viernes, 4 de octubre de 2019

LA FUNDACIÓN CANAL PRESENTÓ EL 2 DE OCTUBRE LA INQUIETANTE FOTOGRAFÍA DE LA ENIGMÁTICA FRANCESCA WOODMAN


“Francesca Woodman. Ser un ángel / On being an angel”, pone de manifiesto la creatividad  de la misteriosa artista estadounidense. Woodman construyó su fugaz historia y se  retrata compulsivamente tratando de desvelarse a sí misma y a los demás, hasta que decidió su desaparición voluntaria cuando tenía 22 años.

La jornada del vernissage contó con la asistencia de Eva Tormo, siempre encantadora y excelente anfitriona, por la Comunidad de Madrid y otros responsables, y de  Anna Tellgren, conservadora del Moderna Museet de Estocolmo y comisaria de la exposición, que incluye la mayor parte de las series fotográficas de la artista y sus conjuntos temáticos.

Se exponen un total de 102 fotografías y 6 cortometrajes. Se comentó mucho que Woodman (Denver, 1958 - NuevaYork, 1981) era excéntrica, introvertida, apasionada, carismática, provocadora y muy teatral. Los ángeles, efectivamente aparecen una y otra vez en su obra, en ocasiones más sugerida que dibujada, en contraluces, ocultamientos parciales y descubrimientos parciales. Es posible que una muestra identitaria de sus propias vivencias y sus fantasmas.

Comenzó a tomar imágenes en blanco y negro con tan sólo 13 años de edad, con una cámara Rollei japonesa de imitación. Como explican los especialistas y la documentación entregada por la Fundación Canal, envuelta en un riquísimo desayuno a la prensa como bienvenida en su edificio de la madrileña Mateo Inurria (Plaza de Castilla), “precoz, Woodman creó un corpus fotográfico impregnado de simbolismo.

Sus imágenes están centradas fundamentalmente en el cuerpo de la mujer en general y en ella misma en particular. Se autorretrató desnuda, retorcida, semioculta, disfrazada y desdibujada en lugares abandonados, casi fantasmagóricos. En sus fotografías solemos encontrar referencias a una belleza frágil y etérea, a la vez de tenebrosa y, en muchos casos, en geografías bucólicas y decadentes.
Se ha convertido con el paso del tiempo en una de las fotógrafas contemporáneas más estudiadas, influyentes y comentadas gracias a unas originales instantáneas. 
Un legado de 10.000 negativos y 800 fotografías impresas, de las cuales apenas hemos visto una cuarta parte.
Tras su trágico suicidio en 1981, se convirtió en una fotógrafa de culto que, a día de hoy, sigue generando debate y preguntas sin respuesta. 

Todo ello forma parte de ese halo de misterio que rodea a su figura y que está presente en cada una de las fotografías de esta exposición, cuyo título hace referencia a uno de los temas preferidos que la artista utilizaba para representar su cuerpo y su rostro: “ser un ángel”.

Pese a su temprana muerte, Francesca Woodman legó al mundo un conjunto de imágenes que destaca por un lenguaje poético y profundamente personal del que el visitante podrá disfrutar en esta exposición.

La muestra se completa con la proyección de Selected Video Works (“Obras en vídeo seleccionadas”, 1976-1978), una colección de seis vídeos cortos editados por el Legado Francesca Woodman”.

La entrada es libre y gratuita.

Conversación con la comisaria de la muestra, la especialista sueca Anna Tellgren

En una entrevista exclusiva y única, porque ese día se inauguraban otras exposiciones, pero esta cronista escogió dedicar un tiempo laxo a esta, la experta comentó en un inglés fluido, que “el público debe venir y ver la exposición, deteniéndose, disfrutando y apreciando los vídeos”. 

La comisaria es cordial, contenida, seria, pelo rubio y gafitas doradas, de sabia, toda vestida de negro, escucha atentamente, de pie y entre el ruido de fondo las preguntas sobre su ahora representada, Francesca Woodman.

Cuando se le comentó la idea de que "un suicidado lo es por la sociedad", como explicaba el título de un estudio a propósito de Van Gogh escrito por Antonin Artaud y cómo había sido la relación con sus amigos, la familia y el entorno, Tellgren dijo que “no se sabía muy bien qué había pasado para que Francesca tomara esa decisión irreparable, pero que tenía sus altos y bajos y - dio a entender- que lo importante era su obra, que seguía intacta para el espectador.

Destacó su paso del formato pequeño en blanco y negro a la investigación posterior sobre el color y sobre las imágenes en movimiento, sus vídeos y mientras duró el parcours de la muestra, antes de la entrevista, se detuvo con pausa delante de las obras de la fotógrafa y el posible sentido o interpretación de lo narrado gráficamente.

No hay que psiquiatrizar la obra de arte ni al artista, Tellgren lo dio a entender una y otra vez con discreción para el que supo o pudo comprender su actitud corporal un poco cifrada sobre el propio código a descubrir de la artista, que estudió y vivió también en Italia, en Roma.

Queda la obra y el resplandor de lo vivo, conservado para siempre, su legado, la herencia de la fugaz Woodman, que, con un nombre italiano y un apellido y madre judíos, fascinó al mundo en una aventura muy anterior al feminismo de última hora que algunos practican y predican hoy en día.

 Lo que quiso decir lo fotografió y ahí estará para siempre. Una adolescente permanente que no cuajó la madurez pero comunicó toda una constelación de emociones.

Alicia Perris (Fotos de la presentación a la prensa y texto)

Julio Serrano, webmaster

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