Pedro Sánchez participa en el Consejo Europeo por videoconferencia
el 26 de marzo. MONCLOA
Europa está resultando un poco antieuropea, lo que viene a ser como
si El Corte Inglés, la Renault, Nissan, Mercadona, Alcampo o el BBVA se
detestaran a sí mismos o a sí mismas, qué lástima. Bueno, hay matrimonios que
se rompen en la noche de bodas y escritores cuya última voluntad es que se haga
una pira con sus obras completas. Hay poetas que se pegan un tiro frente al
espejo, como para matarse dos veces, y organismos que sufren reacciones
alérgicas ante su propio semen, todo ello por no hablar de las guerras civiles
en las que vecinos y hermanos se fusilan mutuamente al paso alegre de la paz,
etcétera. También hay familias desfamiliarizadas e individuos desindividuados.
Muchos adoramos las grasas industriales, que nos producen colesterol, y
rechazamos las verduras frescas, que nos lo quitan.
Que Europa no se ame a sí misma quizá sea un reflejo del resto de
las contradicciones que aquejan a los seres humanos y a las instituciones por
ellos levantadas. Aquí, los analistas más conspicuos se han referido siempre a
Europa como si, lejos de formar parte de ella, fuéramos una de sus colonias:
Europa ordena esto, Europa manda lo otro, Europa decreta lo de más allá, que es
como si yo hablara de mi hígado como si se encontrara en Indonesia. Somos
teóricamente Europa, pero emocionalmente la describimos como a la madrastra de
los cuentos, sobre todo después de asistir al modo en que se ensañó con Grecia
cuando lo de entonces. Lo peor es que lo hizo por su bien, que es la excusa de
los profesores partidarios del castigo físico. Soy europeísta hasta el tuétano,
pero no sé si tiene sentido ser más papista que el Papa.
A lo que íbamos es que Europa debería liberar eurobonos como el sistema
inmune segrega anticuerpos.
https://elpais.com/elpais/2020/04/02/opinion/1585822376_122044.html
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