EXORDIUM MUSICAE (ESPAÑA). Requiem. José de San Juan (1685-ca.1747). Capilla Real de Palacio, Madrid. 2 abril, 2022
Programa
José de San Juan (1685 - ca. 1747)
Oficio de difuntos
(1719)
Invitatorio de difuntos
Regem cui omnia
Venite exultemus
Quoniam Deus
Quoniam ipsius
Hodies si vocem
Quadraginta annis
Requiem aeternam
Salmo
Domine, ne in furore tuo
Lección I
Parce mihi Domine
Quid faciamtibi
Lección II
Tedet anima mea
Misa de Requiem
(1719)
I. [Introitus] Requiem
II. Kirie
III. Prosa Dies ire
IV. Ofertorio Domine Jesu
V. Sanctus
VI. Motete Circum dederuntme
VII. Agnus dei
VIII. [Comunio] Lux eterna
Edición y recuperación musical a cargo de Miguel Ángel Ríos Muñoz y
Carlos González Ludeña.
Intérpretes
Margarita Rodríguez | tiple I coro I
Julieta Viñas | tiple II coro I
Beatriz Oleaga | alto coro I
Fran Braojos | tenor coro I
Lore Agusti | tiple coro II
Elena Sánchez | alto coro II
Diego Blázquez | tenor coro II
Simón Millán | bajo coro II
Cristina Tejeiro | tiple coro III
Marta de Andrés | alto coro III
Juan Blázquez | tenor coro III
Ales Pérez | bajo coro III
Marta Mayoral | violín I
Roi Pérez | violín II
Pablo Prieto | violín III
Raquel Tavira | viola
Guillermo Martínez Concepción | violonchelo
Ismael Campanero | contrabajo
Francisco Ruiz Montes | órgano
Jorge López Escribano | clave
Laura Puerto | arpa
David Santacecilia | director
Asistir a un concierto sacro dentro del Festival Fias de este año propiciado por la Comunidad de Madrid y en este caso en la Capilla Real de Palacio, con la disponibilidad y sabiduría de Patrimonio Nacional es verdaderamente
un privilegio.
Con entrada gratuita, son muchos los que esperan ser convocados a
este regalo, pero menos los que acceden por razones de espacio.
La capital española se enhebra en fotogramas, coloreados por la
multitud que pasea un sábado a la tarde (es clásico), el Teatro Real espera su
función y delante de su fachada, los raperos y cantantes improvisados “font la
fête” (festejan).
Se podría decir que ese lugar es el alma de Madrid en danza, en canto o en la vía regia que lleva de vuelta a lo religioso y espiritual cuando los cristianos se aproximan a la Semana Santa, como es el caso de la tarde que evoca todas estas tradiciones en la Capilla Real.
La impresión al llegar es efectivamente de lugar solemne, rico,
distinguido, exclusivo. En excelente estado de conservación, las sillas tipo
Imperio, las molduras en pan de oro, los mármoles, con unas columnatas en “cipollino”
bien definido y otros, el lugar, en lo alto, para colocar a los músicos en su
día. Impresionante el baldaquino y los sillones para los reyes, maravillosas
las alfombras, que sugirieron al contrabajo cubrir con un dispositivo de goma,
el pie metálico para preservarlas.
Ni un átomo de polvo, aunque la temperatura decae a medida que
transcurre la tarde, con unas sensaciones térmicas en la capital cercanas a
cero grado, que no representan de ninguna manera la estación primaveral en que
nos encontramos. Los ventanucos y las ventanas desde donde seguir la misa
aquellos que preferían apartarse de la vista de la corte o de los monarcas,
encuadran unas estructuras bien concebidas y organizadas.
Cuentan los que conocen a fondo el lugar, que en 1742 se decidió
elevar este recinto sagrado palaciego en el actual emplazamiento suprimiendo
varios cuartos de Infantes. Tras plantear diversas variantes y tendiendo
siempre a darle el mayor volumen posible, en 1748 el experto constructor Sacchetti consiguió formular su
proyecto definitivo, conforme al cual se edificó tal y como ha quedado para la
posteridad.
A la Real Capilla se accede por la Galería de Palacio. En 1742 se decidió emplazarla en la primera planta, en lugar de en el espacio inicialmente previsto y que ahora ocupa el Salón de Alabarderos. No obstante, la decoración nunca llegó a quedar terminada según las ideas del arquitecto, que había proyectado elaborar con mármoles tanto el pavimento como el revestimiento de todos los muros y con bronces, los capiteles y basas de columnas y pilastras.
La ornamentación ideada por Sacchetti, con la colaboración de Ventura Rodríguez y de Corrado Giaquinto, de concluirse,
hubiera sido de una magnificencia difícil de igualar. De ella quedó terminado
sin embargo todo el ornato de las bóvedas y las diez grandes columnas de una
sola pieza de mármol negro veteado de Mañaria (País Vasco). Por encima del
cornisamento, todo se debe a Giaquinto, ya que diseñó los estucos realizados
por Andreoli y pintó los grandiosos
frescos.
En comparación con el suntuoso conjunto de las bóvedas, es muy
modesto el cuadro del Altar Mayor, el San Miguel por Ramón Bayeu, que sigue un original perdido de Giordano y un dibujo de su maestro Mengs. La arquitectura de ambos retablos es de Sabatini, salvo la mesa de este último, que se debe a Isidro Velázquez.
Normalmente, el rey seguía el rito desde el Cancel a los pies del templo, al que llegaba desde el interior de las habitaciones reales, pero en las festividades solemnes salía en procesión por la Galería principal, engalanada con tapices. Al llegar a la Capilla, hacía una reverencia ante el altar, otra a la reina, que estaba en el Cancel, y ocupaba su sitial en la cortina o dosel. Toda la Corte tenía su lugar asignado y al público sólo le estaba permitido ocupar el tramo de la entrada o antecapilla. Un protocolo muy estricto, como puede apreciarse.
La música era tan primordial para el rey Fernando VI como lo había
sido para su padre, y la Real Capilla contaba con un conjunto nutrido y
escogido de instrumentistas y voces. El órgano, cuya caja fue diseñada por
Ventura Rodríguez, es único en España no sólo por su calidad intrínseca, sino
también por haberse librado de las reformas decimonónicas. Felipe VI, llamado
el “prudente” o el “justo”, fue rey de España desde 1746 hasta su muerte y el
tercer hijo de Felipe V, de la casa de Luis XIV y los Borbones y su primera
esposa, María Luisa Gabriela de Saboya.
En lo que se refiere al programa, y tal como explicó en persona y
sin micrófono Miguel Ángel Ríos muñoz,
de forma muy didáctica, “el maestro de capilla José de San Juan, cuyas obras
fúnebres se recuerdan esta vez, sigue siendo hoy en día bastante desconocida.
Tal vez este hecho se debe a que ha sido eclipsado por otros nombres cuya
música se ha recuperado en los últimos años, entre los que se encuentran Sebastián Durón, Antonio Literes o José de Nebra.
Pero resulta llamativo que San Juan aparezca junto a todos ellos en
el poema La música de Tomás de Iriarte,
un testimonio que avala la importancia del músico a principios del s. XVIII.
José de San Juan estuvo vinculado desde sus inicios a la Catedral de Sigüenza
donde fue maestro de capilla, pero también a la villa y corte donde trabajó en
el Colegio del Rey y en el Monasterio de las Descalzas Reales (1711).
Como maestro de capilla de las Descalzas se vinculó también al
vecino Monte de Piedad −situado en la misma plaza− que había fundado el
capellán cantor Francisco Piquer en 1702. La finalidad de este centro fue la de
socorrer a los vivos y aliviar las penas de las ánimas de los difuntos. Por
esta razón la celebración de misas de Requiem fue muy habitual.
José de San Juan compuso un oficio y
misa de Requiem en el año 1719, probablemente destinados en primera instancia a
las Descalzas y reutilizados para las celebraciones del Monte de Piedad. La
relación de Piquer con la música fomentó que las grandes festividades se
realizaran con un nutrido número de músicos. Tal es el caso de las obras
presentadas en este concierto, compuestas para ocho voces divididas en tres
coros, al que se suma un conjunto de cuerda que funciona como otro más.
San Juan para este repertorio eligió un estilo sobrio y
contrapuntístico que contrastaba con el estilo italiano que se estaba
imponiendo a principios de siglo”. Sin embargo, resulta hasta luminoso, a pesar
de tratarse de música fúnebre. Efectivamente, nos encontramos con partituras
llenas de sentimientos claros y abiertos, casi solares, que hacen olvidar la
primigenia función que debían cumplir, de recuerdo y duelo, tan propias de la
confesión católica.
La formación que tiene a cargo esta ofrenda al público madrileño, es
Exordium Musicae, Música para los
oídos, creada desde el intelecto y ejecutada desde el mismo. Traer el arte del
pasado hasta el ahora, es la labor principal de este grupo de música antigua.
La palabra que da nombre al grupo es la primera parte del discurso y significa
en latín “comienzo”.
Dicen las notas al programa que “Como el orador clásico, el grupo
integra en sus conciertos: modestia, prudencia, probidad, autoridad y dominio
de la temática”. Desde su constitución en el año 2017 el grupo liderado por David Santacecilia ha realizado
conciertos en el Festival de Música Antigua y Sacra Ciudad de Getafe, en el
Festival de Villanueva de los Infantes y en el Festival de Música el Greco de
Toledo. El grupo ha grabado para la Sociedad Española de Musicología un disco
con tríos inéditos de G. Brunetti.
En cuanto al responsable musical de este proyecto, David
Santacecilia, habría que señalar que
es nacido en Madrid, donde estudia en el Real Conservatorio Superior de Música
de la ciudad, primeramente, violín y música de cámara. A continuación estudia
en el mismo centro violín barroco, clave, composición y dirección de orquesta
para dar respuesta a su inclinación por la música historicista y en concreto
por la música de Joseph Haydn.
Ha sido galardonado con Premio de Honor Fin de Carrera (1999), el de
Honor en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (2001), en el
Concurso Nacional de interpretación Jacinto Guerrero de Toledo (2001), así como
en el VII Concurso Nacional de Música de Cámara de Vinarós 2005 (Juventudes
musicales) y en el Concurso Nacional de Música de Cámara de Yanguas (2005)
donde obtuvo el primer premio.
Durante su trayectoria profesional, tanto como intérprete de violín
moderno como historicista, ha ofrecido recitales y conciertos en escenarios
como la Fundación Juan March, Centro Cultural Conde-Duque de Madrid, Sala de
cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid, Casino de Madrid, Auditorio
Manuel de Falla de Granada, Teatro María Cristina de Málaga.
Como director de orquesta ha dirigido el Réquiem de Mozart a lo largo de la geografía española durante 2006 y se podría decir que tiene toda una vida profesional por delante porque es joven. Su labor como director es conservadora y da bien las entradas a los participantes. Serio, formal, le falta “souplesse” (levedad, ligereza) pero se soltará seguramente en un futuro, ya que se percibe una alta exigencia y esfuerzo por su parte para desplegar habilidades y talento en este compromiso con la Comunidad de Madrid y un público muy atento, que aplaudió mucho, aunque no hubo propinas.
Se trata de un trabajo fundamentalmente grupal, por lo que sería
injusto destacar a unos cantantes por encima de otros, aunque todos consiguen
un buen sonido, empastado, con una afinación muy adecuada, en un latín medieval
que por momentos resulta difícil de seguir, entre otras cosas es posible que,
porque hayan incluso los clasicistas, perdido la práctica y es poco frecuente
su audición.
Excelente el desempeño de todos los cantantes, pues, gran trabajo
de los músicos, violines, violas, chelo, contrabajo, órgano, clave (una delicia
de instrumento), igual que la belleza y delicadeza del arpa. La acústica es
especial, dada las características de la construcción abovedada y el revestimiento
de suelos y paredes, que le dan una base segura y elegante al sonido producido
por instrumentos y voces. La organización a cargo de los responsables ad hoc de
la Comunidad de Madrid y Patrimonio Nacional, en la colocación de la audiencia
y la salvaguarda respetuosa del templo- monumento y el propio evento musical, fue
paradigmática, rozando la perfección. Inusual. Una experiencia diferente, exquisita.
Alicia Perris
Fotos, Julio Serrano
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