ANAMNESIS DE LA VOZ
En el marco del Festival
Territorios Teatrales Transitables 2019, el Institut Français acoge la compañía
Residui Teatro con una presentación de Jarosław
Fret, director del Grotowski Institute
y de la Cía Teatr ZAR (de Polonia). Acompañó
en la organización el incansable equipo del Instituto Polaco de Cultura, en Madrid. (Organizaron a la vez, el
Ciclo de Cine Polaco en la capital de España en otro marco).
Jarosław Fret, director del
Grotowski Institute y de la Cía Teatr ZAR (Polonia), según reza las palabras de
introducción al evento,” nos explicó cómo la voz constituye nuestra presencia.
« Anamnesis de la voz », explora el camino al autodescubrimiento de la voz como
una substancia y como una esencia que une la respiración, la voz y la memoria
en una sola experiencia.
Su intervención parte del principio de considerar un texto como un elemento ajeno a nosotros que debemos permitir entrar a nuestro cuerpo. El teatro a través de la anamnesis puede transmitir y transgredir esa experiencia. Se trata aquí no de una conferencia en sentido canónico, sino más bien de una presentación desde la etimología de la palabra griega, anamnesis, recuerdo, historia, y una película sobre el genocidio armenio”.
Ocurre que la muerte de casi dos millones de armenios antes de la 1ra Guerra Mundial (1915), forma parte de la limpieza étnica que determinados pueblos, vienen ejercitando como verdaderos predadores, sobre la continuidad y la supervivencia de otros. Supuestamente rivales por cuestiones políticas, hegemónicas, religiosas, o simplemente, territoriales o de control de los recursos y riquezas. Tal vez por el color de la piel o las costumbres., diferentes, de unos y otros. Temas muy vinculados a la memoria común y el rol del testigo, como bien describieron diacrónica y sincrónicamente los judíos de todo el mundo después de los sucesivos progroms y la Shoá.
LA VOZ, LA MÚSICA
MODAL Y LA RECONSTRUCCIÓN DE UN PUEBLO DESPUÉS DE GENOCIDIO
En su regreso a
Estambul y los territorios ocupados por los armenios del antiguo Imperio
Turco, los visitantes recuperan gracias a la música grupal, modal y la voz como
un eco como una queja, una herida en todos los resonadores de su cuerpo.
En unas declaraciones a un medio madrileño, Jaroslaw Fret expresó:
«Nuestra vuelta a los orígenes del teatro, a cuando era una manifestación
mística, incluso religiosa, tiene la finalidad de recrear aquel fenómeno
litúrgico e interhumano en el que la energía de la congregación se
transformaba. Este es el momento en que el corazón de la comunidad, donde la
transformación toma lugar, se detiene», explica el director polaco Jaroslaw
Fret, fundador a principios del siglo XXI de la compañía Teatr ZAR. Continuadora
natural del legendario «Teatro pobre» y las teorías escénicas del
revolucionario maestro Jerzy Grotowski.
Y luego comenta: «Recuperamos el teatro tal como era antes de que
el arte se rompiera en diferentes disciplinas y estilos. Abordamos temas que,
en el mundo contemporáneo, parecen estar reservados solo para el dominio
religioso».
El origen de este grupo teatral, aparte de su herencia europea, se
inicia con un viaje del propio Fret junto a la artista Kamila Klamut al
Cáucaso, «una expedición para investigar las tradiciones musicales más
olvidadas. Nuestras continuas investigaciones sobre Georgia entre 1999 y 2003
han dado forma a un grupo multinacional y han generado un conjunto de trabajos
basados en la fusión entre el lenguaje teatral y numerosas manifestaciones
musicales encontradas en Oriente y Occidente. Incluyendo un núcleo de canciones
polifónicas de siglos de antigüedad que hunden sus raíces en los orígenes de la
humanidad.
De hecho, de ahí surge el nombre de la compañía, «Zar es el nombre de las canciones funerarias cantadas por la tribu svan, que habitan las regiones altas del Cáucaso en el noroeste de Georgia».
La preparación para el canto es insistente, ritualista. La única manera de trabajar es en conjunto, en comunidad, en este caso abierta a personas ajenas históricamente al pueblo armenio, pero cercanas en la filosofía del respeto a la vida y a las tradiciones de los pueblos.
La notación musical, arcaizante, pero rigurosa en las interpretaciones. El boato y el despliegue del dorado y el encendido de las velas en la iglesia bizantina de los ortodoxos no comunica necesariamente con una geografía explosiva, hacia el exterior, con un mundo de riqueza, sino con el intento de acercamiento a la comunidad. La voz, instrumento elegido para la conexión con el Otro y los otros.
Se canta en casa, como cuando se reza, en el templo y en la destruida ciudad de Anatolia, donde se escucha aún el temblor de los caídos asesinados por los perpetradores, en la vecindad de un convento que duró mil años y todavía se mantiene en pie.
De hecho, de ahí surge el nombre de la compañía, «Zar es el nombre de las canciones funerarias cantadas por la tribu svan, que habitan las regiones altas del Cáucaso en el noroeste de Georgia».
LA VOZ, LA MÚSICA
MODAL Y LA RECONSTRUCCIÓN DE UN PUEBLO DESPUÉS DE GENOCIDIO
En su regreso a Estambul y los territorios ocupados por los
armenios en el antiguo Imperio Turco, los visitantes recuperan gracias a la
música grupal, modal y la voz como un eco, una queja, una herida en todos los resonadores de su cuerpo.
La preparación para el canto es insistente, ritualista. La única manera de trabajar es en conjunto, en comunidad, en este caso abierta a personas ajenas históricamente al pueblo armenio, pero cercanas en la filosofía del respeto a la vida y a las tradiciones de los pueblos.
La notación musical, arcaizante, pero rigurosa en las interpretaciones. El boato y el despliegue del dorado y el encendido de las velas en la iglesia bizantina de los ortodoxos no comunica necesariamente con una geografía explosiva, hacia el exterior, con un mundo de riqueza, sino con el intento de acercamiento a la comunidad. La voz, instrumento elegido para la conexión con el Otro y los otros.
Se canta en casa, como cuando se reza, en el templo y en la destruida ciudad de Anatolia, donde se escucha aún el temblor de los caídos asesinados por los perpetradores, en la vecindad de un convento que duró mil años y todavía se mantiene en pie.
Antes de partir, alguien coloca una piedra en la base de los
capiteles, como si la magia de la fe pudiera apartarlo de la amenaza del
derrumbe, con algún terremoto o movimiento de tierras. Hay una trascendencia
hacia lo universal en ese gesto pequeño, modesto. Una voluntad cósmica.
En esta ocasión con Anamnesis
de la voz, se rastrea una experiencia con una pareja de armenios que viven
en París en un estado espiritual y religioso que evoca casi la ortodoxia, en su
regreso a Estambul y a Anatolia. Se trata de una vuelta atrás tratando de
exhumar la memoria, los recuerdos y la historia de sus antiguos compañeros de
etnia, de comunidad, antes que los turcos de ese momento decidieran sepultarlos
para siempre en las sombras de la nada.
Es una propuesta que pertenece a la trilogía Anamnesis, que
significa «reminiscencia», y que está dedicada a recordar a los excluidos,
asesinados y abandonados. Hipocresía de la historia confrontada con el deber de
dar testimonio, porque, «¿Qué significa ser un testigo? Tratamos de investigar
cómo una experiencia común puede transmitirse. ¿Cómo puede un intérprete
convertirse en un hilo de testimonio, activando y acelerando el proceso profundo
de recordar, esa anamnesis, en cada espectador?», explica Fret. «La memoria
humana es muy fluida, muy tendente al olvido», reflexiona el director, «por lo
que el trabajo del artista o el intérprete consiste en crear huellas, grietas,
que transmitan preguntas relacionadas con la dignidad e identidad humanas».
De esta manera, argumenta el director polaco, «, La historia de la
ignorancia también incluye la historia del intento social por construir un
clima de silencio para combatir la violencia. Los eventos en Anatolia a
principios del siglo XX propician un debate más amplio sobre las lecciones de
«testificar después de presenciar», que siempre se convierten en lecciones de
identidad”.
La primera pregunta que le hice a bocajarro en una entrevista para
la radio, a la valiente y dispuestísima señora embajadora de Polonia con sede
en Madrid, mi admirada Marzenna Adamczyk, fue “¿Cómo Polonia gestiona la Shoá?”
Siguió una charla seria pero décontractée que tuve que interrumpir motu proprio
para dejar trabajar a una de las diplomáticas más agudas y activas con que
cuenta el cuerpo en España y probablemente en el resto de Europa.
Está claro que Polonia, país de invasiones en su territorio, sangre y violencia desde diferentes pueblos y países del exterior a lo largo de su trayectoria como nación, asume las contingencias políticas- unas y otras- que le tocó vivir, donde existe el recuerdo y la responsabilidad asumida para con los sacrificados y las víctimas de todos los bandos y en todas las situaciones.
Entonces, desde ese posicionamiento, se empieza a comprender el
motivo por el que una compañía polaca recoge una memoria y un sentir
comunitario tan poco propio en el tiempo y en la geografía.
En opinión de Jaroslaw Fret,
que viaja con sus experiencias de memoria por todo el mundo, (París, Salónica,
Londres, Roma, Los Ángeles, recientemente Lisboa…), su intento «no son
experiencias exóticas a pesar de la distancia en el tiempo y el espacio, sino
extremadamente humanas. Mi objetivo es romper el silencio, mostrar a las personas
lo que significa ser rechazado, recordar la historia, la dignidad, la
humanidad, la importancia de ser un testigo. Gentes de diferentes culturas y
tradiciones se conmueven igualmente».
Y ahí quedó eso, con un público que no llenaba en número la sala acogedora
del Instituto Francés para actuaciones, cine o conferencias, pero que la habitó
seguramente mucho más allá de lo que encuadran sus fronteras físicas. El
Instituto Francés, al que quisieron disolver en un momento de ceguera pasajera,menos mal, las autoridades de su país, sigue siendo un faro cosmopolita y
multicultural, donde cualquier persona de la parte que sea del mundo,que tenga algo que decir, que
manifestar o que relatar, puede incorporarse a una narrativa siempre en marcha
y actual. De grupo, de convivencia, de tolerancia sobre todo.
Alicia Perris
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