El actor recibe el Gran Premio de Honor del festival de Sitges
Sam Neill posa en San Sebastián hace dos semanas en la presentación
de 'La decisión' MANUEL ROMANO GETTY IMAGES
Sam Neill (Omagh, Irlanda del Norte, 72 años) coloca la mesa para
acercarse la grabadora y se toca el flequillazo. Ese pelo le ha acompañado toda
su carrera: desde sus inicios en Nueva Zelanda, país natal de su padre y al que
la familia de Nigel John Dermot Neill —su auténtico nombre— se mudó cuando la
futura estrella tenía siete años, y en su salto a la fama en 1977 con la
australiana Perros de presa. El flequillo siguió en El final de Damien (1981),
La posesión (1981), la serie Reilly. As de espías (1983), Un grito en la
oscuridad (1988), Calma total (1989), La caza del Octubre Rojo (1990), El piano
(1993), El hombre bicentenario (1999), El último cazador (2011), A la caza de
los ñumanos (2016)... Y por supuesto, en la saga Parque Jurásico. Esta
entrevista se realizó hace 15 días en el festival de San Sebastián, donde se
proyectó su La decisión, y pocas jornadas antes de que se hiciera público que
Neill vuelve con los dinosaurios en Jurassic World 3. En el certamen de Sitges,
que arrancó ayer, recibirá el Gran Premio de Honor por su aportación a los
géneros fantástico y terror.
Con un té en la mano, Neill es franco y divertido. ¿Tiene la
sensación de que su carrera ha sobrevivido a Parque Jurásico? “Nadie ha
sobrevivido a Parque Jurásico. No hay final feliz en la saga de los
dinosaurios”. Pero días más tarde se anunció que Neill volverá a encarnar a
Alan Grant.
En La decisión alguien recuerda un verso del grupo The Magnetic
Fields: "Los días avanzan despacio, los años van muy deprisa". ¿Un
actor sufre esa contradicción? "Va, igual que todos. El tiempo posee un
comportamiento muy extraño. De crío, odiaba el colegio. Ahora, llega la Navidad
y te planteas cómo ha pasado tan rápido el año. En fin, yo pienso seguir
rocanroleando toda mi vida". Más serio, recuerda que La decisión habla
sobre el tránsito de la vida a la muerte de forma digna cuando falla el físico:
"Sé un poco de lo que hablo, porque mi madre sufrió de demencia,
enfermedad que la hizo profundamente infeliz. En el Estado de Victoria [en
Australia, donde vive el actor], la eutanasia no está legislada... Yo sé
perfectamente lo que quiero para mí si las cosas van mal. En muchos países hay
una resistencia tenaz a legislar el suicidio asistido, y es por culpa de la
Iglesia. Creo que no es un asunto de la Iglesia que decida cómo puedo vivir o
morir".
A pesar de su currículo, Neill nunca tuvo un plan profesional.
"Es cierto en el mundo del cine. No sé qué voy a hacer a medio plazo.
Aunque sé que en agosto de 2017 estaré cantando. tengo un concierto programado.
Del resto diré que ha sido una carrera poco convencional porque ha sido
producto del azar", confiesa. "Por otro lado, soy viticultor, poseo
cuatro viñedos, y estoy muy atado a mis uvas, mis animales y mi familia. Así
que en esa faceta mi vida es absolutamente predecible, marcada por las cuatro
estaciones". Por cierto, sus animales tienen todos nombres de famosos:
"Claro, porque, ¿quién se atrevería a comerse a una vaca llamada Susan
Sarandon?". ¿Le dan muchas alegrías los viñedos? "Sí, y ningún dinero.
Y prefiero la felicidad al dinero". Neill cuenta que sus viñedos se cuidan
a mano al ser sus uvas de la variedad pinot noir. "Ahora llevo las uñas
limpias, pero habitualmente voy sucio como un granjero".
https://elpais.com/cultura/2019/10/03/actualidad/1570119341_217532.html
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