Ekaterina Semenchuk, mezzosoprano. Semjon Skigin, piano. Teatro de la Zarzuela. Lunes 4 de octubre, 20hs.
¡Cuántas veces se desea escapar de la necia y obtusa charlatanería de los hombres, y refugiarse en el aparente silencio de la naturaleza, en la muda cárcel de un largo y obstinado trabajo, en la esencia de un sueño profundo, de la verdadera música que nace del callado contacto del corazón con los sentimientos, que hace enmudecer de tanta plenitud!
"Doctor Zhivago" (1957), Boris Pasternak
Programa
Mijaíl Glinka (1804-1857)
Despedida de San Petersburgo, IMG 9 (1840)
1. Romance del poema David Rizzio
2. Canción judía de la tragedia El príncipe Kholmski
3. Bolero
4. Cavatina
5. Canción de cuna
6. Canción de viaje
7. Fantasía
8. Barcarola
9. Romance del caballero (poder antiguo)
10. La alondra
11. A Molly
12. Canción de despedida
Modest Mussorgski (1839-1881)
Cantos y danzas de la muerte (1875-1877)
1. Canción de cuna
2. Serenata
3. La danza trepak
4. El mariscal de campo
Nueva visita a la capital de Ekaterina Semenchuk, representante evocadora
del alma rusa y su glosada melancolía en el estreno del XXVIII Ciclo de Lied.
Este ciclo es una coproducción entre el Centro Nacional de Difusión Musical y
el Teatro de la Zarzuela y se extenderá de octubre de 2021 a julio de 2022.
En esta ocasión, además de la artista rusa, en esta vigésimo octava
edición pasarán por Madrid otras estrellas líricas internacionales como Marlis
Petersen, Eva-Maria Westbroek, Matthias Goerne, Katharina Konradi, André
Schuen, Mark Padmore, Christian Gerhaher, Julia Kleiter, Anna Lucia Richter y
Josep-Ramon Olivé, “un amplio conjunto que agrupa timbres, extensiones,
caracteres y estilos de diversa índole y se reparten programas siempre cargados
de interés, presentando al público madrileño lieder y canciones del más diverso
signo”.
La mezzosoprano bielorrusa Ekaterina
Semenchuk en su segunda visita a esta serie musical, ofrece un programa
monográfico de dos series de canciones rusas: ‘Despedida de San Petersburgo’
de Mihail Glinka y ‘Canciones y
danzas de la muerte’ de Modest Mussorgski.
Las prototípicas características vocales (tiene una técnica y un
instrumento muy idiosincráticos), de Semenchuk (Minsk, 1976) han reafirmado su
reputación. Ha cantado en escenarios como el Metropolitan Opera de Nueva York,
la Ópera de París, el Teatro Mariinsky, el Carnegie Hall, el Suntory Hall, la
Ópera de Los Ángeles, La Scala, etc, junto a maestros como Valeriy Gergiev,
James Conlon, Nicola Luisotti, Zubin Mehta y James Levine, entre otros.
Su repertorio también incluye, como explica el programa de mano,
casi fabricado como anterior a la pandemia, goloso y completo, el Stabat Mater de Pergolesi y Rossini, la
Missa Solemnis de Beethoven, las Sinfonías 2, 3 y 8 de Mahler, Pulcinella y
Edipo Rex de Stravinski, Hour of Soul (Concierto para percusión, mezzosoprano y
orquesta) de Gubaidulina, From Jewish Folk Poetry de Shostákovich,
Kindertotenlieder de Mahler, Les nuits d'été de Berlioz y Scheherazade de
Ravel, entre otras. Ekaterina colabora habitualmente con grandes pianistas como
Semion Skigin, Julius Drake, Dmitry Efimov, Julius Drake y Helmut Deutsch.
Una noche diferente pues de música rusa, con dos intérpretes de
primera fila. El pianista, Semjon Skigin,
completamente volcado al servicio de una cantante exultante de vida (que dio el
concierto completo sin partitura), con una voz fresca, reluciente, espléndida,
que sin embargo no pierde su cuidada y encuadrada condición de acompañante. Skigin,
antes de comenzar la segunda parte, interpretó de Chaikovski, “Abril, campanilla de nieve”, de “Las
estaciones “op. 37b (1876), un fragmento amable, casi de estudio, en modo mayor
y de Rachmaninov, “Margaritas, op. 348,
no. 3 (1916), en el piano Hinves, tradicional en los conciertos del teatro
de la Zarzuela.
Ekaterina Semenchuk es una flor de ese ramillete que brotó del semillero incansable de talento que es la constelación del Teatro Mariinsky y su factotum, Valery Gergiev. Como Anna Netrebko u Olga Borodina, gracias a la dedicación de la Academia del mencionado teatro de San Petersburgo. Aprovechando esa estela, Semenchuk, llevó a cabo actuaciones con Larissa Gergieva, hermana del maestro homónimo y se presenta a sí misma como una personalidad fogosa y fina. El recital, presenta a una cantante, ya una campesina, ya una verdadera zarina, que, en la mejor tradición rusa, se expresa, se expande y danza finalmente, en la primera de las propinas, demostrando al público que la ovacionó, que ella es una figura, definitivamente rusa, o lo que todos fantasean con esa definición.
La mezzo bielorusa tiene un instrumento oscuro con una tesitura que
le permite exhibir un registro grave sorprendente, amaderado y nocturnal y unos
agudos fáciles y elegantes, que salen solos, con una línea de canto destacada.
Es muy musical, pero sin aspavientos. Posee un fiato que no se puede percibir
entre las entretelas de un vestido verde álgido con volantes y pendientes,
zapatos negros, lujosos. Manos como cisnes moviéndose para acompañar, para
subrayar el canto, con un cuerpo que se mueve al compás.
Semenchuk sirve la música de la tradición de los antiguos países
soviéticas, es sentida, lírica, de una gran amplitud e interpretación escénica,
con la fluidez de una voz de pecho que resuena e invade el escenario y la sala
como si fuera un inmenso incensario rumoroso, que va de unos graves
inquietantes a unos sonidos centrales casi en bocca chiusa.
El repertorio es para soliviantar pasiones, no para calmarlas y así
desfilan emociones y sentimientos de complicada gestión como la muerte, las
canciones de cuna de madres que no consiguen dormir a sus hijos, de amantes
déspotas y vírgenes anhelantes que no saben cuál será el resultado del
encuentro amoroso, de las batallas y la carnicería de la guerra y la dureza de
la cotidianeidad de la existencia campesina. Las estaciones que van y vienen,
el clima y la tierra asiáticos y europeos a la vez, determinan un marco
filosófico y vivencial, en este caso descrito sobre todo por Mussorgki, como
tremendamente trágico y sin esperanza…
La velada se clausuró con varios encore, como un tema ruso, que
Semenchuk bailó, zapateó, autojaleándose en el primero, donde brilló con
elegancia y seducción fue en la Habanera
de Carmen de Bizet en segundo término y la Serenade espagnole del mismo
compositor, después.
La audiencia encantada y animada en uno de los primeros encuentros
musicales donde se asiste prácticamente a teatro lleno. Ekaterina Semenchuk
volvió “con su escudo, no sobre él”, como rezan unas líneas en los textos que
cantó y revivió la mezzosoprano, aunque en realidad no eran rusos sino que se
trataba de la legendaria recomendación que las madres espartanas indómitas y
fieras, hacían a sus hijos cuando se iban a la guerra. ¡Qué spleen!
Alicia Perris
(Fotos. Rafa Martínez)
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