miércoles, 12 de abril de 2017

EGIPTO. ARTE EN LA CIUDAD DE LOS MUERTOS

Una joya de la arquitectura mameluca, a la vez cementerio y asentamiento chabolista, se convierte en laboratorio creativo
FRANCISCO CARRIÓN  El Cairo
Cae la tarde y los niños corretean por las callejuelas, acostumbrados al paisaje de mausoleos y lápidas que despunta a su alrededor. Millones de vivos habitan «la ciudad de los muertos», un cementerio plantado sobre una árida llanura en el este de El Cairo donde el bullicio acompaña siempre el descanso eterno. En el camino hacia el complejo palaciego del sultán Al Ashraf Qaytbay, una joya de época mameluca del siglo XV, las tapias y fachadas de las viviendas asaltan al transeúnte con una imagen inesperada. Sobre los muros han crecido grafitis donde gatos y ratones de mirada rabiosa libran batalla. «Son obra de Franek Mysza, una suerte de Banksy polaco», explica su compatriota Agnieszka Dobrowolska, una arquitecta que ha convertido un rincón del camposanto en un prometedor cuartel del arte contemporáneo en la tierra de los faraones. «Es un proyecto que trata de combinar la rehabilitación del patrimonio con el desarrollo social de las personas que viven alrededor y la promoción de artistas internacionales y locales», esboza la artífice de un experimento insólito en una zona degradada de la capital egipcia, alejada de galerías y museos.

El epicentro de la aventura es una de las estancias de un inmenso recinto funerario levantado por el sultán, uno de los últimos monarcas mamelucos que reinó durante 29 años y dejó un vasto legado de arte y arquitectura. En su geografía figuran, además, dos sabil-kuttab -una fuente que albergaba, en una segunda planta, una escuela coránica-; una mezquita; un edificio de habitaciones para peregrinos y visitantes y el panteón de la familia del rey. Hace un año, con financiación de la Unión Europea, el equipo de Dobrowolska sometió a un profundo lavado de cara al maqad, la recepción del palacio y una de las ocho estancias del complejo inicial construido en 1474 que aún permanecen en pie. «Cuando comenzamos la renovación, esta plaza estaba llena de basura. La rehabilitación era un objetivo pero no el único. Para conservar las estancias hay que reutilizar el espacio. Reformarlo y cerrarlo hubiera dilapidado rápidamente el trabajo», advierte la arquitecta desde el patio de un monumento incluido en la lista de patrimonio mundial de la Unesco.Desde hace meses, el páramo acoge talleres e iniciativas artísticas. «El proyecto está cambiando la apariencia de la zona. Los artistas que nos visitan son excelentes y hay mucho respeto mutuo», desliza Ahmed Said, un fontanero que desde su nacimiento reside en un destartalado edificio junto a la verja del complejo palaciego. «Estamos acercando la cultura a quienes hasta ahora no habían tenido acceso a ella. Es una comunidad muy desfavorecida de bajos ingresos», arguye la principal adalid de la iniciativa.La última artista en recalar en este horizonte de panteones es la alemana Claudia von Funcke, autora de una videoinstalación que yuxtapone detalles de fachadas, calles, plazas, mezquitas, iglesias o estructuras de la megalópolis cairota. «En Europa los cementerios son lugares silenciosos. Aquí, en cambio, nada está muerto», confiesa.


http://www.elmundo.es/cultura/2017/04/10/58eb373422601d7e758b459e.html

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