El cineasta británico se confiesa muy preocupado ante la pandemia,
y considera que al final, en lo social, se vuelve una y otra vez “a luchar las
mismas batallas”
El director de cine Ken Loach, retratado en el festival de cine de
San Sebastián, el pasado septiembre.GORKA ESTRADA
GREGORIO BELINCHÓN
Hace 10 días, corrió el rumor en Internet de que las películas de
Ken Loach (Nuneaton, Inglaterra, 83 años) iban a ser liberadas en su canal de
YouTube. No tenía sentido: los derechos audiovisuales de las obras pertenecen a
diferentes compañías según los territorios en los que se hayan vendido y los
tiempos estipulados en cada contrato, pero tras contactar con Loach para
desmentir la posibilidad, se abrió una puerta: le apetecía una charla.
Así fue como el pasado jueves, a primera hora de la mañana
española, más pronto aún en Bath, la ciudad al suroeste de Inglaterra en la que
vive el doble ganador de la Palma de Oro de Cannes –por El viento que agita la
cebada y Yo, Daniel Blake-, sonó el teléfono. “Hola, soy Ken. ¿Cómo estás?”. La
voz de Loach es muy característica: quebradiza y doliente, suave, envuelve en
cambio un discurso firme en pro de los derechos humanos y de los trabajadores.
Un ejemplo: en 1971 la ONG Save The Children –que entonces nada se parecía a la
actual- le contrató para que rodara un documental sobre su labor. Loach lo
filmó, lo entregó y los directivos de Save The Children escondieron la película
en un cajón: a pesar de que eran los clientes, el cineasta decidió mostrar el
racismo y el clasismo de lo que en aquella época era “una empresa de caridad
mal entendida”, dijo años después. Desde 1990 con Agenda oculta, se ha
convertido en la voz más popular de cine de autor de izquierdas. Y muy atento a
la deshumanización laboral de las nuevas tecnologías, como mostró su último
filme, Sorry We Missed You (2019).
Pregunta. ¿Cómo se
encuentra?
Respuesta. Bien. Con mi esposa. Tranquilo. Y preocupado. Dedico el
tiempo a hablar con amigos.
P. ¿Está trabajando
en algo?
R. No en algo concreto. Hablo con Paul [Laverty, su coguionista,
que vive en Edimburgo] mucho, pero no estoy con ánimo.
P. La pandemia no da
respiro.
R. Vivo en un país con un Gobierno incompetente. No hubo planes de
contingencia, con médicos y enfermeras trabajando sin la protección adecuada,
han dejado tirados a los cuidadores de ancianos, y por tanto, a esos ancianos.
Sabían que el virus venía y no se anticiparon. Puedo entender a Gobiernos como
el español o el italiano, porque fueron los primeros en encarar a la Covid-19
en Europa, ¿pero el británico? Os estabais encerrando en España, y quiero
enviar mi solidaridad a las familias de los fallecidos en tu país, y aquí Boris
Johnson primó salvar a la economía antes que a sus conciudadanos. Es un fracaso
rotundo. Viven para los mercados, y los mercados les dejaron tirados. La
información que nos ha llegado sobre quién podía salir o no ha sido
absolutamente confusa. Claro que hay que industrias que tienen que trabajar,
pero en edificios seguros, ¿no? Aunque en condiciones adecuadas. Y esta
confusión ha provocado una ola de rabia…
P. ¿Cómo calificaría
a Boris Johnson?
R. La situación recuerda mucho a la de hace un siglo, cuando se
inició la Primera Guerra Mundial. Centenares de miles de jóvenes soldados
fueron enviados al frente a morir, tratados como burros. Hoy, Johnson trata
igual al personal sanitario: como burros.
P. Siempre se ha
definido como optimista. ¿Incluso ahora?
R. [risas] Depende de cómo lo midamos. Supongo que tiene que ver
con la gente que te rodea, incluso con quien te gobierna. Hoy, desde luego, no
lo soy. Estoy bastante asustado por mi familia. Mis hijos y nietos viven en
Londres y Bristol, y son zonas de riesgo asoladas por un virus descontrolado.
P. Usted filmó un
documental, El espíritu del 45, sobre el espíritu de solidaridad que unió a los
británicos durante la Segunda Guerra Mundial, y la posibilidad de haber creado
una sociedad más justa al acabar el conflicto bélico. ¿Podríamos vivir un
momento similar?
R. Bueno, la diferencia es que entonces la gente quería un cambio.
Y había un liderazgo en ese camino. Hasta que los políticos acabaron con
aquello. Aquí, hoy, Jeremy Corbyn ha sido apartado del liderazgo del Partido
Laborista tras recibir durante años ataques desaforados. Y me temo que los
laboristas volverán a ser un centro descafeinado. Hemos perdido la oportunidad,
el estado anímico es otro.
P. También hay una
gran preocupación por toda Europa por el desmantelamiento del Estado de
bienestar.
R. Puede que sea el final…, o su renacimiento. Porque la gente ha
entendido la necesidad de tener una sanidad pública en condiciones. Solo lo
público nos sacará adelante. ¿Sabes qué he visto con los años? Que siempre
estamos luchando las mismas batallas. Una y otra vez. La falta de principios
provoca falta de organización que a su vez provoca mal análisis. Y caen las
fichas. A eso nos lleva el capitalismo furibundo.
P. ¿Es tiempo para
apostar aún más por la democracia?
R. Sí, pero Hitler ganó unas elecciones. Es tiempo de buenos
análisis y de solidaridad y de ayuda. ¡Es que Trump fue elegido por votantes!
La democracia siempre ha estado llena de buenas intenciones, y siempre ha sido
aprovechada por los corruptos. Los políticos deben mirarse menos a sí mismos y
más a los votantes, a la maltratada clase trabajadora. Seguimos viviendo el
conflicto entre explotados y quienes se llevan el dinero. Y vivimos el triunfo
de la propaganda, financiada por los partidos de derecha y ultraderecha. Estos
días, como pequeño ejemplo, yo estoy sufriendo de nuevo ataques por mi posición
antiisraelí. Llevo 30 años padeciéndolos. Por suerte, mis amigos judíos
entienden que estoy en contra del comportamiento de un Estado que oprime a los
palestinos, y no en contra de una religión.
P. El Brexit suena
ya a pesadilla lejana.
R. Pero sigue ahí, nada va a cambiar. Quiero ver cómo va a cambiar
la Unión Europea, si va a ser capaz de convertirse en algo más que en una
asociación económica y proteger a los europeos. Y a proteger la democracia
incluso entre sus miembros, no permitiendo pasos como los que se están dando en
Hungría.
P. ¿Le da tiempo a
ver películas? Hay una oleada de cultura gratis o accesible desde casa.
R. ¡Qué va! Con responder cartas se me va el tiempo. Camino algo
porque vivo a las afueras. Hablo con la familia. Disfruto más de las cosas
sencillas. Ahora, creo que la cultura debe de tener un valor, porque sus
creadores tienen que ser remunerados.
P. ¿Sale al aplauso
diario?
R. No, porque solo tengo de testigos a los pájaros y los árboles.
Pero constantemente pienso en el personal sanitario, y en la hipocresía del
Gobierno de enviarles sin material adecuado y a la vez aplaudir cada tarde.
"NO ME PUEDO
OLVIDAR DE QUIENES CUIDAN A LOS ANCIANOS"
Durante el pasado festival de San Sebastián, Ken Loach dedicó un
día, el último de su estancia, a apoyar con su presencia en una acampada a las
trabajadoras de las residencias de ancianos de Gipuzkoa, que se encontraban en
huelga por sus condiciones laborales. Lo hizo sin que lo supiera la prensa,
pero posó junto a todo el que se lo pidió. "Antes de que colguemos, quiero
enviarles un gran abrazo. Porque son gente que viven en un equilibrio muy
precario mientras cuidan de otros. Sé que su situación ha empeorado aún más si
cabe. No las olvido".
https://elpais.com/cultura/2020-04-06/ken-loach-solo-lo-publico-nos-sacara-adelante.html
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