viernes, 8 de abril de 2022

SINFÓNICA DE DÜSSELDORF CON ÁDÁM FISCHER, SU DIRECTOR, Y ELISABETH LEONSKAJA, AL PIANO. AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA, 6 DE ABRIL, 2022

Programa

Ludwig van Beethoven (1770 - 1827)

Concierto para piano núm. 5, op. 73,

“Emperador” (1809 - 1810)

I. Allegro

 II. Adagio un poco moto

III. Rondo. Allegro

Gustav Mahler (1860 - 1911)

Sinfonía núm. 1, en re mayor, “Titán”

(1884 - 1888)

I. Langsam. Schleppend. Wie ein Naturlaut

- Im Anfang sehr gemächlich

II. Kräftig bewegt, doch nicht zu schnell

III. Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen

IV. Stürmisch bewegt

Se está acercando lentamente el final de la temporada que La Filarmónica contempla cada año en el Auditorio Nacional, celebrando esta los diez años de actividad, en los que ha ido creciendo como organización, identidad y esfuerzo en la salvaguarda de repertorios imaginativos aunque muy asumibles y para disfrutar, a la vez que, como los clásicos de la Antigüedad, “corrige las costumbres”, de su público, si no riendo, al menos con bonhomía y paciencia. En estos años de trayectoria ha cambiado y su audiencia también con ella. Siempre a mejor y en crescendo.

En esta ocasión, dos propuestas de relumbrón, Beethoven y Mahler, en su rostro más fino y depurado, potente, lúdico y solar, y para defenderlos, una formación disciplinada, flexible, con las virtudes de cualquier grupo alemán que sabe lo que es hacer música con elegancia, rigor y compartirla, la Orquesta Sinfónica de Düsseldorf al mando de Ádám Fischer como director, Elisabeth Leonskaja, al piano, como solista en el Emperador de Beethoven.

Este concierto n.º 5 en mi bemol mayor, Op. 73, fue el último para piano del compositor Ludwig van Beethoven. Fue escrito entre 1809 y 1811 en Viena y está dedicado a Rodolfo de Austria, protector y pupilo de Beethoven y se estrenó el 28 de noviembre de 1811 en la Gewandhaus de Leipzig. El sobrenombre de «Emperador» no fue asignado por el propio Beethoven sino por Johann Baptist Cramer, el editor inglés del concierto.

La obra está concebida siguiendo la forma sonata, con tres temas, y se inicia con una particular introducción. Los dos primeros temas son introducidos por la orquesta en la exposición, pero al final de la segunda el piano presenta un virtuoso y triunfante tercer tema. Beethoven usará este recurso en más conciertos. La coda del movimiento es particularmente larga y compleja. Con un segundo movimiento de un gran lirismo, probablemente el más conocido de los tres, con un tema introducido por la orquesta, a lo que sigue la exposición pianística. El tema se repite en tres ocasiones con distintas variaciones y la coda termina introduciendo, lentamente, el tema principal del tercer movimiento.

Este sigue ininterrumpidamente al segundo y es un típico rondó italiano, de la forma (ABACABA). El tema principal es interpretado por el piano y luego respondido por la orquesta. Escalas en el piano introducen el segundo tema. En la sección C, mucho más larga, se presenta el tema A en tres tonalidades diferentes.

“Una orquesta para Düsseldorf”: este es el objetivo de la Düsseldorfer Symphoniker. La orquesta tiene un perfil poco común, puesto que actúa no solo en el Tonhalle, sino también en el  Deutsche  Oper  am  Rhein  en Düsseldorf y en Duisburg. Ya en los años 1700, artistas reconocidos internacionalmente como Händel y Corelli colaboraron ocasionalmente con la Orquesta de la Corte de Düsseldorf hasta que la corte se disolvió. Un siglo más tarde, en 1818, la cultura orquestal se volvió a introducir en Düsseldorf cuando se fundó la Sociedad Municipal de Música (Städtischer Musikverein), atrayendo a músicos famosos como Mendelssohn y Schumann para servir como directores.

A lo largo de las décadas siguientes se convirtió en una de las orquestas más importantes del país. Al inicio de la temporada 2015, Ádám Fischer ocupó el cargo de director principal.  Bajo su dirección artística y con Alpesh  Chauhan como director principal invitado, la  Düsseldorfer  Symphoniker espera un futuro que esté a la altura de sus reivindicaciones y su compromiso como "orquesta para Düsseldorf " en el sentido más moderno.

En 2019,  Ádám  Fischer  y la  Düsseldorfer  Symphoniker  recibieron el premio de la BBC Music  Magazine  en la categoría "mejor grabación orquestal" en Londres. La grabación de la 1a Sinfonía de Gustav Mahler (Titán) fue descrita por los jueces como “brillantemente fresca”. En los últimos años, la Düsseldorfer Symphoniker ha celebrado un gran éxito giras de conciertos en España, Viena, Varsovia, Moscú, Tokio y Budapest, llevando la reputación de su ciudad como símbolo de cultura al mundo.

Ádám Fischer es un maestro de los que ya no abunda: faltan las palabras para hacerle justicia, sensible, fascinante como transmisor de belleza, con esos destellos de humildad que no le impiden hacerse con el alma de sus músicos y también de los espectadores, hipnotizados por el influjo de la magia de su música y su  indescriptible grandeza. E imprimirle a los compases unas cadencias, unos ligeros rubato, unos diminuendo de academia y a la vez volátiles, refrescantes. Sus movimientos, imparables, parece que boxea en sentido estricto con las notas y con las partituras, que no utiliza, porque las sabe de memoria, y no le hacen falta, así como las entradas de los músicos, las dinámicas, los escollos y los pasajes de bravura de Beethoven o de Mahler. De riguroso frac, se olvida de una vestimenta que no parece molestarle y flota y se vuelve evanescente, etéreo.

Cada compás es un descubrimiento. Gemelar también su relación con la solista, Leonskaja en el Emperador. La mira, la vuelve a mirar, no le quita ojo mientras la pianista se afianza, se instala en un teclado al que le dota de unas cualidades acariciadoras. De hecho, es difícil que la artista de origen ruso entre en el ámbito del forte, balancéandose con una delicadeza sublime entre la insinuación sonora de los pianissimi y los mezzopiano al mezzoforte. Así consigue un Beethoven lleno de “nuances” y dulcísimo.

Durante décadas, Elisabeth Leonskaja figura entre las pianistas más célebres de nuestro tiempo. En un mundo dominado por los medios de comunicación, se ha mantenido fiel a sí misma y a su música. Se dice que su desarrollo musical fue moldeado e influenciado de forma decisiva por su colaboración profesional con Richter. En 1978 se marchó de la Unión Soviética para crear su nuevo hogar en Viena, donde ya había actuado varias veces.

Sigiloso el recorrido por las teclas, leve, con un sonido que nunca llega al estruendo, aunque lo soliciten y lo esperen los oyentes, acostumbrados tal vez a ejecuciones más rotundas, menos sutiles. Con un vestido blanco y negro y una bata asimétrica negra también dándole movimiento al conjunto, la solista no es proclive a la manifestación de sus emociones, ni interpretando, con decisión y buena lectura de los fragmentos beethovenianos, ni siquiera cuando se impone con una mano izquierda potente y bien desarrollada para la oposición o el complemento sonoro. Hubo propina, y se retiró como sobrevolando el escenario, sin ruido, sin alharacas, dejando tras de sí una estela de buen gusto, contención y sobriedad. Un modelo.

En cuanto al adorable responsable de la orquesta, utiliza regularmente su éxito y el amplio público internacional para transmitir mensajes sobre la humanidad y la democracia. El premio de los Derechos Humanos de la  Tonhalle  Düsseldorf que presenta cada año desde 2016 es un ejemplo de ello. Por su compromiso recibió, entre otros, el famoso Wolf de la Fundación Wolf en Jerusalén y la Medalla de Oro en las Artes del Kennedy Center, en Washington. Ha sido miembro del Comité de Derechos Humanos de Helsinki durando más de veinte años.

Finalmente, Ádám  Fischer es miembro honorario del  Musikverein für Steiermark de Graz, ostenta el título honorífico austríaco de profesor y ha recibido la Orden de Dannebrog de la reina de Dinamarca. Vive con su familia en Hamburgo, Berlín y Budapest.

Hubo un gran lucimiento personal y de su orquesta con la Titán de Gustav Mahler, el compositor judío y vienés que vivió en la época dorada de la “maladie viennoise” (Viena, fin de siglo…). La Sinfonía n.º 1 («Titán») en re mayor de Gustav Mahler fue terminada en 1888, un año antes de su estreno en Budapest en 1889. Mahler empezó a trabajar en esta obra en 1884, cuando tenía 24 años y el sobrenombre de “Titán” que le puso inicialmente a esta obra proviene de una novela del escritor alemán Jean Paul Richter, aunque especificó que la sinfonía no se basaba en absoluto en ella.

Primeramente, la obra fue concebida como un largo poema sinfónico en cinco movimientos, en el que Mahler utilizó música procedente de su abandonado proyecto de ópera Rübezahl y de la música incidental compuesta para la obra teatral El trompeta de Säkkingen de Viktor Nessler, pero la partitura no gustó ni a la crítica ni al público y a pesar de este rechazo primero sobrevive y adopta la forma definitiva como Sinfonía en cuatro movimientos después. Hoy en día, es una de las más apreciadas de Mahler, debido a su gran riqueza melódica, y es interpretada con bastante frecuencia en las salas de concierto.

En su primera obra sinfónica se encuentran ya algunos de los rasgos más característicos del compositor, como el manejo expresivo de las formas musicales, la utilización de fanfarrias y marchas militares, el empleo de danzas de carácter popular, como el Landler austriaco ( algunos pasajes nos recuerdan la degustación del vino nuevo en una “gastete” al aire libre de Grinzing, en verano). Hay aquí un gran dominio de la orquestación, con el empleo de efectos espectaculares, visuales y espaciales, realmente impactantes. No falta en el corazón de la obra, la música klezmer o de reminiscencias judías, como provenientes de un festejo en un stetl (pueblecito judío en la zona de Europa oriental).

La sinfonía, de gran enjundia, como todas las de este autor, está escrita originalmente para una gran orquesta sinfónica compuesta por, aproximadamente, 100 músicos y consta de cuatro movimientos: comienza con una introducción mágica y como de ensueño, tras la cual aparece un movimiento rápido dominado por un tema alegre en la cuerda, que luego pasa a toda la orquesta y que proviene de una de las Canciones de un camarada errante. Tras una repetición de la introducción, aparece un tema nuevo en las trompas, que conduce a un gigantesco clímax tras el que el movimiento concluye con una alegría desenfrenada.

El segundo movimiento, Scherzo: Kräftig bewegt, doch nicht zu schnell (Poderosamente agitato, pero no demasiado rápido), en re mayor basado en un tema de Landler, de carácter popular, en compás de 3/4. A pesar de su apariencia alegre y rústica, el movimiento se vuelve algo agitado en ocasiones. La parte central, (trio) es más tranquila, y ofrece un momento de descanso poético, aunque manteniendo el carácter de danza popular.

El tercer fragmento, Trauermarsch: Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen (Marcha fúnebre: solemne y medida, pero sin pesantez) es una marcha fúnebre en re menor. Comienza con un solo de contrabajo que es una variación en modo menor del tema «Frère Jacques» (el popular «Campanero» al que se van incorporando diversos instrumentos. A continuación, aparece un tema de carácter nostálgico que procede de la música tradicional de Bohemia. La tristeza de la marcha fúnebre en la que alternan estos dos temas contrasta con pasajes grotescos en los que parece sonar una música de banda. El final, Stürmisch bewegt (Agitato), simboliza el tránsito de las tinieblas a la luz. Después de un último pasaje reflexivo, precedido anteriormente de vaivenes sentimentales, armónicos e interpretativos, se cierra con el triunfo definitivo y luminoso.

El maestro Fischer, al borde de la extenuación y el colapso físico, todavía tuvo tiempo para un encore, la Danza Húngara no. 5 de Johannes Brahms, diabólica, que desprendía chispas y electricidad, antes de que el concierto culminara con la sala en pie (con el aforo completo) y las manifestaciones jubilosas de un público que supo premiar a Leonskaja en primer lugar, a la orquesta también y, por supuesto, -cómo no- a su irrepetible Maestro. ¡A toda orquesta, avanti!

Alicia Perris

Fotos, Julio Serrano

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