viernes, 4 de febrero de 2022

VALERY GERGIEV EN EL AUDITORIO NACIONAL DE MADRID CON LA ORQUESTA DEL TEATRO MARIINSKY PARA LA FILARMÓNICA SOCIEDAD DE CONCIERTOS

 Auditorio Nacional de Madrid. 3 de febrero, 2022. Solista: Nelson Goerne, piano. Orquesta: Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky. Director: Valery Gergiev. Sala Sinfónica. Ciclo: La Filarmònica. Organizador: La Filarmònica Sociedad de Conciertos

Programa

Johannes Brahms (1833-1897)

Concierto para piano núm. 2 en si bemol mayor, op.83 (1878-81)

I.                   Allegro non troppo

II.                Allegro appassionato

III.             Andante

IV.              Allegretto grazioso

Richard Strauss (1864-1949)

Ein Heldenleben, op. 40 (1898)

(Una vida de héroe)

Una vida de héroe es una composición para gran orquesta, con una duración aproximada de unos 45 minutos, y que se ejecuta sin interrupción, pese a que está compuesta de varias partes con títulos descriptivos:

Der Held (El Héroe)

Des Helden Widersacher (Los adversarios del Héroe)

Des Helden Gefährtin (La compañera del Héroe)

Des Helden Walstatt (El campo de batalla del Héroe)

Des Helden Friedenswerke (Las obras de Paz del Héroe)

Des Helden Weltflucht und Vollendung (La retirada del mundo y la consumación del Héroe)

La Filarmónica Sociedad de conciertos, en tiempos pandémicos, donde los públicos en su mayoría se han resignado a retomar con la asistencia física a las salas, convoca nuevamente a la Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, con artistas de referencia que han vivido el desarrollo del proyecto consolidado de estos amantes de la música clásica desde sus inicios. Ya en enero de 2021, Valery Gergiev y la Sinfónica del Teatro Mariinsky protagonizaron la primera gira de  una orquesta internacional post-confinamiento (de una ola anterior), ofreciéndonos dos conciertos memorables.

Ahora regresan para interpretar el poema sinfónico Una vida de héroe de Richard Strauss, un compositor muy admirado por el maestro Gergiev y muy vinculado a la historia musical de Madrid.

La primera parte del concierto se abre con el de Johannes Brahms para piano y orquesta, de muy difícil ejecución, sobre todo para un instrumento concebido ya en el apogeo del despliegue técnico, expresivo y lleno de matices. No es para principiantes. Así pues, el concierto para piano n.º 2 en si bemol mayor, Op. 83, de Johannes Brahms se separa en alrededor de veinte años de su primer concierto para piano. Iniciado en 1878 fue completado tres años más tarde, en 1881, en Pressbaum, en las cercanías de Viena.

En esta producción, Brahms, siguiendo el ejemplo de Liszt y sus ya entonces célebres conciertos para piano, altera el esquema tradicional del concierto clásico, introduciendo, luego del primer movimiento, un segundo movimiento rápido. Se trata de una propuesta pianística de resistencia, de dimensiones amplias, con un temperamento decididamente sinfónico y amplios desarrollos temáticos, que se hermana con su primer concierto para el mismo instrumento.

Menos dramático que el anterior, con un intenso colorido lírico, goza en la actualidad de una popularidad sólo comparable a las contribuciones de Beethoven y Schumann al género, notables predecesores.

Dicen que cuando Brahms le envió una copia de la partitura a su amigo, el cirujano y violinista Theodore Billroth (a quien le había dedicado sus primeros dos cuartetos de cuerdas), este lo describió como "un pequeño concierto para piano con un pequeño scherzo". El propio Brahms, en una carta dirigida a Elisabeth von Herzogenberg, con su proverbial humor, se refiere al segundo movimiento como "un pequeño alegre scherzo".

Se estrenó en Budapest el 9 de noviembre de 1881 con el compositor al piano. Y contrariamente a lo que sucedió con su primer concierto, este recibió una excelente acogida, y Brahms lo interpretó nuevamente en Alemania, Austria y Holanda, a veces bajo la batuta de su también amigo, Hans von Bülow.

El pianista argentino Nelson Goerner que había impactado en su recital debut de marzo de 2021, regresa  ahora a La Filarmónica con este bellísimo concierto para piano de Brahms. Nelson Goerner se ha ya consagrado como uno de los más destacados pianistas de su generación. Sus recitales y presentaciones como solista junto a las más prestigiosas orquestas y fue galardonado por la Fundación Konex con el Premio Konex de Platino; por su parte, la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina lo distinguió como mejor solista argentino en cuatro ocasiones.

Nelson Goerner nació en San Pedro, Argentina y estudió en Buenos Aires con los maestros Jorge Garrubba, Juan Carlos Arabian y Carmen Scalcione. Se trasladó luego a Europa y en 1990, tras sus estudios con Maria Tipo en el Conservatorio de Ginebra, obtuvo el Primer Premio en el Concurso Internacional de Ejecución Musical de aquella ciudad. Desde entonces, Nelson Goerner ha ofrecido recitales por toda Europa y ha sido invitado por prestigiosos festivales como Verbier, Salzburgo, Edimburgo, La Roque d’Anthéron, Piano aux Jacobins de Toulouse, Schleswig Holstein, Chopin y su Europa de Varsovia, BBC Proms. Su reciente álbum con obras de Debussy para Zig Zag Territoires han sido galardonados con el prestigioso Diapason d’or.

Se necesita una fuerza estupenda para enfrentarse con este peculiar proyecto consumado de Brahms desplegado en cuatro movimientos, donde Goerne evolucionó no sin mostrar ocasionalmente alguna discontinuidad en la homogeneidad sonora, a veces necesitada de alguna mayor definición, de mayor nitidez. Pasajes de bravura y otros, menos brillantes.

Salvó de todas formas con honores su empeño, mientras el director ruso se eclipsaba detrás de un maravilloso Steinway de lujo, en comunión personal, como suele, con su formación. Goerne quedó pues, un poco a su aire, luchando con la partitura a brazo tendido, al cuidado del ojo crítico y paternal del concertino rumano, Lorenz Nasturica (Bucarest, 1962), cuyo virtuosismo, muy holgado, le da tiempo también, para vigilar a los otros músicos y al solista, que regaló una propina de casi diez minutos, el lánguido Intermezzo op. 188 también de Brahms, mientras Gergiev ocupaba en los saludos, generoso, un segundo plano no merecido.

Muy alemán, precioso y sugerente programa que el director plasma como posiblemente solo él sepa o pueda hacerlo. Y así, sus manos, siempre dialogan con un cuerpo entregado a la catedral que fabrica con sus músicos, en la consecución de una joya rara. Un cofre antiguo lleno de matrioskas que se van abriendo y cerrando.

Para la  composición del poema sinfónico Vida de Héroe, que termina la segunda parte de la velada, (con un total de más de dos horas y media de música) Strauss empleó la técnica wagneriana del leitmotiv, aunque integrándola como elementos temáticos dentro de una estructura sinfónica de sonata con rondó. El tema del héroe, que se toca por primera vez al unísono por las trompas y los violonchelos, con su melodía que asciende rápidamente, recuerda el tema de apertura de la tercera sinfonía de Ludwig van Beethoven (Heroica): La tríada en mi bemol mayor cubre casi cuatro octavas y es apoyada por las trompas recogidas en paralelo a lo largo del tema.

Dicen los expertos que “Numerosos críticos han calificado a Ein Heldenleben como una desvergonzada auto-glorificación del compositor. Desde esta perspectiva, Strauss aparece como un ególatra que se exagera a sí mismo como un héroe, mientras que su esposa es su fiel compañera y los críticos son ridiculizados con burlas agriadas. Al menos el propio Strauss dijo que se consideraba un tema de investigación tan interesante como Nerón o Napoleón.

Es más concebible, sin embargo, que este autorretrato no se tome muy en serio, lo que admitió el propio Strauss. Le explicó a su amigo Romain Rolland: “No soy un héroe. Me falta la fuerza necesaria. No estoy hecho para la batalla. Prefiero retraerme, disfrutar de la paz y la tranquilidad…” “.

Y por fin, aunque no sean esta vez los fantásticos autores rusos para grandes masas orquestales que transita a menudo la Orquesta del Teatro Mariinsky, se diseñan igual verdaderos canales de comunicación originarios de la antigua madre Rusia, un ser, una forma de estar en el escenario y tocar, que trasfunde su esencia de una manera en verdad visual. Es todo aquello que rescatamos siempre para el inconsciente colectivo de la cultura rusa, compleja, paradójica, secular y grandiosa, ávida de espacio y de tiempo.

Inefable, cercano al público lo justo, elegante pero sin hacer concesiones con una batuta en miniatura por llamarla de alguna manera, el maestro Gergiev, dibuja más cascadas de sonidos, de intensidades, de contención apasionada. Momentos suspendidos en un tiempo irreal donde la sala se convierte en un vibrante navío de sonidos.

El director respira con fuerza, gesticula, mueve sus manos expresivas, da taconazos casi castrenses, enfundado en su traje casual que antes llamaban “estilo Mao”, imprime su fuerza titánica a una orquesta amplia que suena como un inmenso campanario ancestral. Para este Richard  Strauss del héroe (el propio Gergiev). Entonces la velada se funde en bravos mientras se clausura definitivamente el Auditorio con La Filarmònica, el aforo prácticamente completo con otro encore este exclusivamente orquestal, de El Sueño…de Mendelssohn.

Otra vez, el público enfervorecido, in crescendo, responde acompañando las evoluciones de esta experiencia sinestésica. Un renovado privilegio, siempre. Maestro, vuelva pronto.

Alicia Perris

Fotos 1 a 3, Cristina Asensio. 4 y 5, julio Serrano


Life in a Day: Valery Gergiev

 

 

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