domingo, 20 de octubre de 2019

RETORNO A ÍTACA: EL CASERÍO, DE GURIDI, EN EL TEATRO DE LA ZARZUELA, CONCLUYE CON MUCHAS FUNCIONES DE ÉXITO Y APLAUSOS

El Caserío, de Jesús Guridi (Vitoria, 1886- Madrid, 1961), libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Comedia lírica en 3 actos. Teatro de La Zarzuela, sábado 19 de octubre de 2019. Primer cast.

Esta reposición (procedente del Teatro Arriaga de Bilbao y el Campoamor de Oviedo, de 2011) en el coliseo de la madrileña calle de Jovellanos, cerró con 14 representaciones, a cargo de dos elencos vocales diferentes, del 3 al 20 de octubre de 2019 inclusive.


Ficha Artística
Dirección musical, Juanjo Mena
Dirección de escena, Pablo Viar
Escenografía, Daniel Bianco
Vestuario, Jesús Ruiz
Iluminación, Juan Gómez-Cornejo
Coreografía, Eduardo Muruamendiaraz

Reparto
Ana Mari, RAQUEL LOJENDIO
Tío Santi ÁNGEL ÓDENA
José Miguel, ANDEKA GORROTXATEGI
Inosensia, MARIFÉ NOGALES
Txomin, PABLO GARCÍA LÓPEZ 
Eustasia, ITXARO MENTXAKA
Manu, EDUARDO CARRANZA
Don Leoncio, JOSÉ LUIS MARTÍNEZ
Aukeran Dantza Konpainia, Director: Eduardo Muruamendiaraz
Bailarines: Garazi Beloki, Garazi Egiguren, Ander Errasti, Eneko Galdós, Ekain Kazabon, Oier Laborde, Eduardo Muruamendiaraz, Uxue Urruzola, Itziar Uzkudun
Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro de La Zarzuela
Coro Titular del Teatro de La Zarzuela, Director: Antonio Fauró


No hace falta explicar que el universo de la zarzuela como género, no se limita al ámbito geográfico de Madrid (y en este particular suele abundar el director del Teatro de La Zarzuela, Daniel Bianco, siempre acertado y fértil en la elección de repertorios y artistas), sino que irradia a otros sitios de España, así como la jota, como forma de danza, no solo es aragonesa, como allende las fronteras peninsulares se podría pensar, sino que además las hay segovianas, manchegas, etc.

De todas formas, sacar el tema territorial en lo cultural (artístico, musical, teatral, literario), en fin, ideológico, en lo que atañe a las diferentes características identitarias de los multicelulares pueblos que componen la geografía de Cervantes, es arduo y siempre hay discrepancias, cuando no disputas. Así que, hilvanaremos estas aseveraciones, antes que establecer una costura hecha de forma más indeleble. Hay interpretaciones y gustos, para todos.

Han pasado ya 93 años desde el estreno en este mismo escenario del Teatro de la Zarzuela de El caserío de Guridi, expresión del alma, la raza y la tierra vasca que tras 42 años de ausencia de estas tablas de la plazuela de Jovellanos, ahora vuelve renovado para comenzar la nueva temporada en una producción de éxito que se ha representado en distintas ocasiones desde 2011.

Se presentan de una forma estereotipada personajes típicos: el cura, el alcalde, el secretario, el indiano rico, la tabernera... y la solución consanguínea en el matrimonio (se casan los primos hermanos) para conservar la herencia en la narrativa rural. Usan un habla característica, con acentos y giros propios del país. Así como recursos habituales en la tradición musical vasca como el zortziko.

A pesar de que su obra puede resultar estéticamente descolocada con respecto a las corrientes vanguardísticas, Jesús Guridi se encuadra en la Generación de Falla, el equivalente musical a la Generación del 98 en otro terreno. Los maestros pertenecientes a este grupo asumieron el reto de llevar a la práctica el regeneracionismo por medio del nacionalismo musical español, utilizando el folklore como medio, y no como fin y a través de una concepción tonal de la música.

Podríamos hablar en este caso de estética nacionalista, en la que destaca no solo su país, sino también su tierra fundacional. De esta forma, el nacionalismo guridiano se vincula a las esencias, forjado en su propio estilo y conservado durante toda su producción.

Además, aparte de los viajes y cambios de residencia con la familia, Guridi no solo vivió en su sitio de origen, sino que, en el año 1903, gracias al soporte económico de su mecenas, el Conde Zubiria, Guridi se trasladó a París e ingresó en la Schola Cantorum. Allí, estudió piano, órgano, contrapunto y composición con el Maestro Vicent d’Indy, y compaginó sus estudios con un considerable trabajo de creación y con una intensa actividad musical.

El París de la Belle époque le ofreció oportunidades que supo aprovechar: visitaba museos y las calles artísticas de Montmartre, iba al teatro y a la ópera y habitualmente a escuchar el órgano a Notre Dame. Allí viajó con el cura y musicólogo Resurrección María de Azkue, con quien entablará una estrecha y duradera amistad. Es entonces, cuando publica su primera obra, “Quatorze mordeaux pour piano”.

Algún tiempo después, junto a Azkue, decidió continuar sus estudios en Bélgica. Con este nuevo traslado se inaugura su mejor época como estudiante internacional y compositor. En Bruselas recibió clases particulares de órgano y composición por parte del maestro Joseph Jogen, también asistió a prestigiosas representaciones en el Teatro Real de Monnaie y frecuentó tertulias junto a artistas e intelectuales de gran reconocimiento, como Manuel de Falla o Isaye, que empujaron su aprendizaje musical.

Poco después completó por fin sus estudios en Colonia y en Munich con el maestro Neitzel, perfeccionando sus técnicas de instrumentación y armonía. Sin embargo y contrariando la tendencia general a la bohemia imperante en la capital francesa, y a diferencia de la mayoría de sus coetáneos, Jesús llevó una vida espiritual y ordenada.

Tras Mirentxu (1910) y Amaya (1920), Jesús Guridi se trasladó a vivir a Madrid para impulsar su carrera y pronto empezó a trabajar en un nuevo proyecto de ambientación vasca. Para ello contactó con los libretistas Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Apoyada en un buen libreto, El caserío destaca por una extraordinaria partitura, rica y variada, resuelta con un dominio absoluto del lenguaje musical.

Su éxito fue enorme y pasó a ser una de las grandes piezas del repertorio zarzuelístico. Y es que Arrigorri, «aldea imaginaria de Vizcaya» tiene algo de locus amoenus fantaseado, lugar idílico y feliz, que contemplamos a través de la mirada poética de la música.

Por eso el maestro Juanjo Mena, director musical de este espectáculo, y que habla de la familia, la tierra y la casa, comenta: «Soy vasco y vivo en un caserío… estoy inmerso en el mundo de Guridi. Contar con esta producción es una forma importante —tras más de cuarenta años de ausencia— de volver a escuchar esta música aquí, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid». El maestro Mena saca lustre a la partitura de su paisano, acompañando además a los cantantes con delicadeza y acierto y consiguiendo una gran sonoridad de los instrumentos.

El Coro del Teatro de La Zarzuela, alcanza los niveles de excelencia a que tiene acostumbrado al público, dirigido por un siempre inspirado Antonio Fauró.

El director de escena, Pablo Viar —también vasco—, comenta que «ese Arrigorri soñado surge mágicamente entre la niebla durante apenas unos días cada mucho tiempo y sus entrañables habitantes, como los personajes del teatro, solo despiertan, aman, ríen y lloran, durante un breve instante ». Plantea un espacio de trabajo entre lo onírico y lo real, aunque atemporal, muy bien concebido. 

Concertado adecuadamente con la escenografía de Daniel Bianco, in crescendo en encanto a lo largo del desarrollo de la zarzuela, el vestuario de Jesús Ruiz y la iluminación de Juan Gómez-Cornejo.



La coreografía para la danza de Eduardo Muruamendiaraz bucea en el folklore local con creatividad conservando la tradición, que ilumina el grupo Aukeran Dantza Konpainia, que fue muy aplaudido.  

En lo que se refiere a las voces y su desempeño teatral, en una visión de conjunto, que se necesita porque se trata de un empeño coral, muy ajustada la creación de Raquel Lojendio (soprano lírico-ligera) de su personaje, Ana Mari, con un instrumento grácil que se pliega con facilidad a los requerimientos de la partitura, igual que el Tío Santi del barítono Ángel Ódena, la figura de orden de la propuesta, que parte y reparte y pone cordura al caserío y sus gentes. Con la voz recia y bien timbrada que suele tener después de haberse fogueado en muchísimos papeles de distintos repertorios, (también en ópera, claro) varios desplegado en el propio Teatro de La Zarzuela. (Seguimos teniendo pendiente esa entrevista que no se publicó, Ángel...)


Andeka Gorrotxategi, en el papel José Miguel, un tenor spinto, que captura la atención del oyente con su generoso caudal de voz, que deja salir a raudales de su garganta. Es un prodigio, como la carrera que tiene  por delante Pablo García López, en su rol de Txomin, refrescante y frutal, muy bien logrado.

El personaje de Inosensia está muy bien defendido por la actuación y la voz de Marifé Nogales, igual que la Eustasia de Itxaro Mentxaka, el Manu de Eduardo Carranza y José Luis Martínez, como Don Leoncio. Unas excelentes performances reconocidas también por el público, que, aplaudió mucho la función.

Como suele, habría que comentar, porque al Teatro de la Zarzuela siempre va y llega la gente con buen humor, para pasarlo bien. Las ofertas musicales y teatrales son de primer orden y los precios asequibles. Nadie se queda fuera por ningún motivo. Hay para rato. Los asistentes lo saben y lo reconocen cada vez que lo visitan, con una fidelidad y una disposición que no tiene comparación con la de otras salas conocidas. Todo esto es vital y ayuda a paliar las ligeras turbulencias administrativas y los retoques que a veces ocurren con los cambios de los responsables políticos y las facciones gubernamentales. Lo artístico, está clarísimo, porque es de enorme calidad y transpira el esfuerzo, siempre funciona. El talento, aquí, no solo es la garantía del saber hacer, sino también de su continuidad. Felicitaciones a todos, todos.

Funciones con audiodescripción, 12 y 13 de octubre de 2019
Visita táctil (Touch Tour), 13 de octubre de 2019, a las 16:30 horas
Retransmisión Facebook, Web del Teatro de La Zarzuela y youtube, 17 de octubre.

Alicia Perris

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