En una cafetería del
castizo barrio de Manuel Becerra, nos encontramos previa cita para poner al día
algunas cuestiones de la actualidad del escritor, en la escena teatral de
Madrid, donde hay dos obras suyas en cartelera y para habar además, de su vida
y trayectoria.
A.P: Sr. Mayorga, Juan, tú no eres “El chico de la última fila” (en referencia a su obra , llevada al cine por François Ozon, con el consagrado Fabrice Luchini en el rol principal) sino el de la primera y cum laude, ¿cómo lo haces?
J.M: Hombre, te agradezco
esa forma de presentar, pero sinceramente no me siento el chico de la primera
fila en absoluto, esa es una obra en alguna medida autobiográfica, acerca de
cómo una persona descubre la escritura, que pone en escena la escritura y donde
alguien encuentra ahí su salvación y su forma de relacionarse con el mundo, de
manera que me siento más cerca de ese personaje que de cualquier alumno de la
primera fila.
A.P: No sé si la película
es bastante fiel…
J.M: Sí lo es, por lo cual
yo le estoy a Ozon muy agradecido, tengo sin embargo alguna discrepancia
respecto del final, porque en mi obra, en el encuentro final entre el alumno y
el profesor, el chico lleva al extremo la manipulación forzando al maestro a
darle un cachete. Tú que eres enseñante, estarás de acuerdo conmigo en que no
hay nada peor que pueda hacer un maestro que ejercer la violencia sobre un
alumno. De algún modo le fuerza al maestro a ejercer de macho que defiende su
territorio y dicho esto tengo que decir que la película me ha dado muchas
alegrías y este año se ha estrenado como obra de teatro en Alemania. Se ha
hecho también en tu Argentina, en Tucumán y Buenos Aires, en Corea y en Riga,
recientemente.
A.P: La dupla de este
alumno y el profesor es un poco también el vínculo entre un hijo y un padre y
no me quiero poner psicoanalítica, pero resulta un poco obvio. Es la muerte del
que le abre el camino.
J.M: Un crítico dijo que
nunca deja de haber tensión en esa relación y la educación del alumno termina
con la muerte del maestro y en ese sentido a mi juicio el final que yo defiendo
no es de conciliación sino de tensión que no tiene porqué excluir la amistad y
el amor.
A.P: Esto pasa también con
los padres…
J.M: Así es.
A.P: Tú viste la filmación
porque Luchini es uno de mis tótems y también estaba Kirstin Scott Thomas, hace
mucho teatro, lo he visto hacer grandes papeles. Es un personaje muy completo,
fascinante.
J. M: Me siento muy honrado
con que este actor haya hecho este personaje, ha sido una bendición. Hubo
también el montaje de Jorge Lavelli en París, otro argentino. La película se
presentó en muchos lugares, Scott Thomas es una actriz estupenda y ahora estoy
haciendo un guión sobre mi obra “El arte de la entrevista”, para otro film. Hay
otro proyecto sobre “La lengua en pedazos” sobre Teresa de Jesús.
A.P: Háblanos por favor
sobre Walter Benjamin…un padre del judaísmo.
J.M: Lo leí la primera vez
cuando estaba haciendo Filosofía en la Uned y la profesora Ana Lucas nos
propuso leer el texto sobre la Obra de arte en la época de su reproducibilidad
técnica”. Creo que es el primer texto de Benjamin que leo. Luego en un segundo
momento conozco a Reyes Mate, que sería mi director de tesis, que me entrega
una fotocopia sobre el concepto de historia del filósofo y decido hacer la
tesis que se llamó al final “revolución conservadora y conservación
revolucionaria..”. Benjamin ha influido más sobre mi teatro que casi cualquier
dramaturgo. Siento que estoy en constante conversación con él. Sus textos son
extraordinariamente productivos y es un visionario y una y otra vez hay
aspectos de la realidad contemporánea que me son revelados o que interpreto
gracias a la luz que me envió Benjamin.
A.P: Está también muy
presente en Francia y en Alemania. Ahora mismo hay tres obras representándose
sobre el Holocausto en Madrid. ¿Podemos relajarnos sobre este tema?
J.M: Yo creo que por un
lado, en un texto, advertía y me advertía del hecho de que no siempre tenemos que
saludar y celebrar cada representación que se hace del Holocausto, porque
algunas pueden incurrir en determinadas
obscenidades y explorando un género, utilizando estrategias de manipulación
sentimental del espectador.
A.P: Va a haber una gran
exposición sobre Auschwitz en Madrid, en el Canal.
J.M: Yo creo que por un
lado, siempre tenemos que ser cautelosos como creadores y también como
receptores. A priori no tenemos por qué
dar la bienvenida a cualquier representación del Holocausto. Dicho esto, de los tres espectáculos que están en escena, dos
son míos, uno también en la dirección y el de la Cuarta Pared no lo he visto,
pero conozco a quienes lo realizan y creo que han tratado el asunto con
delicadeza y con respeto.
Creo que es fundamental que
se hable del Holocausto y no debemos aceptar relajarnos, para mí es un doble
foco que todo lo resignifica, por un lado lanza una poderosa luz hacia atrás y
hacia adelante para preguntarnos ¿cómo se llegó a eso? ¿Cómo la cultura, las
iglesias, la civilización no fueron capaces, las ONG, qué falló y desde Atenas
probablemente. Es imposible volver a Platón, a Kant entre otros, sin tener en cuenta
Auschwitz. Es imposible contar la historia de la iglesia católica e incluso es
importante cómo se ha construido al judío como enemigo de Cristo. Auschwitz
obliga también a una reflexión además en el campo de la ciencia y nos envía a
nuestro tiempo, porque si hay que evitar las correspondencias inmediatas, sí es cierto que lo sucedido
puede dar qué pensar.
A.P: Los modelos de los
campos fueron modelos para dictaduras posteriores y estuvo todo el trapicheo de
los vencedores con los científicos alemanes nazis por parte de Estados Unidos y
la URSS con todo aquel saber tan negativo que se había adquirido. No sé quién
se llevó qué alguna vez.
J.M: Un fenómeno como el
que se ha dado en estos días con la prohibición de viajes de inmigrantes de
Trump, de siete países, eso significa marcar a unas gentes no por sus acciones
sino por su origen, una naturaleza que precede a la acción y me cuidaré mucho
de establecer una correlación inmediata
pero lo sucedido en el Tercer Reich no deja de interpelarnos. Yo rechazo esa
narrativa por la que Auschiwtz fue la aniquilación de unas víctimas jerarcas
alemanas, ese relato es insuficiente, si no se recuerda al mismo tiempo que
Europa dejó morir a sus judíos.
A.P: Eso lo dijo ya Hanna
Arendt… con la banalidad del mal.
J.M: Hay una lección moral
de los campos y es que cada ser humano es responsable de todos los demás y que
por tanto no basta una ética del No matarás, sino que tiene que haber una ética
del cuidado, y quien más lejos ha llegado en ese camino es precisamente un
pensador judío, Manuel Levinas.
A.P: Tú eres matemático,
escritor, filósofo, ¿cómo funciona la cartografía de tus dos hemisferios
cerebrales?
J.M: Yo cuando tenía 17
años tuve que optar por una carrera o incluso antes, entre ciencias y letras. Viví
aquella experiencia como un desgarro porque amaba las ciencias y en particular
las matemáticas, y por otro lado, la biblioteca de mi padre me condujo a un
mundo fascinante y por esa razón, creo que fue natural, que decidí estudiar
matemáticas y filosofía a la vez y siento que necesito las dos cosas. Pero solo
soy un aprendiz de todo.
A.P: Cuando se han creado
grupos de teatro, hecho tantas traducciones de tus obras, has recibido tantos
premios, se ven tus obras en muchos países, ¿cómo se gestiona todo esto con el
paso de los años?
J.M: Primero todo eso no
deja de producirme asombro, como el
primer día, pero por otro lado lo vivo con enorme gratitud porque sucede que,
me siento feliz cada vez que un texto mío despierta el deseo de teatro en un
grupo de actores y luego deciden mostrarlo y ese es un gran premio. Si ahora en
Parma se hacen varias de mis obras, o en Alemania o en Bulgaria hacen Hanmelin,
todo eso me hace pensar que los textos que escribí, más allá de que se recuerde
mi nombre, han sido ocasión de gente
para reunirse y para examinar la vida porque eso es lo que hacemos. De forma
muy elemental, las formas posibles de vivir. Estoy acompañado por otros, eso
también me alegra y es así como lo vivo.
A.P: ¿Cómo has conseguido
eso que hoy se llama “conciliación familiar”, con tus tres hijos, estar casado,
tanta producción?
J.M: No lo he conseguido.
Hago equilibrios cada día, tengo el enorme apoyo de mi mujer y hago lo que
puedo, pero sí intento estar muy presente en la vida de mis hijos y viceversa y
creo que pasamos mucho tiempo juntos, pero debería estar más tiempo con ellos.
A.P: ¿Cómo se vive el
escalón entre un profesor de secundaria y la cátedra de Arte Escénico en la Carlos
III?
J.M. Mira, siento nostalgia
de mi época de profesor de secundaria de matemáticas. Lo que es cierto es que
son disciplinas distintas, aunque no debería ser así, pero al enseñar
matemáticas yo tenía que llevar a los alumnos a lo que yo ya había pasado, con
los polinomios o la fórmula de la elipse, intentaba de la forma más productiva
conducirlos por caminos conocidos. La situación del profesor de Artes Escénicas
es completamente distinta porque uno debe compartir su experiencia y a la vez
no sofocar la voz del otro, es decir, en Arte trato de ayudar a cada artista a
que encuentre su voz, que no tiene por
qué parecerse a la mía. Hay que evitar la voluntad de clonación en las artes, también en las matemáticas, en
la secundaria, pero sin duda en las Artes es distinto. Yo puedo estar
acompañando a un alumno, a adentrarse en terrenos que yo jamás pisaré, porque
él está mirando el mundo desde su propia
singularidad, y su experiencia, que nunca será la mía.
A.P: ¿Quiénes fueron tus
mentores e inspiración, aparte de Benjamin, porque lo hicieron muy bien.
J.MM: Yo tengo mi propio
santoral literario, en el que están por supuesto, los griegos, Calderón, Kafka,
Chéjov, Teresa de Jesús y los rusos. Luego tuve un maestro decisivo en un
taller de dramaturgia, J.Antonio de la Parra. Aunque no he sido alumno suyo en
una situación convencional, he estado en permanente conversación en el teatro.
En el mundo del pensamiento, tengo la suerte de poder decir que Reyes Mate,
además de amigo, es maestro.
A.P: Tu última obra
“Elipses” o la penúltima, presentada en la librería Rafael Alberti, recoge
escritos desde el año 1990 hasta
hoy. ¿Te podrías centrar un poco sobre
la idea de la “zona gris” de la que hablaba Primo Levi? Por cierto, los de su
tiempo no fueron hombres, y nosotros qué somos, a la vista de todo lo que está
ocurriendo?
J.M: Levi hace preguntas
fundamentales en “Si eso es un hombre” y en otras obras. No me permitiré decir
nada sobre el final de Levi, por ligarlo a su experiencia, pero es un enigma
para mí. Hace que me pregunte muchas cosas como me interpela también el final de Benjamin sobre
el cual escribí un pequeño texto en
“Teatro para minutos”.
Hay dos enunciados fundamentales en “Los hundidos y en los
salvados”. Po un lado su caracterización de la zona gris que separa y une a
víctimas y victimarios, su reflexión sobre la complejísima topología del campo
que hace que no se pueda reconocer una única frontera sino que hay una
multiplicidad de fronteras incluso interiores, porque el enemigo está adentro, en la medida en que
es parte de la estrategia del enemigo, atraerte a su campo, por tu mero deseo
de supervivencia o su afán de poder. Y cómo esa estrategia de culpabilización de la víctima es
extraordinariamente eficaz y se resiste con dificultad.
Hay una segunda posición de
Levi de la zona gris que es su advertencia de que no debemos juzgar a quienes
estuvieron en la zona gris porque no se puede opinar desde fuera. Para mí esto
es muy problemático porque de lo que estamos hablando es de hechos que en
alguna medida consideramos negativos o inmorales, pero reconocemos con Levi,
que no debemos juzgarlos. Algo así como que se juzga el hecho pero no así a
quien lo practica. Levi ofrece con este concepto de la zona gris algo muy
fecundo que nos llama y nos puede llevar a meditar sobre la realidad que nos rodea y la nuestra
propia. Nos podemos preguntar hasta qué punto, cada uno de nosotros, pisa cada
día, la zona gris. Y entonces, si lo hacemos, nunca salimos de ella. Si miramos
con falta de interés, algo que para mí es escandaloso, el hecho por ejemplo de
que haya habido cinco mil muertos en el estrecho del Mediterráneo, de personas
huyendo de la persecución política o del hambre, ¿podemos dormir tranquilos? Política
y moralmente la noción de zona gris es muy rica y también teatralmente lo es. Es
también la teatralmente más poderosa. El personaje de Himmelweg del delegado de
la Cruz Roja está en la zona gris y el comandante se presenta como alguien que
no debería ser juzgado y tampoco tiene capacidad. Una noción de doble cara del
concepto de Levi. También en El cartógrafo hay una alusión de la zona gris. Existe
un debate ahí.
A.P: ¿Seguimos siendo tan
caníbales como los Neandertales, que comían el cerebro de sus compañeros para
sobrevivir o nuestro canibalismo es aún mucho peor?
J.M: Yo sí creo que en cada
ser humano hay una posibilidad cainita, pero también lo contrario, la capacidad
de ayuda, de dar la cara por el otro y de auxiliar. Como en “Elipses”, yo digo que es posible imaginar a Caín
cuidando a Abel, cada ser humano es capaz de todo y yo también, por eso debo
vigilarme, pero rechazo un pesimismo antropológico, un determinismo fatalista
que acaba siendo reaccionario, quien acepta diagnósticos fatalistas, acaba
separándose de toda responsabilidad. Un tema de mi obra es que otros pasados
fueron posibles. Si presentamos la Shpah como algo inevitable, estamos
renunciando a nuestra capacidad de actuar. Estoy convencido que la Shoah fue
evitable.
A.P: Como decía Sartre,
“faire le choix”, escoger?...Somos occidentales privilegiados nosotros, podemos
y debemos elegir.
J.M: Estoy seguro de que es
así, pero conviene ver que hay narrativas que plantean comprender cómo podrían
haber sido las cosas si determinadas gentes hubieran tomado determinadas
decisiones. La Guerra Civil española también fue evitable y tantos errores en
la propia vida, como una cadena de acontecimientos…
A.P. Que podrían haber sido
otra cosa. La situación política internacional está adquiriendo unos aspectos
muy preocupantes ahora mismo…¿Qué podemos hacer según tú? Pasan cosas a las que
asistimos sin hacer nada y los que pueden tampoco hacen nada por las minorías,
lo que conseguimos como seres pensantes, estamos regresando con rapidez a la
caverna, me parece. En otro orden de cosas, ¿qué mensaje enviarías a los lectores de Raíces y a los probables
futuros seguidores de la revista? Suelta las botellas al mar…
J.M:…
A.P: Es la primera pregunta
que te has quedado pensando..
J.M: Yo a cualquier lector de
cualquier medio le pediría incluso, incluso al de Raíces, que fuese aviesamente
crítico y que leyese todo el tiempo entre líneas.
A.P: Entonces los pobres
autores vamos a estar bloqueados, a veces, también está el tema festivo, al
correr del ordenador a menudo hay un sentido del humor que yo no quiero perder,
incluso en los temas serios o sobre todo en ellos, como dijo alguien. Parece
que estamos condenados a mirarlo y escribirlo todo con el ceño fruncido. Está
tal vez la cuestión lúdica, ¿no?
J.M: Vale, entonces corrijo
mi respuesta anterior. Voy a corregirla. Yo le diría que disfrutase de cada uno
de los buenos artículos de Raíces y que
si encuentra alguno que no es bueno, haga de él algo bueno, a través de su
lectura crítica y en este sentido Benjamín me mostró que no hay texto pequeño si encuentra un
lector suficientemente atento, que puede hacer una lectura interesante de un
texto que a priori no lo es.
A.P: Mejor escribimos
buenos textos desde el principio.
J.M: Bueno, pero si no los
hay…de todas formas tú no me has pedido la opinión sobre los escritores sino
sobre los lectores de la revista,
entonces …
A.P: Un profesor mío del
instituto Francés, Gérard Imbert nos decía, “No tenéis por qué leerlo todo”,
cuando nos quejábamos de la cantidad de bibliografía indicada para el curso de
la Universidad de Toulouse. Haced una selección, ojeadlo. Y para ir terminando:
¿Tú eres feliz?
J.M: Sí, yo soy feliz, soy
una persona privilegiada, con la mejor suerte en los buenos encuentros. Alguien
de 52 años como yo que tiene los padres, hijos, la pareja y hermanos, debe
estar agradecido a la vida. Eso para empezar y luego he tenido la suerte de
vivir de un trabajo que es la escritura
que siempre me hace feliz, cuando escribo y cuando no. La escritura y el
teatro me ayudan a vivir. Cuando no escribo, también estoy aquí, prestando
atención a la gente alrededor y sería un ingrato si contestase negativamente a
tu pregunta aunque sé que desperdicio cada día momentos de alegría, que no
estoy a la altura de lo que vida me ofrece…
A.P: Un psicólogo te diría
que a lo mejor eres demasiado exigente…No te dejas mecer…
J.M: Yo creo que sí me dejo
mecer.
A.P: Bueno, yo no te conozco
bien, me estoy guiando por lo que te escucho.
J.M: Sí sé que a veces
estoy preocupado por algo y luego digo ¡qué tonto! Porque he dejado que esa
preocupación interfiera en un momento con un amigo o un ser querido. Siento que
no estoy a la altura de lo que la vida me da, pero soy un privilegiado. Todos
debemos insistir en ello. He estado corriendo hace un rato en el Retiro. Eso es
maravilloso. El otro día caminando por Museo de El Prado, viendo la exposición
de Metapintura. Hay muchas cosas que están allí y lo fundamental es el
encuentro, la conversación con los otros. Tengo buenos amigos, una pareja a la que
cada día veo más guapa y me siento orgulloso de mis hijos.
A.P. Espero formar parte de
esos amigos y te agradezco el entusiasmo que has puesto en todas las
respuestas, Juan.
J.M: Cada vez que salgo de
una entrevista pienso qué mal he estado,
qué prepotente he sido.
Le digo que no se preocupe,
que ha estado bien, que no tocaré apenas nada, más que lo que literariamente
sea redundante o que solo traduciré el discurso oral para hacerlo factible y
comprensible en lenguaje escrito. Ha sido fatigoso. No hubo fotos. Este hombre
no da ni se da mucha tregua. Los dos tenemos prisa. Nos vamos cada uno a lo
nuestro. Ha sido una entrevista muy extensa e intensa. Juan Mayorga, el hombre
que nunca baja la guardia. Había mucho ruido en la cafetería del barrio, algo
así, precisamente ya que se habló del tema, como en una clase de secundaria con
profesor condescendiente. Un clásico. Hay que dejar reposar lo dicho y oído y
por mi parte regresar con rapidez a la dacha, donde me esperan, sin entender
por qué llego tan tarde, todos mis animales. Sea como fuere, igual, además, ahí
queda eso.
Alicia Perris
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