jueves, 13 de abril de 2017

LIBROS, DOCENCIA, TEATRO. JUAN MAYORGA, EL HOMBRE DE MODA. ENTREVISTA.

En una cafetería del castizo barrio de Manuel Becerra, nos encontramos previa cita para poner al día algunas cuestiones de la actualidad del escritor, en la escena teatral de Madrid, donde hay dos obras suyas en cartelera y para habar además, de su vida y trayectoria.






A.P: Sr. Mayorga, Juan, tú no eres “El chico de la última fila” (en referencia a su obra , llevada al cine por François Ozon, con el consagrado Fabrice Luchini en el rol principal) sino el de la primera y cum laude, ¿cómo lo haces?
J.M: Hombre, te agradezco esa forma de presentar, pero sinceramente no me siento el chico de la primera fila en absoluto, esa es una obra en alguna medida autobiográfica, acerca de cómo una persona descubre la escritura, que pone en escena la escritura y donde alguien encuentra ahí su salvación y su forma de relacionarse con el mundo, de manera que me siento más cerca de ese personaje que de cualquier alumno de la primera fila.

A.P: No sé si la película es bastante fiel…
J.M: Sí lo es, por lo cual yo le estoy a Ozon muy agradecido, tengo sin embargo alguna discrepancia respecto del final, porque en mi obra, en el encuentro final entre el alumno y el profesor, el chico lleva al extremo la manipulación forzando al maestro a darle un cachete. Tú que eres enseñante, estarás de acuerdo conmigo en que no hay nada peor que pueda hacer un maestro que ejercer la violencia sobre un alumno. De algún modo le fuerza al maestro a ejercer de macho que defiende su territorio y dicho esto tengo que decir que la película me ha dado muchas alegrías y este año se ha estrenado como obra de teatro en Alemania. Se ha hecho también en tu Argentina, en Tucumán y Buenos Aires, en Corea y en Riga, recientemente.
A.P: La dupla de este alumno y el profesor es un poco también el vínculo entre un hijo y un padre y no me quiero poner psicoanalítica, pero resulta un poco obvio. Es la muerte del que le abre el camino.
J.M: Un crítico dijo que nunca deja de haber tensión en esa relación y la educación del alumno termina con la muerte del maestro y en ese sentido a mi juicio el final que yo defiendo no es de conciliación sino de tensión que no tiene porqué excluir la amistad y el amor.
A.P: Esto pasa también con los padres…
J.M: Así es.
A.P: Tú viste la filmación porque Luchini es uno de mis tótems y también estaba Kirstin Scott Thomas, hace mucho teatro, lo he visto hacer grandes papeles. Es un personaje muy completo, fascinante.
J. M: Me siento muy honrado con que este actor haya hecho este personaje, ha sido una bendición. Hubo también el montaje de Jorge Lavelli en París, otro argentino. La película se presentó en muchos lugares, Scott Thomas es una actriz estupenda y ahora estoy haciendo un guión sobre mi obra “El arte de la entrevista”, para otro film. Hay otro proyecto sobre “La lengua en pedazos” sobre Teresa de Jesús.
A.P: Háblanos por favor sobre Walter Benjamin…un padre del judaísmo.
J.M: Lo leí la primera vez cuando estaba haciendo Filosofía en la Uned y la profesora Ana Lucas nos propuso leer el texto sobre la Obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica”. Creo que es el primer texto de Benjamin que leo. Luego en un segundo momento conozco a Reyes Mate, que sería mi director de tesis, que me entrega una fotocopia sobre el concepto de historia del filósofo y decido hacer la tesis que se llamó al final “revolución conservadora y conservación revolucionaria..”. Benjamin ha influido más sobre mi teatro que casi cualquier dramaturgo. Siento que estoy en constante conversación con él. Sus textos son extraordinariamente productivos y es un visionario y una y otra vez hay aspectos de la realidad contemporánea que me son revelados o que interpreto gracias a la luz que me envió Benjamin.
A.P: Está también muy presente en Francia y en Alemania. Ahora mismo hay tres obras representándose sobre el Holocausto en Madrid. ¿Podemos relajarnos sobre este tema?
J.M: Yo creo que por un lado, en un texto, advertía y me advertía del hecho de que no siempre tenemos que saludar y celebrar cada representación que se hace del Holocausto, porque algunas pueden incurrir  en determinadas obscenidades y explorando un género, utilizando estrategias de manipulación sentimental del espectador.
A.P: Va a haber una gran exposición sobre Auschwitz en Madrid, en el Canal.
J.M: Yo creo que por un lado, siempre tenemos que ser cautelosos como creadores y también como receptores. A priori no tenemos  por qué dar la bienvenida a cualquier representación del Holocausto. Dicho esto, de  los tres espectáculos que están en escena, dos son míos, uno también en la dirección y el de la Cuarta Pared no lo he visto, pero conozco a quienes lo realizan y creo que han tratado el asunto con delicadeza y con respeto.
Creo que es fundamental que se hable del Holocausto y no debemos aceptar relajarnos, para mí es un doble foco que todo lo resignifica, por un lado lanza una poderosa luz hacia atrás y hacia adelante para preguntarnos ¿cómo se llegó a eso? ¿Cómo la cultura, las iglesias, la civilización no fueron capaces, las ONG, qué falló y desde Atenas probablemente. Es imposible volver a Platón, a Kant entre otros, sin tener en cuenta Auschwitz. Es imposible contar la historia de la iglesia católica e incluso es importante cómo se ha construido al judío como enemigo de Cristo. Auschwitz obliga también a una reflexión además en el campo de la ciencia y nos envía a nuestro tiempo, porque si hay que evitar las correspondencias  inmediatas, sí es cierto que lo sucedido puede dar qué pensar.
A.P: Los modelos de los campos fueron modelos para dictaduras posteriores y estuvo todo el trapicheo de los vencedores con los científicos alemanes nazis por parte de Estados Unidos y la URSS con todo aquel saber tan negativo que se había adquirido. No sé quién se llevó qué alguna vez.
J.M: Un fenómeno como el que se ha dado en estos días con la prohibición de viajes de inmigrantes de Trump, de siete países, eso significa marcar a unas gentes no por sus acciones sino por su origen, una naturaleza que precede a la acción y me cuidaré mucho de  establecer una correlación inmediata pero lo sucedido en el Tercer Reich no deja de interpelarnos. Yo rechazo esa narrativa por la que Auschiwtz fue la aniquilación de unas víctimas jerarcas alemanas, ese relato es insuficiente, si no se recuerda al mismo tiempo que Europa dejó morir a sus judíos.
A.P: Eso lo dijo ya Hanna Arendt… con la banalidad del mal.
J.M: Hay una lección moral de los campos y es que cada ser humano es responsable de todos los demás y que por tanto no basta una ética del No matarás, sino que tiene que haber una ética del cuidado, y quien más lejos ha llegado en ese camino es precisamente un pensador judío, Manuel Levinas.
A.P: Tú eres matemático, escritor, filósofo, ¿cómo funciona la cartografía de tus dos hemisferios cerebrales?
J.M: Yo cuando tenía 17 años tuve que optar por una carrera o incluso antes, entre ciencias y letras. Viví aquella experiencia como un desgarro porque amaba las ciencias y en particular las matemáticas, y por otro lado, la biblioteca de mi padre me condujo a un mundo fascinante y por esa razón, creo que fue natural, que decidí estudiar matemáticas y filosofía a la vez y siento que necesito las dos cosas. Pero solo soy un aprendiz de todo.
A.P: Cuando se han creado grupos de teatro, hecho tantas traducciones de tus obras, has recibido tantos premios, se ven tus obras en muchos países, ¿cómo se gestiona todo esto con el paso de los años?
J.M: Primero todo eso no deja  de producirme asombro, como el primer día, pero por otro lado lo vivo con enorme gratitud porque sucede que, me siento feliz cada vez que un texto mío despierta el deseo de teatro en un grupo de actores y luego deciden mostrarlo y ese es un gran premio. Si ahora en Parma se hacen varias de mis obras, o en Alemania o en Bulgaria hacen Hanmelin, todo eso me hace pensar que los textos que escribí, más allá de que se recuerde mi nombre, han sido ocasión  de gente para reunirse y para examinar la vida porque eso es lo que hacemos. De forma muy elemental, las formas posibles de vivir. Estoy acompañado por otros, eso también me alegra y es así como lo vivo.
A.P: ¿Cómo has conseguido eso que hoy se llama “conciliación familiar”, con tus tres hijos, estar casado, tanta producción?
J.M: No lo he conseguido. Hago equilibrios cada día, tengo el enorme apoyo de mi mujer y hago lo que puedo, pero sí intento estar muy presente en la vida de mis hijos y viceversa y creo que pasamos mucho tiempo juntos, pero debería estar más tiempo con ellos.
A.P: ¿Cómo se vive el escalón entre un profesor de secundaria y la cátedra de Arte Escénico en la Carlos III?
J.M. Mira, siento nostalgia de mi época de profesor de secundaria de matemáticas. Lo que es cierto es que son disciplinas distintas, aunque no debería ser así, pero al enseñar matemáticas yo tenía que llevar a los alumnos a lo que yo ya había pasado, con los polinomios o la fórmula de la elipse, intentaba de la forma más productiva conducirlos por caminos conocidos. La situación del profesor de Artes Escénicas es completamente distinta porque uno debe compartir su experiencia y a la vez no sofocar la voz del otro, es decir, en Arte trato de ayudar a cada artista a que encuentre  su voz, que no tiene por qué parecerse a la mía. Hay que evitar la voluntad de clonación  en las artes, también en las matemáticas, en la secundaria, pero sin duda en las Artes es distinto. Yo puedo estar acompañando a un alumno, a adentrarse en terrenos que yo jamás pisaré, porque él está mirando el mundo desde  su propia singularidad, y su experiencia, que nunca será la mía.
A.P: ¿Quiénes fueron tus mentores e inspiración, aparte de Benjamin, porque lo hicieron muy bien.
J.MM: Yo tengo mi propio santoral literario, en el que están por supuesto, los griegos, Calderón, Kafka, Chéjov, Teresa de Jesús y los rusos. Luego tuve un maestro decisivo en un taller de dramaturgia, J.Antonio de la Parra. Aunque no he sido alumno suyo en una situación convencional, he estado en permanente conversación en el teatro. En el mundo del pensamiento, tengo la suerte de poder decir que Reyes Mate, además de amigo, es maestro.
A.P: Tu última obra “Elipses” o la penúltima, presentada en la librería Rafael Alberti, recoge escritos desde  el año 1990 hasta hoy.  ¿Te podrías centrar un poco sobre la idea de la “zona gris” de la que hablaba Primo Levi? Por cierto, los de su tiempo no fueron hombres, y nosotros qué somos, a la vista de todo lo que está ocurriendo?

J.M: Levi hace preguntas fundamentales en “Si eso es un hombre” y en otras obras. No me permitiré decir nada sobre el final de Levi, por ligarlo a su experiencia, pero es un enigma para mí. Hace que me pregunte muchas cosas como me  interpela también el final de Benjamin sobre el cual escribí un pequeño texto  en “Teatro para minutos”.
Hay dos enunciados  fundamentales en “Los hundidos y en los salvados”. Po un lado su caracterización de la zona gris que separa y une a víctimas y victimarios, su reflexión sobre la complejísima topología del campo que hace que no se pueda reconocer una única frontera sino que hay una multiplicidad de fronteras incluso interiores, porque  el enemigo está adentro, en la medida en que es parte de la estrategia del enemigo, atraerte a su campo, por tu mero deseo de supervivencia o su afán de poder. Y cómo esa estrategia  de culpabilización de la víctima es extraordinariamente eficaz y se resiste con dificultad.
Hay una segunda posición de Levi de la zona gris que es su advertencia de que no debemos juzgar a quienes estuvieron en la zona gris porque no se puede opinar desde fuera. Para mí esto es muy problemático porque de lo que estamos hablando es de hechos que en alguna medida consideramos negativos o inmorales, pero reconocemos con Levi, que no debemos juzgarlos. Algo así como que se juzga el hecho pero no así a quien lo practica. Levi ofrece con este concepto de la zona gris algo muy fecundo que nos llama y nos puede llevar a meditar sobre  la realidad que nos rodea y la nuestra propia. Nos podemos preguntar hasta qué punto, cada uno de nosotros, pisa cada día, la zona gris. Y entonces, si lo hacemos, nunca salimos de ella. Si miramos con falta de interés, algo que para mí es escandaloso, el hecho por ejemplo de que haya habido cinco mil muertos en el estrecho del Mediterráneo, de personas huyendo de la persecución política o del hambre, ¿podemos dormir tranquilos? Política y moralmente la noción de zona gris es muy rica y también teatralmente lo es. Es también la teatralmente más poderosa. El personaje de Himmelweg del delegado de la Cruz Roja está en la zona gris y el comandante se presenta como alguien que no debería ser juzgado y tampoco tiene capacidad. Una noción de doble cara del concepto de Levi. También en El cartógrafo hay una alusión de la zona gris. Existe un debate ahí.
A.P: ¿Seguimos siendo tan caníbales como los Neandertales, que comían el cerebro de sus compañeros para sobrevivir o nuestro canibalismo es aún mucho peor?
J.M: Yo sí creo que en cada ser humano hay una posibilidad cainita, pero también lo contrario, la capacidad de ayuda, de dar la cara por el otro y de auxiliar. Como en “Elipses”,  yo digo que es posible imaginar a Caín cuidando a Abel, cada ser humano es capaz de todo y yo también, por eso debo vigilarme, pero rechazo un pesimismo antropológico, un determinismo fatalista que acaba siendo reaccionario, quien acepta diagnósticos fatalistas, acaba separándose de toda responsabilidad. Un tema de mi obra es que otros pasados fueron posibles. Si presentamos la Shpah como algo inevitable, estamos renunciando a nuestra capacidad de actuar. Estoy convencido que la Shoah fue evitable.
A.P: Como decía Sartre, “faire le choix”, escoger?...Somos occidentales privilegiados nosotros, podemos y debemos elegir.
J.M: Estoy seguro de que es así, pero conviene ver que hay narrativas que plantean comprender cómo podrían haber sido las cosas si determinadas gentes hubieran tomado determinadas decisiones. La Guerra Civil española también fue evitable y tantos errores en la propia vida, como una cadena de acontecimientos…
A.P. Que podrían haber sido otra cosa. La situación política internacional está adquiriendo unos aspectos muy preocupantes ahora mismo…¿Qué podemos hacer según tú? Pasan cosas a las que asistimos sin hacer nada y los que pueden tampoco hacen nada por las minorías, lo que conseguimos como seres pensantes, estamos regresando con rapidez a la caverna, me parece. En otro orden de cosas, ¿qué mensaje enviarías  a los lectores de Raíces y a los probables futuros seguidores de la revista? Suelta las botellas al mar…
J.M:…
A.P: Es la primera pregunta que te has quedado pensando..
J.M: Yo a cualquier lector de cualquier medio le pediría incluso, incluso al de Raíces, que fuese aviesamente crítico y que leyese todo el tiempo entre líneas.
A.P: Entonces los pobres autores vamos a estar bloqueados, a veces, también está el tema festivo, al correr del ordenador a menudo hay un sentido del humor que yo no quiero perder, incluso en los temas serios o sobre todo en ellos, como dijo alguien. Parece que estamos condenados a mirarlo y escribirlo todo con el ceño fruncido. Está tal vez la cuestión lúdica, ¿no?
J.M: Vale, entonces corrijo mi respuesta anterior. Voy a corregirla. Yo le diría que disfrutase de cada uno de los  buenos artículos de Raíces y que si encuentra alguno que no es bueno, haga de él algo bueno, a través de su lectura crítica y en este sentido Benjamín me mostró  que no hay texto pequeño si encuentra un lector suficientemente atento, que puede hacer una lectura interesante de un texto que a priori no lo es.
A.P: Mejor escribimos buenos textos desde el principio.
J.M: Bueno, pero si no los hay…de todas formas tú no me has pedido la opinión sobre los escritores sino sobre  los lectores de la revista, entonces …
A.P: Un profesor mío del instituto Francés, Gérard Imbert nos decía, “No tenéis por qué leerlo todo”, cuando nos quejábamos de la cantidad de bibliografía indicada para el curso de la Universidad de Toulouse. Haced una selección, ojeadlo. Y para ir terminando: ¿Tú eres feliz?
J.M: Sí, yo soy feliz, soy una persona privilegiada, con la mejor suerte en los buenos encuentros. Alguien de 52 años como yo que tiene los padres, hijos, la pareja y hermanos, debe estar agradecido a la vida. Eso para empezar y luego he tenido la suerte de vivir de un trabajo que es la escritura  que siempre me hace feliz, cuando escribo y cuando no. La escritura y el teatro me ayudan a vivir. Cuando no escribo, también estoy aquí, prestando atención a la gente alrededor y sería un ingrato si contestase negativamente a tu pregunta aunque sé que desperdicio cada día momentos de alegría, que no estoy a la altura de lo que vida me ofrece…
A.P: Un psicólogo te diría que a lo mejor eres demasiado exigente…No te dejas mecer…
J.M: Yo creo que sí me dejo mecer.
A.P: Bueno, yo no te conozco bien, me estoy guiando por lo que te escucho.
J.M: Sí sé que a veces estoy preocupado por algo y luego digo ¡qué tonto! Porque he dejado que esa preocupación interfiera en un momento con un amigo o un ser querido. Siento que no estoy a la altura de lo que la vida me da, pero soy un privilegiado. Todos debemos insistir en ello. He estado corriendo hace un rato en el Retiro. Eso es maravilloso. El otro día caminando por Museo de El Prado, viendo la exposición de Metapintura. Hay muchas cosas que están allí y lo fundamental es el encuentro, la conversación con los otros. Tengo buenos amigos, una pareja a la que cada día veo más guapa y me siento orgulloso de mis hijos.
A.P. Espero formar parte de esos amigos y te agradezco el entusiasmo que has puesto en todas las respuestas, Juan.
J.M: Cada vez que salgo de una  entrevista pienso qué mal he estado, qué prepotente he sido.

Le digo que no se preocupe, que ha estado bien, que no tocaré apenas nada, más que lo que literariamente sea redundante o que solo traduciré el discurso oral para hacerlo factible y comprensible en lenguaje escrito. Ha sido fatigoso. No hubo fotos. Este hombre no da ni se da mucha tregua. Los dos tenemos prisa. Nos vamos cada uno a lo nuestro. Ha sido una entrevista muy extensa e intensa. Juan Mayorga, el hombre que nunca baja la guardia. Había mucho ruido en la cafetería del barrio, algo así, precisamente ya que se habló del tema, como en una clase de secundaria con profesor condescendiente. Un clásico. Hay que dejar reposar lo dicho y oído y por mi parte regresar con rapidez a la dacha, donde me esperan, sin entender por qué llego tan tarde, todos mis animales. Sea como fuere, igual, además, ahí queda eso.


Alicia Perris

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