jueves, 6 de abril de 2017

OJOS DE CIERVA, PELOTAS DE SAMURÁI

Se edita en castellano 'Diarios de la princesa', el último capítulo de la autobiografía de Carrie Fisher. Muere Carrie Fisher días después de sufrir un infarto
ISMAEL MARINERO
04/04/2017 03:05Hace apenas tres meses que se fue rumbo a una galaxia muy, muy lejana y ya la echamos terriblemente de menos. Somos incapaces de ponernos de acuerdo en lo que respecta al fútbol, la política o los límites del humor, pero existe unanimidad en torno a la princesa Leia y Carrie Fisher, personaje y actriz, indivisibles desde que George Lucas eligió a una inexperta intérprete de 20 años para encabezar la Alianza Rebelde.

Mientras los fanáticos de la saga galáctica secan sus amargas lágrimas por la pérdida (y esperan el Episodio VIII con impaciencia), se publica en España su último libro, El diario de la princesa (Nova), una nueva muestra de su notable talento como escritora y su inexistente pudor. Porque Leia y Carrie, Carrie y Leia, se muestran aquí más desnudas, al menos sentimentalmente hablando, que cuando lucieron el famoso bikini metálico de El retorno del jedi. Entre anécdotas, páginas de su diario y dardos envenenados, Fisher decide contarle al mundo, muy a su manera, su affaire con Harrison Ford, por entonces casado y con dos hijos, a lo largo de los tres intensos meses que duró el rodaje de la primera entrega de Star Wars.«Me perdí en el vertiginoso ascenso de mis padres», cuenta en el primer capítulo, Mi vida antes de Leia. Sus guapos progenitores eran, por aquel entonces, «los novios de América», pero tenían un reverso tenebroso: Debbie Reynolds, estrella del Hollywood de los 50, le administró somníferos desde que tenía 10 años y la obligó a dejar los estudios para hacer de corista en sus espectáculos de cabaret; Eddie Fisher, cantante melódico de gran éxito, abandonó a ambas para tener un efímero romance con Elizabeth Taylor. Luego llegaron las drogas, la caída en desgracia, la bancarrota. De una infancia tan expuesta a las miradas ajenas, Carrie aprendió a ver el mundo del espectáculo como «una ocupación veleidosa que te exponía al desasosiego y la humillación, alimentados por el descenso casi imperceptible de la popularidad a lo largo del tiempo». Algo que más tarde viviría en primera persona, asediada por sus propias adicciones, su trastorno bipolar y la alargada sombra de Leia Organa, cuestiones que ya abordó en Wishful Drinking, el primer volumen de sus memorias.¿Dónde empezó todo? En una incómoda audición frente a los rostros barbudos de Brian de Palma y George Lucas, que buscaban a una actriz con su físico y edad para protagonizar Carrie y Star Wars, respectivamente. Cuando su agente la llamó para decirle «te quieren a ti», Carrie cuenta que estalló en una risa nerviosa y echó a correr por la calle. «¡Llovía en Los Ángeles y yo era la princesa Leia! Nunca antes había sido la princesa Leia, y ahora lo sería eternamente. Nunca dejaría de serlo. Entonces no sabía cuán profundamente cierto era eso, ni cuánto duraba la eternidad».Ya en el set de rodaje, a las afueras de Londres, se topó con quien sería su pareja en la ficción, Harrison Ford: «La primera vez que lo vi, sentado en la cantina del plató, recuerdo que pensé: 'Ese tío será una estrella'. No sólo una celebridad: una estrella de cine. Parecía un icono, como Humphrey Bogart o Spencer Tracy. Lo rodeaba una suerte de energía épica, como una multitud invisible». Tras la fiesta de cumpleaños de George Lucas, Harrison y Carrie, Han y Leia, se besaban por primera vez en el asiento trasero de un taxi. En el libro, palpitando tras el sarcasmo, se percibe la zozobra emocional de Fisher: su inseguridad, su talento con las palabras, su frustración ante la indiferencia con la que Ford la trataba. Destruida la Estrella de la Muerte, ya en el avión de vuelta a Los Ángeles, Carrie relata la despedida, una que sólo podrían tener la princesa rebelde y el cazarrecompensas:-Soy una paleta -recuerdo que le dije-.-No -contestó Harrison-. Te subestimas. Si acaso eres una paleta lista. Tienes los ojos de una cierva y las pelotas de un samurái.El último tramo del libro está dedicado a su ambivalente relación con los fans. Fisher se muestra agradecida por su fidelidad a prueba del paso del tiempo, pero también mordaz en cuanto a sentirse como un objeto en venta, un recuerdo congelado en ámbar que no cuadraba con su imagen actual. «Se suponía que las películas debían quedarse en la pantalla, planas, grandes y vistosas, sumiendo al espectador en su historia, y después devolviéndolo a su propia, inalterada vida. Pero esa película se portó mal; se filtró fuera del cine y afectó tan profundamente a tantas personas que estas necesitaron interminables talismanes y artilugios para permanecer conectadas a ella». Perfecto diagnóstico de lo que ocurrió con una película de serie B para devotos de la ciencia ficción que se convirtió en el fenómeno cultural más popular del último medio siglo. Y lo que nos queda.

http://www.elmundo.es/cultura/2017/04/04/58e2acb0ca4741a67b8b460a.html

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