viernes, 25 de octubre de 2019

LAS LECCIONES DE POLÍTICA DE WILLIAM SHAKESPEARE: DE PUTIN A 'JUEGO DE TRONOS'


VANESSA GRAELL
@VaneGraell

El ansia de poder absoluto. Macbeth, Ricardo III, Coriolano o el rey Lear. En 'El tirano', el catedrático de Harvard Stephen Greenblatt traza el perfil psicológico de los déspotas del bardo de Avon

Todo está en Shakespeare: el triunfo contra pronóstico de Donald Trump, la demencia de Kim Jong-un, el Brexit, el puño de hierro de Vladimir Putin, el populismo de Jair Bolsonaro, las locas promesas de Matteo Salvini, el asesinato de Khashoggi en la embajada saudí... Incluso Juego de Tronos o Breaking Bad. Un William Shakespeare como estratega político que puso en escena complots para usurpar el reino, revoluciones contra un estado corrupto y a los tiranos más fascinantes.



Si Maquiavelo sentó las bases de la filosofía política moderna en El príncipe, Shakespeare definió en sus obras de teatro el perfil psicológico del soberano déspota. Así lo lee Stephen Greenblat, catedrático en Humanidades de Harvard, premio Pulitzer y fundador de la corriente del new historicism en los 80, en su ensayo El tirano. Shakespeare y la política (Alfabeto), donde repasa a los villanos del dramaturgo para establecer un canon de cómo todo un país permite que lleguen al poder.

«Maquiavelo fue arrestado y torturado. Hasta donde sabemos, Shakespeare nunca fue a prisión, aunque se enfrentó a serios problemas siempre supo manejarse para salir airoso. Desarrolló un discurso muy subversivo, ampliamente aplaudido por el público. Shakespeare siempre funciona de esa manera: habla de lo que no se puede hablar en su época», señala Greenblatt. Una época en que insinuar que la reina Isabel I, en el trono desde hacía más de 30 años y que se negaba obstinadamente a nombrar un sucesor, era una tirana equivalía a la pena de muerte. De hecho, Cristopher Marlowe, el colega-competidor de Shakespeare, murió apuñalado por un agente secreto al servicio de la reina.

El teatro isabelino estaba sometido a una censura férrea. Moralistas, clérigos y funcionarios clamaban para que cerraran los corrales teatrales. Y Shakespeare recurrió a un pasado remoto, a la antigüedad clásica, a la Escocia del siglo XI o a la Gran Bretaña precristiana. «Como en los regímenes totalitarios contemporáneos, la gente desarrollaba maneras para hablar en código», apunta Greenblatt. Shakespeare se pudo permitir criticar a los ricos y poderosos desde los labios de un rey loco como Lear. Una estrategia de locura que, por cierto, ya usó Cervantes en El Quijote, que Shakespeare leyó al final de su carrera.
A partir de las figuras de Macbeth, el rey Lear, Coriolano, Julio César y, sobre todo, Ricardo III, Greenblatt traza el retrato robot del tirano shakespeareano: narcisista, arrogante, colérico, dominante, de una masculinidad agresiva, con un hondo desprecio hacia las leyes porque se interponen en su camino y... movidos por inquietudes psicosexuales diversas(la necesidad de mostrar su virilidad, el temor a la impotencia, la ansiedad a no ser considerado suficientemente poderoso, etc). «Puede que fuera un poco naïf, pero Shakespeare asocia la tiranía a problemas psicosexuales, a la misoginia, a agarrar a las mujeres, a la personalidad de una madre catastrófica...», apunta Greenblatt.


Las mujeres tampoco salen mejor paradas. Aunque no haya la figura explícita de una tirana, sí está Lady Macbeth (manipula a su marido y le lleva a un trono que, en realidad, él no quiere) o las malvadas hijas del rey Lear, Gonerilda y Regania (en versión abreviada :destierran a su padre, mandan ejecutar a su tercera hermana Cordelia, asesinan sin que les tiemble el pulso y se matan entre ellas). «Shakespeare, que vivió bajo el regimen de una reina, no pensaba que las mujeres fueran moralmente superiores: también podían ser monstruos y psicópatas», añade Greenblat.

El germen de El tirano se remonta a un artículo que Greenblatt escribió para el New York Times y que inmediatamente se hizo viral: Shakespeare explains the 2016 election, en plena batalla entre Trump y Hillary Clinton. Aunque no se le menciona ni una sola vez -ni a Trump ni a ningún líder contemporáneo- hay claras referencias al presidente, Greenblatt desliza el eslogan make England greet again al referirse a las promesas imposibles de Jack Cade en Enrique VI. Cade es un líder sin escrúpulos que logra seducir a las masas al construir «un espacio mágico, en el que dos y dos no tienen por qué ser cuatro y no es necesario que la última afirmación concuerde con la que ha hecho unos segundos antes», destaca el catedrático.
El demagogo se erige en épocas turbulentas y de grandes dificultades, apela a los instintos más bajos y aprovecha la angustia de los desposeídos. «En el caso de Estados Unidos, sería muy fácil para gente como yo, que formo parte del sistema, decir que el triunfo de Trump se debe al lumpen proletariado. Pero es un error. Muchos ciudadanos se sienten perdedores y excluidos: de la economía mundial, de la globalización, de la revolución tecnológica, de las políticas públicas... Muchos ni votan y cuando lo hacen es para romper un sistema que no les representa», considera Greenblatt. Shakespeare ya denunciaba ese sistema en el siglo XVI, particularmente en Coriolano, que empieza con la revuelta provocada por la escasez de alimentos en la antigua Roma. Un espejo de lo que ocurrió en Inglaterra, al borde de una revolución por la falta de grano:los campesinos pedían que los terratenientes abrieran los almacenes, donde guardaban el trigo para que subiera de precio. «Los ricos antes permitirían que el grano se pudriera en los almacenes que bajar los precios del mercado», critican Greenblatt y Shakespeare.

Los tiranos de Shakespeare no dudan en dejar que el pueblo muera de hambre, tramar perversos complots, traicionar y torturar. Algunas escenas de tortura resultaron particularmente violentas y provocaron desmayos entre el público de la época: como en el Rey Lear, cuando le sacan los ojos a uno de sus partidarios para que confiese el paradero del ex monarca.

«En los regímenes tradicionales autoritarios se reprimía la disidencia mediante torturas. Pero la nueva manera de silenciar a la oposición es haciendo mucho ruido para que la gente no oiga, con tuits y bombardeos de noticias a diario. El shock de la semana pasada se olvida pronto porque hay un nuevo shock», actualiza Greenblatt. Por eso siempre se vuelve a Shakespeare, a ese espacio literario que sigue hablando de hoy.

https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/10/25/5db1e55f21efa05e768b45ed.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario