domingo, 3 de abril de 2022

EXORDIUM MUSICAE. FIAS 2022 (XXXII Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid).

 


EXORDIUM MUSICAE (ESPAÑA). Requiem. José de San Juan (1685-ca.1747). Capilla Real de Palacio, Madrid. 2 abril, 2022

Programa

José de San Juan (1685 - ca. 1747)

Oficio de difuntos (1719)

Invitatorio de difuntos

Regem cui omnia

Venite exultemus

Quoniam Deus

Quoniam ipsius

Hodies si vocem

Quadraginta annis

Requiem aeternam

Salmo

Domine, ne in furore tuo

Lección I

Parce mihi Domine

Quid faciamtibi

Lección II

Tedet anima mea

Misa de Requiem (1719)

I. [Introitus] Requiem

II. Kirie

III. Prosa Dies ire

IV. Ofertorio Domine Jesu

V. Sanctus

VI. Motete Circum dederuntme

VII. Agnus dei

VIII. [Comunio] Lux eterna

Edición y recuperación musical a cargo de Miguel Ángel Ríos Muñoz y Carlos González Ludeña.

Intérpretes

Margarita Rodríguez | tiple I coro I

Julieta Viñas | tiple II coro I

Beatriz Oleaga | alto coro I

Fran Braojos | tenor coro I

Lore Agusti | tiple coro II

Elena Sánchez | alto coro II

Diego Blázquez | tenor coro II

Simón Millán | bajo coro II

Cristina Tejeiro | tiple coro III

Marta de Andrés | alto coro III

Juan Blázquez | tenor coro III

Ales Pérez | bajo coro III

Marta Mayoral | violín I

Roi Pérez | violín II

Pablo Prieto | violín III

Raquel Tavira | viola

Guillermo Martínez Concepción | violonchelo

Ismael Campanero | contrabajo

Francisco Ruiz Montes | órgano

Jorge López Escribano | clave

Laura Puerto | arpa

David Santacecilia | director

Asistir a un concierto sacro dentro del Festival Fias de este año propiciado por la Comunidad de Madrid y en este caso en la Capilla Real de Palacio, con la disponibilidad y sabiduría de Patrimonio Nacional es verdaderamente un privilegio.

Con entrada gratuita, son muchos los que esperan ser convocados a este regalo, pero menos los que acceden por razones de espacio.

La capital española se enhebra en fotogramas, coloreados por la multitud que pasea un sábado a la tarde (es clásico), el Teatro Real espera su función y delante de su fachada, los raperos y cantantes improvisados “font la fête” (festejan).

Se podría decir que ese lugar es el alma de Madrid en danza, en canto o en la vía regia que lleva de vuelta a lo religioso y espiritual cuando los cristianos se aproximan a la Semana Santa, como es el caso de la tarde que evoca todas estas tradiciones en la Capilla Real.

La impresión al llegar es efectivamente de lugar solemne, rico, distinguido, exclusivo. En excelente estado de conservación, las sillas tipo Imperio, las molduras en pan de oro, los mármoles, con unas columnatas en “cipollino” bien definido y otros, el lugar, en lo alto, para colocar a los músicos en su día. Impresionante el baldaquino y los sillones para los reyes, maravillosas las alfombras, que sugirieron al contrabajo cubrir con un dispositivo de goma, el pie metálico para preservarlas.

Ni un átomo de polvo, aunque la temperatura decae a medida que transcurre la tarde, con unas sensaciones térmicas en la capital cercanas a cero grado, que no representan de ninguna manera la estación primaveral en que nos encontramos. Los ventanucos y las ventanas desde donde seguir la misa aquellos que preferían apartarse de la vista de la corte o de los monarcas, encuadran unas estructuras bien concebidas y organizadas.

Cuentan los que conocen a fondo el lugar, que en 1742 se decidió elevar este recinto sagrado palaciego en el actual emplazamiento suprimiendo varios cuartos de Infantes. Tras plantear diversas variantes y tendiendo siempre a darle el mayor volumen posible, en 1748 el experto constructor Sacchetti consiguió formular su proyecto definitivo, conforme al cual se edificó tal y como ha quedado para la posteridad.

A la Real Capilla se accede por la Galería de Palacio. En 1742 se decidió emplazarla en la primera planta, en lugar de en el espacio inicialmente previsto y que ahora ocupa el Salón de Alabarderos. No obstante, la decoración nunca llegó a quedar terminada según las ideas del arquitecto, que había proyectado elaborar con mármoles tanto el pavimento como el revestimiento de todos los muros y con bronces, los capiteles y basas de columnas y pilastras. 

La ornamentación ideada por Sacchetti, con la colaboración de Ventura Rodríguez y de Corrado Giaquinto, de concluirse, hubiera sido de una magnificencia difícil de igualar. De ella quedó terminado sin embargo todo el ornato de las bóvedas y las diez grandes columnas de una sola pieza de mármol negro veteado de Mañaria (País Vasco). Por encima del cornisamento, todo se debe a Giaquinto, ya que diseñó los estucos realizados por Andreoli y pintó los grandiosos frescos.

En comparación con el suntuoso conjunto de las bóvedas, es muy modesto el cuadro del Altar Mayor, el San Miguel por Ramón Bayeu, que sigue un original perdido de Giordano y un dibujo de su maestro Mengs. La arquitectura de ambos retablos es de Sabatini, salvo la mesa de este último, que se debe a Isidro Velázquez.

Normalmente, el rey seguía el rito desde el Cancel a los pies del templo, al que llegaba desde el interior de las habitaciones reales, pero en las festividades solemnes salía en procesión por la Galería principal, engalanada con tapices. Al llegar a la Capilla, hacía una reverencia ante el altar, otra a la reina, que estaba en el Cancel, y ocupaba su sitial en la cortina o dosel. Toda la Corte tenía su lugar asignado y al público sólo le estaba permitido ocupar el tramo de la entrada o antecapilla. Un protocolo muy estricto, como puede apreciarse.

La música era tan primordial para el rey Fernando VI como lo había sido para su padre, y la Real Capilla contaba con un conjunto nutrido y escogido de instrumentistas y voces. El órgano, cuya caja fue diseñada por Ventura Rodríguez, es único en España no sólo por su calidad intrínseca, sino también por haberse librado de las reformas decimonónicas. Felipe VI, llamado el “prudente” o el “justo”, fue rey de España desde 1746 hasta su muerte y el tercer hijo de Felipe V, de la casa de Luis XIV y los Borbones y su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya.

En lo que se refiere al programa, y tal como explicó en persona y sin micrófono Miguel Ángel Ríos muñoz, de forma muy didáctica, “el maestro de capilla José de San Juan, cuyas obras fúnebres se recuerdan esta vez, sigue siendo hoy en día bastante desconocida. Tal vez este hecho se debe a que ha sido eclipsado por otros nombres cuya música se ha recuperado en los últimos años, entre los que se encuentran Sebastián Durón, Antonio Literes o José de Nebra.

Pero resulta llamativo que San Juan aparezca junto a todos ellos en el poema La música de Tomás de Iriarte, un testimonio que avala la importancia del músico a principios del s. XVIII. José de San Juan estuvo vinculado desde sus inicios a la Catedral de Sigüenza donde fue maestro de capilla, pero también a la villa y corte donde trabajó en el Colegio del Rey y en el Monasterio de las Descalzas Reales (1711).

Como maestro de capilla de las Descalzas se vinculó también al vecino Monte de Piedad −situado en la misma plaza− que había fundado el capellán cantor Francisco Piquer en 1702. La finalidad de este centro fue la de socorrer a los vivos y aliviar las penas de las ánimas de los difuntos. Por esta razón la celebración de misas de Requiem fue muy habitual.

José de San Juan compuso un oficio y misa de Requiem en el año 1719, probablemente destinados en primera instancia a las Descalzas y reutilizados para las celebraciones del Monte de Piedad. La relación de Piquer con la música fomentó que las grandes festividades se realizaran con un nutrido número de músicos. Tal es el caso de las obras presentadas en este concierto, compuestas para ocho voces divididas en tres coros, al que se suma un conjunto de cuerda que funciona como otro más.

San Juan para este repertorio eligió un estilo sobrio y contrapuntístico que contrastaba con el estilo italiano que se estaba imponiendo a principios de siglo”. Sin embargo, resulta hasta luminoso, a pesar de tratarse de música fúnebre. Efectivamente, nos encontramos con partituras llenas de sentimientos claros y abiertos, casi solares, que hacen olvidar la primigenia función que debían cumplir, de recuerdo y duelo, tan propias de la confesión católica.

La formación que tiene a cargo esta ofrenda al público madrileño, es Exordium Musicae, Música para los oídos, creada desde el intelecto y ejecutada desde el mismo. Traer el arte del pasado hasta el ahora, es la labor principal de este grupo de música antigua. La palabra que da nombre al grupo es la primera parte del discurso y significa en latín “comienzo”.

Dicen las notas al programa que “Como el orador clásico, el grupo integra en sus conciertos: modestia, prudencia, probidad, autoridad y dominio de la temática”. Desde su constitución en el año 2017 el grupo liderado por David Santacecilia ha realizado conciertos en el Festival de Música Antigua y Sacra Ciudad de Getafe, en el Festival de Villanueva de los Infantes y en el Festival de Música el Greco de Toledo. El grupo ha grabado para la Sociedad Española de Musicología un disco con tríos inéditos de G. Brunetti.

En cuanto al responsable musical de este proyecto, David Santacecilia, habría que señalar que es nacido en Madrid, donde estudia en el Real Conservatorio Superior de Música de la ciudad, primeramente, violín y música de cámara. A continuación estudia en el mismo centro violín barroco, clave, composición y dirección de orquesta para dar respuesta a su inclinación por la música historicista y en concreto por la música de Joseph Haydn.

Ha sido galardonado con Premio de Honor Fin de Carrera (1999), el de Honor en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (2001), en el Concurso Nacional de interpretación Jacinto Guerrero de Toledo (2001), así como en el VII Concurso Nacional de Música de Cámara de Vinarós 2005 (Juventudes musicales) y en el Concurso Nacional de Música de Cámara de Yanguas (2005) donde obtuvo el primer premio.

Durante su trayectoria profesional, tanto como intérprete de violín moderno como historicista, ha ofrecido recitales y conciertos en escenarios como la Fundación Juan March, Centro Cultural Conde-Duque de Madrid, Sala de cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid, Casino de Madrid, Auditorio Manuel de Falla de Granada, Teatro María Cristina de Málaga.

Como director de orquesta ha dirigido el Réquiem de Mozart a lo largo de la geografía española durante 2006 y se podría decir que tiene toda una vida profesional por delante porque es joven. Su labor como director es conservadora y da bien las entradas a los participantes. Serio, formal, le falta “souplesse” (levedad, ligereza) pero se soltará seguramente en un futuro, ya que se percibe una alta exigencia y esfuerzo por su parte para desplegar habilidades y talento en este compromiso con la Comunidad de Madrid y un público muy atento, que aplaudió mucho, aunque no hubo propinas.

Se trata de un trabajo fundamentalmente grupal, por lo que sería injusto destacar a unos cantantes por encima de otros, aunque todos consiguen un buen sonido, empastado, con una afinación muy adecuada, en un latín medieval que por momentos resulta difícil de seguir, entre otras cosas es posible que, porque hayan incluso los clasicistas, perdido la práctica y es poco frecuente su audición.

Excelente el desempeño de todos los cantantes, pues, gran trabajo de los músicos, violines, violas, chelo, contrabajo, órgano, clave (una delicia de instrumento), igual que la belleza y delicadeza del arpa. La acústica es especial, dada las características de la construcción abovedada y el revestimiento de suelos y paredes, que le dan una base segura y elegante al sonido producido por instrumentos y voces. La organización a cargo de los responsables ad hoc de la Comunidad de Madrid y Patrimonio Nacional, en la colocación de la audiencia y la salvaguarda respetuosa del templo- monumento y el propio evento musical, fue paradigmática, rozando la perfección. Inusual. Una experiencia diferente, exquisita.


Alicia Perris

Fotos, Julio Serrano

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