales como Annina.
El Teatro Real, Ignacio
García-Belenguer (Director Gerente), Joan
Matabosch (Responsable artístico) y su inmenso y generoso territorio humano,
nos han regalado muy especialmente esta vez, algo que no tiene precio: la
ilusión, la esperanza, la idea de que intentando lo difícil, se puede llegar a
conseguir lo imposible (¡Me ha salido un poco Mayo del 68!). Mille grazie a
tutti! Nos reencontramos en Septiembre.
Alicia Perris
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