Decoró la Casa Blanca para nueve
presidentes, estadounidenses, pero, a su 94 años, el mejor trabajo de
Iris Apfel sigue siendo su propia vida.
La imagen que estoy mirando, y que
lleva como hermoso pie de foto la información que da título a este texto,
no retrata a Iris Apfel, sino a su madre, en la que fue su primera
singladura hacía Europa en 1952 o 53 (ella misma lo duda), a bordo de un
transatlántico. Cubriría esa distancia muchas veces más, preferentemente a
bordo de buques italianos o franceses, “para comenzar antes la aventura del
viaje”, como ella misma explica, y en compañía de su inseparable socio,
compañero, amante y esposo Carl. Después, la incansable viajera que
también fue se acabó acostumbrando a los aviones aunque no sin cierto
disgusto, ya que pensaba, con razón, que la travesía es con frecuencia más
importante que la llegada.
Todo en esta singular dama neoyorquina parece milagrosamente dotado de
personalidad, estilo e inteligencia, incluida, claro está, su madre, que
luce bajo estampados de muy sutil transparencia a la puerta de su camarote
como digna antecesora de su fabulosa hija. Con el tiempo (Iris ha cumplido
ya los 94), esta inagotable decoradora, creadora y verdadero icono del
estilo (que es más que la moda) no ha dejado de sorprender ni de
mejorar el mundo que ha tenido la enorme fortuna de contar y disfrutar de
su presencia. Nueve presidentes de Estados Unidos han disfrutado de su
sabiduría, de Truman a Clinton, a la hora de encontrarse en esa extraña
Casa Blanca como en su propia casa, en un esfuerzo que ella misma define
como una tarea mezcla de restauración y decoración. Y ese es sólo uno de
sus muchos méritos. Al respecto comenta que, habiendo conocido a cada uno
de esos nueve presidentes y sus respectivas primeras damas, fue con
Pat Nixon con quien más cerca colaboró, pues a los y las demás apenas les
interesaba el hogar como territorio, incluida Jackie Kennedy.
Revisando el libro editado por Eric
Boman en 2007, titulado Extraño pájaro de la moda, que
heredaba de alguna forma el nombre de la exposición que el Museo de
Arte Metropolitano de Nueva York le dedicó en 2005, Rara avis,
más allá de las increíbles imágenes de la vida y obra de Iris, lo
que más me sorprende, y después fascina, es el relato autobiográfico
que ella escribe, lleno de reflexiones e iluminaciones que van más allá de
la decoración o la moda, hasta convertirse en un reflejo perfecto
de su exquisita inteligencia, dotada, como no podría ser de otra
forma, de un abrasador sentido del humor. “Casi todas las mujeres que
ocupan las listas de las mejor vestidas suelen ir muy mal vestidas”. “El
estilo es casi imposible de definir, pero lo voy a intentar. Como el
carisma, sólo lo reconoces cuando lo ves. No muchos lo poseen, y a
diferencia de la moda, no se puede comprar”. “Nunca te tomes a ti mismo,
o a lo que llevas puesto, demasiado en serio”. “Piensa fuera de la
caja, y guárdalo en tu bolso”. “Los animales siempre me han aconsejado
bien en asuntos de moda: si es bueno para un caballo, es bueno
para mí”. “La joyería y complementos para elefantes
sientan sorprendentemente bien”…
“El estilo es casi imposible de definir, pero lo
voy a intentar. Como el carisma, sólo lo reconoces cuando lo ves. No muchos lo
poseen, y a diferencia de la moda, no se puede comprar”
Así va desgranando Iris su
conocimiento, basado en la aventura y la intuición, alrededor del
elusivo asunto del estilo y la personalidad, en un universo tan
carente de ambos pilares como suele serlo el de la moda o, para el caso,
el de la decoración de interiores. En una ocasión, relata ella misma,
encontró unos preciosos vestidos estampados en una tienda barata de
segunda mano, no creyendo su suerte, decidió llevárselos todos a un precio
risible y por tanto irresistible. Cuando la vendedora le preguntó si no
iba a probárselos, respondió que no hacía ninguna falta. La vendedora
insistió: “¿Y si después no le entallan?”. “Qué demonios respondió
ella–, si no me entallan, me haré almohadas.”
Y es que, si algo ha sabido siempre
Iris Apfel y nos ha sabido contar con su presencia y su trabajo, es que
nada le sienta mejor a una mujer que su propio ingenio.
Escribo estas líneas mirando al mar,
escuchando un disco de Captain Beefheart, soñando con una mujer en un
barco que es capaz de descubrir en cada cosa algo propio, algo útil, algo
hermoso.
http://www.magazinefa.com/24-7/senoras-estupendas/iris-apfel-vestida-para-una-gala-de-alta-mar/