“Francesca Woodman.
Ser un ángel / On being an angel”, pone de manifiesto la creatividad
de la misteriosa artista estadounidense. Woodman construyó su fugaz
historia y se retrata compulsivamente
tratando de desvelarse a sí misma y a los demás, hasta que decidió su
desaparición voluntaria cuando tenía 22 años.
La jornada del vernissage contó con la asistencia de Eva Tormo,
siempre encantadora y excelente anfitriona, por la Comunidad de Madrid y otros
responsables, y de Anna Tellgren, conservadora del Moderna Museet de Estocolmo y
comisaria de la exposición, que incluye la mayor parte de las series
fotográficas de la artista y sus conjuntos temáticos.
Se exponen un total de 102 fotografías y 6 cortometrajes. Se
comentó mucho que Woodman (Denver, 1958 - NuevaYork, 1981) era excéntrica,
introvertida, apasionada, carismática, provocadora y muy teatral. Los ángeles,
efectivamente aparecen una y otra vez en su obra, en ocasiones más sugerida que
dibujada, en contraluces, ocultamientos parciales y descubrimientos parciales.
Es posible que una muestra identitaria de sus propias vivencias y sus
fantasmas.
Comenzó a tomar imágenes en blanco y negro con tan sólo 13 años de
edad, con una cámara Rollei japonesa de imitación. Como explican los
especialistas y la documentación entregada por la Fundación Canal, envuelta en
un riquísimo desayuno a la prensa como bienvenida en su edificio de la
madrileña Mateo Inurria (Plaza de Castilla), “precoz, Woodman creó un corpus
fotográfico impregnado de simbolismo.
Sus imágenes están centradas fundamentalmente en el cuerpo de la
mujer en general y en ella misma en particular. Se autorretrató desnuda,
retorcida, semioculta, disfrazada y desdibujada en lugares abandonados, casi
fantasmagóricos. En sus fotografías solemos encontrar referencias a una belleza
frágil y etérea, a la vez de tenebrosa y, en muchos casos, en geografías
bucólicas y decadentes.
Se ha convertido con el paso del tiempo en una de las fotógrafas
contemporáneas más estudiadas, influyentes y comentadas gracias a unas
originales instantáneas.
Un legado de 10.000 negativos y 800 fotografías
impresas, de las cuales apenas hemos visto una cuarta parte.
Tras su trágico suicidio en 1981, se convirtió en una fotógrafa de
culto que, a día de hoy, sigue generando debate y preguntas sin respuesta.
Todo
ello forma parte de ese halo de misterio que rodea a su figura y que está
presente en cada una de las fotografías de esta exposición, cuyo título hace
referencia a uno de los temas preferidos que la artista utilizaba para
representar su cuerpo y su rostro: “ser un ángel”.
Pese a su temprana muerte, Francesca Woodman legó al mundo un
conjunto de imágenes que destaca por un lenguaje poético y profundamente
personal del que el visitante podrá disfrutar en esta exposición.
La muestra se completa con la proyección de Selected Video Works
(“Obras en vídeo seleccionadas”, 1976-1978), una colección de seis vídeos cortos
editados por el Legado Francesca Woodman”.
La entrada es libre y gratuita.
Conversación con la comisaria de la muestra, la especialista sueca
Anna Tellgren
En una entrevista exclusiva y única, porque ese día se inauguraban
otras exposiciones, pero esta cronista escogió dedicar un tiempo laxo a esta,
la experta comentó en un inglés fluido, que “el público debe venir y ver la
exposición, deteniéndose, disfrutando y apreciando los vídeos”.
La comisaria es
cordial, contenida, seria, pelo rubio y gafitas doradas, de sabia, toda vestida
de negro, escucha atentamente, de pie y entre el ruido de fondo las preguntas
sobre su ahora representada, Francesca Woodman.
Cuando se le comentó la idea de que "un suicidado lo es por la
sociedad", como explicaba el título de un estudio a propósito de Van Gogh escrito por Antonin Artaud y cómo había
sido la relación con sus amigos, la familia y el entorno, Tellgren dijo que “no
se sabía muy bien qué había pasado para que Francesca tomara esa decisión
irreparable, pero que tenía sus altos y bajos y - dio a entender- que lo
importante era su obra, que seguía intacta para el espectador.
Destacó su paso del formato pequeño en blanco y negro a la
investigación posterior sobre el color y sobre las imágenes en movimiento, sus
vídeos y mientras duró el parcours de la muestra, antes de la entrevista, se
detuvo con pausa delante de las obras de la fotógrafa y el posible sentido o
interpretación de lo narrado gráficamente.
No hay que psiquiatrizar la obra de arte ni al artista, Tellgren lo
dio a entender una y otra vez con discreción para el que supo o pudo comprender
su actitud corporal un poco cifrada sobre el propio código a descubrir de la
artista, que estudió y vivió también en Italia, en Roma.
Queda la obra y el resplandor de lo vivo, conservado para siempre,
su legado, la herencia de la fugaz Woodman, que, con un nombre italiano y un
apellido y madre judíos, fascinó al mundo en una aventura muy anterior al
feminismo de última hora que algunos practican y predican hoy en día.
Lo que
quiso decir lo fotografió y ahí estará para siempre. Una adolescente permanente
que no cuajó la madurez pero comunicó toda una constelación de emociones.
Alicia Perris (Fotos de la presentación a la prensa y texto)
Julio Serrano, webmaster
Julio Serrano, webmaster
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