sábado, 26 de diciembre de 2020

DON GIOVANNI DE MOZART EN EL TEATRO REAL DE MADRID

 Dramma giocoso en dos actos. Música de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)


Libreto de Lorenzo Da Ponte, basado en El burlador de Sevilla (1616) de Tirso de Molina y en el libreto de Giovanni Bertati para la ópera Don Giovanni Tenorio o sia il convitato di pietra (1787). Teatro Real, 23 de diciembre, 2020.

Estrenada en el Teatro Nacional de Praga el 29 de octubre de 1787 Y en el Teatro Real el 20 de abril de 1864. Producción de la Staatsoper de Berlín, procedente del Salzburger Festpiele


Equipo artístico

Director musical | Ivor Bolton, con la Orquesta Titular del Teatro Real

Director de escena | Claus Guth

Escenógrafo y figurinista | Christian Schmidt

Iluminador | Olaf Winter

Dramaturga | Ronny Dietrich

Coreógrafos | Ramses Sigl y Michael Schmieder

Director del Coro Titular del Teatro Real | Andrés Máspero

Responsable de reposición |  Julia Burbach

Reparto

Don Giovanni, Christopher Maltman

El comendador, Tobias Kehrer

Donna Anna, Brenda Rae -

Don Ottavio, Mauro Peter -

Donna Elvira, Anett Fritsch

Leporello, Erwin Schrott

Masetto,Krysztof Baczyk -

Zerlina, Louise Alder


“Don Juan era el símbolo del conquistador de mujeres. A mi entender, un símbolo falso, como otros muchos símbolos. Pero sea falso o verdadero, ha representado una realidad: todo un juego teatral. Aventurero y romántico que suponía la seducción de la mujer:"

Gregorio Marañón, revisión del anterior estudio sobre Don Juan, 1987.

Don Giovanni, una de las óperas más “serias” de Mozart, la que más, y del repertorio general de la lírica, por su profundidad de caracteres, por las situaciones, por el desenlace, brutal pero adecuado a las fechorías del protagonista, encaja muy bien con los tiempos que nos toca vivir y sobrellevar: violentos, sombríos, descorazonadores.

Personajes oscuros, sinuosos, ambiguos y multifacéticos, cada uno desvela muchos mundos a partir de un hilo de Ariadna que siempre tiende a volver al punto de partida: la psicopatía, la falta de respeto a los derechos y a la sensibilidad del otro.

Aparte de Mozart, Chopin (“Variaciones para piano solo en Si bemol mayor a partir del duo Zerlina-Don Juan, “Là ci darem la mano”), Beethoven, Liszt (“Réminiscences de Don Juan”), Schumman, Paganini, y en el siglo XX Nino Rota, bucearon en las profundidades de una figura que se encuadra en el territorio cristiano, con los valores de culpa, pecado, redención o castigo. Sin embargo, no hay Eros en Don Juan ni sensualidad, sino arrebato y mucho Tánatos invasión de la mujer, que una vez seducida pasa a formar parte de un catálogo interminable, donde con las anteriores, relucen como trofeos.

Don Juan es una especie de Barba Azul a gran escala, que si no mata física o moral y socialmente él a las mujeres, lo hace por poderes y les arrebata no solo el elemento de cambio de aquellos siglos en Occidente- su condición de permanecer intactas para el marido, continuidad del reino del padre y el linaje-  y aún todavía en civilizaciones ultraortodoxas, puritanas y patriarcales, sino también la credulidad, la alegría y la esperanza.

Los glosadores de la gran biblioteca disponible en internet, recogen con propiedad algunos datos señeros sobre este mito, mitad hombre-mujer, mitad fantasmagoría literaria o pesadilla. Alguien que haría soñar a las seducidas, pero con ninguna disponibilidad ni compromiso y la promesa del abandono posterior automático.

Y explican:”También llamado burlador o libertino, se trata de un seductor imprudente y osado hasta la temeridad que no respeta ninguna ley divina o humana. La tradición posterior lo relaciona con la figura de Miguel de Mañara, de la Sevilla del siglo XVII, o con la figura madrileña del siglo XVI de Jacobo de Grattis (1517-1619), más conocido como «Caballero de Gracia».” Hasta el legendario Errol Flynn compuso uno en su época de malandrín, identificándose sin dudas con el burlador de Sevilla.

“Con los precedentes de El infamador de Juan de la Cueva (1581) y de El Hércules de Ocaña de Luis Vélez de Guevara, el primer ejemplo del personaje lo creó, según algunos, Tirso de Molina, en su obra El burlador de Sevilla y convidado de piedra de 1630

Escribieron obras inspiradas en este personaje Antonio de Zamora (No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, 1713), Molière (Dom Juan ou le festin de pierre, 1665), Carlo Goldoni (Don Giovanni Tenorio, 1735), Aleksandr Pushkin (El convidado de piedra, 1830); Samuel Richardson, creador del libertino Lovelace en su novela Clarissa Harlowe; Lorenzo da Ponte, libretista de Mozart, (Don Giovanni, 1787); Choderlos de Laclos, famoso por su libertino vizconde de Valmont en su novela epistolar Las amistades peligrosas, 1782), Lord Byron (Don Juan, 1819-1824, incompleto por su muerte), José de Espronceda (el Don Félix de Montemar de su El estudiante de Salamanca, 1840), José Zorrilla, cuyas estrofas acompañan desde un balcón el día de todos los Santos, el 1 de noviembre, (Don Juan Tenorio, 1844), Azorín, Gonzalo Torrente Ballester (Don Juan) y otros muchos (Christian Dietrich Grabbe, Alejandro Dumas, Edmond Rostand...) y, más recientemente, Max Frisch”.

Américo Castro, José Ortega y Gasset, entre otros pensadores españoles, dedicaron páginas a desentrañar este personaje inasible pero seguramente fue Gregorio Marañón, el polifacético liberal, aquel “trapero del tiempo”, que dio más pistas protopsicoanalíticas, como en su día había hecho en biografías sobre Tiberio, el emperador, o El Conde Duque de Olivares, entre otras. En una línea freudiana, fundamental sería festonear la relación del propio Mozart con su padre, hombre totémico, exigente, aprovechado y castrador, que podría haber prefigurado, sin problemas, la escultura psicológica pétrea y sin afectos del Comendador.

Retomando a Don juan, es inevitable recordar al italiano Giacomo Casanova, más real y filiado que su eterno competidor español, inmortalizado por su Autobiografía, Fellini y sus correrías por medio mundo. Casanova tiene otro tipo de interés por su dama y a menudo, algunos autores hilvanan la idea de que tal vez, solo tal vez, hubiera estado interesado por el goce y la satisfacción de la mujer aparte de por el únicamente suyo propio.

En todo caso, Casanova aparece como menos sombrío, más lúdico y más solar, incluso más festivo y culto que su homólogo español, desdibujado en una personalidad probablemente falto de los modelos claros y potentes de padre y madre y cercano a la homosexualidad, como tan claramente subrayó Gregorio Marañón.

Antes de centrarnos en la versión actual que ofrece ahora el Teatro Real, un apunte sobre una película que recreó paradigmáticamente el Don Giovanni mozartiano, con grandes actores y enormes voces, al mando del director norteamericano afincado en Londres, ya olvidado pero muy talentoso, inspirador de excelente cine, Joseph Losey.

Su Don Giovanni es de 1979 y cuenta con una duración de 169 min. Filmada en Italia en escenarios naturales, con un reparto extraordinario como Ruggero Raimondi (que vive en España), Edda Moser, Kiri Te Kanawa, José Van Dam, Kenneth Riegel, nuestra admirada Teresa Berganza y John Macurdy. Se trató de una coproducción entre Italia-Francia-Alemania y Reino Unido y consiguió los Premios César de Mejor Montaje y Diseño de producción y 4 Nominaciones (1979), en 1980, en los Premios BAFTA fue Nominada a Mejor diseño de vestuario y Mejor sonido y también en 1979, el Premio David di Donatello al Mejor productor (ex aequo.)

Explicó el Real en su rueda de prensa y dossier del espectáculo, que entre los días 18 de diciembre y 10 de enero el coliseo madrileño ofrece 15 funciones de Don Giovanni, de Wolfgang Amadeus Mozart, en una producción de la Staatsoper de Berlín, estrenada en el Festival de Salzburgo en 2008, con el mismo dúo protagonista que actuará en el Real: el barítono británico Christopher Maltman, como Don Giovanni, y el bajo-barítono hispano-uruguayo Erwin Schrott, como Leporello.

La interpretación de ambos, alabada unánimemente por la crítica, adquiere en este montaje un significado especial, ya que Claus Guth refuerza, en su puesta en escena, el macabro vínculo de los dos personajes, cuya complicidad y piedad aportan, quizás, los únicos momentos tiernos y compasivos de la producción. Claus Guth, dejó ya su impronta en tres producciones presentadas en el Teatro Real: Parsifal (15/16), Rodelinda (16/17) y Lucio Silla (17/18).

La trama de este Don Giovanni transcurre en un bosque de abetos muy versátil, diseñado por el escenógrafo Christian Schmidt, donde se van sucediendo los distintos cuadros de la ópera, distorsionados por la agonía de Don Giovanni, que se desangra lentamente desde la primera a la última escena, con lo cual, no es esperable reencontrarse con las producciones más clásicas al uso. En realidad, también le sobraron árboles y le faltaron algunos cortinados y sillones palaciegos.


“Escondido en los meandros y recovecos de un bosque siempre cómplice, sabiamente iluminado por Olaf Winter, la floresta refleja el drama de los personajes, en un juego pictórico de claroscuros que enlaza el universo barroco del libertino de Tirso de Molina, con el mundo turbio de los tarados sexuales del siglo XXI” (glosa la introducción del Real a este montaje, ¡ah planea por ahí el “Me too”!, que en esta ocasión está servido).

El barítono Christopher Maltman (Don Giovanni) es un barítono inglés particularmente aclamado como recitalista y como el Billy Budd de Benjamin Britten. Graduado de la Universidad de Warwick en bioquímica, estudió en la Royal Academy of Music desde 1991 donde recibió clases de Sesto Bruscantini y Thomas Hampson y en 1997 ganó el premio Lieder de la Cardiff Singer of the World competition.  Su Don Juan es muy apropiado, calavera, con una voz a la altura, llena de recursos, técnica, buen fiato y línea de canto, algo discreto en lo actoral para un rol expansivo y sinvergüenza como el del infatigable seductor.

Erwin Schrott, "Madamina, il catalogo è questo" (from Mozart's Don Giovanni), en una versión anterior de una de las arias más famosas de Don Giovanni, representado ahora en el Teatro Real


Compensado bastante por su verdadero alter ego (con algunos matices psicológicos y morales, a destacar hacia cierta menos fiereza y maldad), el bajo-barítono uruguayo, una fuerza desatada de la naturaleza, también español desde 2010,  Erwin Schrott (Leporello), son los indiscutibles protagonistas masculinos. Schrott, compone un Leporello abierto y comunicativo, algunos dirían que algo sobreactuado, pero la voz adecuada y sabia y este hecho, calientan un poco esa climatología escénica algo helada, que por momentos más recuerda una geografía germanizante que la calidez necesaria a la italianità de un Mozart dibujado también por el italiano Da Ponte.

Acompañados por la soprano Anett Fritsch (Donna Elvira), bien en su papel, la soprano Brenda Rae (Donna Anna), una lírico ligera con calidad técnica, inteligencia en el manejo de su instrumento, el tenor Mauro Peter (Don Ottavio), muy adecuado y también Louise Alder (Zerlina), que cantó con gracia un papel escurridizo y ambiguo, así como el bajo Krzysztof Baczyk (Masetto), ajustado y Tobias Kehrer, un comendador mejorable pero con un excelente registro grave desplegado sobre todo al final.

El maestro Ivor Bolton, dirige su quinto título de Mozart en el Real, al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro. Ivor Bolton, aquí valorado de manera diferente por la crítica, realiza un trabajo concienzudo, destacando aquí y allá las intervenciones de los recitativos de los cantantes, a su servicio también y al del corpus sonoro, por momentos, algo cargado en los parches. Lo que sucede es que la emocionalidad y el plus afectivo que le presta la personalidad de Bolton a sus interpretaciones, consiguen que las óperas a su cargo se humanicen en cierta forma, se vistan de una versatilidad complementaria que casa bien con los deseos del compositor.

El Coro que pilota con mano firme como siempre Andrés Máspero no solo cumple, sino que refuerza los pilares musicales de la obra. Don Giovanni se presenta así por cuarta vez desde la reinauguración del Teatro Real: en junio de 1999 con Daniel Barenboim y Thomas Langhoff, en octubre de 2005 con Víctor Pablo Pérez y Lluis Pasqual y en abril de 2013, con Alejo Pérez y Dmitri Tcherniakov.

Los gestores del Teatro comentan que “La producción que llega ahora al Real se ofrece en un período de incertidumbre y dificultades, exigiendo por parte de todos un esfuerzo suplementario para presentar la ópera dentro de la normativa de seguridad sanitaria.

El director de escena Claus Guth ha modificado varios detalles de la puesta en escena y el Coro Titular del Teatro Real actuará con unas mascarillas diseñadas especialmente para cantantes, que favorecen la proyección de la voz y el movimiento facial sin liberar los aerosoles. Pero estas y otras adaptaciones no impedirán al Teatro Real ofrecer, con la máxima calidad, una perspectiva distinta del gran mito de la literatura española, con nuevas interpretaciones que siguen enriqueciendo su aura”.

Se agradece este Don Giovanni con el que el Teatro Real “desafía a los elementos” internos y sobre todo circunstanciales e interminables de la pandemia y obtiene ahora más éxito que aquella Armada Española a la que se refieren las comillas. Se trata del triunfo del saber hacer, del desafío a la tentación que, en estos casos, se tiene a “bajar los brazos” o a la evidencia dramática de la presencia de la enfermedad que impone su orden.

El público aplaudió, claro, complacido, a todos. A pesar de que siempre puede ser peor todo, el 2021 sin dudas nos ofrecerás algunas satisfacciones mayores que este desmadejado tiempo inmisericorde que nos disponemos a abandonar. Si puede ser. Crucemos los dedos. Y otra vez, ¡bravi tutti! Esta vez, también, la Fortuna y Némesis han acompañado y tutelarán a los valientes.

 Alicia Perris



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