La bohème de Giacomo Puccini (Lucca, 1858- Bélgica, 1924). Inauguración de la temporada. Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. A partir de la novela” Scènes de la vie de Bohème” de Henri Murger. Teatro Regio de Torino. 19 de febrero, 2022. Segundo cast.
Locandina
Mimí, soprano, Francesca Sassu
Rodolfo, poeta, tenor, Matteo Lippi
Musetta, soprano, Cristin Arsenova
Marcello, pintor, barítono, Ilya Kutyukhin
Schaunard, músico, barítono, Vincenzo Nizzardo
Colline, filósofo, bajo, Bozhidar Bozhkilov
Pier Giorgio Morandi, director de orquesta
Paolo Gavazzeni y Piero Maranghi regia (dirección de escena)
Leila Fteita, responsable de escena
Nicoletta Ceccolini, responsable de vestuario
Bocetos de Adolf Hohenstein para el estreno absoluto en el Regio, Archivo
Histórico Ricordi
Rinaldo Rinaldi, escenógrafo
Claudio Fenoglio, maestro del coro de voces blancas
Andrea Secchi, maestro del coro
Orquesta y Coro, Teatro Regio Torino
Coro de voces blancas, Teatro Regio Torino
Nueva producción del Teatro Regio Torino
Ópera en cuatro cuadros
Primera representación absoluta: Teatro Regio, Torino, 01/02/1896
“La bohemia, antes y ahora, no es en el fondo otra cosa que la miseria disimulada con cierta belleza, el hambre sobrellevada con cierto humorismo. Pero si la ópera de Puccini conecta de verdad con el público de todos los tiempos tal vez sea porque La bohème es, por encima de cualquier otra consideración, un canto a la juventud perdida”. Comentarios del programa de mano de la versión de La Bohème en el Liceu de Barcelona, con dirección escénica de Álex Ollé.
Para los lectores que no vivan en Italia o no tengan estrecho
contacto con este teatro famoso y de solera, algunas puntualizaciones antes de
comenzar la reseña propiamente dicha.
El Teatro Regio es uno de los edificios de la casa real de Saboya
declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1997. Se encuentra en la
Piazza Castello de Turín (provincia
homónima, en el Piamonte, Italia). Es un destacado teatro de ópera y con el
mismo nombre, Teatro Regio di Torino, se conoce a su compañía de ópera, con
sede en Turín (Italia). Su temporada va desde octubre a junio con la
presentación de ocho o nueve óperas con 5–12 representaciones de cada una.
El Nuovo Teatro Regio ('Nuevo Teatro Real') fue inaugurado el 26 de
diciembre de 1740 con el Arsace de Francesco Feo. Fue construido con
suntuosidad, 1.500 asientos y 139 palcos ubicados en cinco pisos y una galería.
Sin embargo, el teatro se cerró por orden real en 1792 y se convirtió en
almacén. Con la ocupación francesa de Turín durante las Guerras Napoleónicas el
teatro fue rebautizado como Teatro Nazionale y finalmente, después del ascenso
de Napoleón a emperador, rebautizada de nuevo como Teatro Imperiale. La caída
de Napoleón en 1814 vio al teatro vuelto a su nombre original, el Regio. En los
años siguientes el teatro de ópera pasó por varios periodos de crisis
financieras y fue asumido por la ciudad en 1870.
Se dice que otras salas se reconstruyeron y presentaron temporadas de ópera en Turín. Entre ellos el restaurado Teatro Carignano en 1824, adquirido por el municipio en 1932 y, después de la destrucción por el incendio del Teatro Regio en 1936, el Carignano iba a servir como principal local de ópera en la ciudad hasta que el Regio volvió a abrir en 1973.
Incluso antes de que se quemara, había discusiones sobre si reconstruir el Regio o crear un flamante teatro nuevo en Turín a principios del siglo XXQuedó cerrado durante treinta y siete años. Arturo Toscanini fue el director de la Ópera de Turín de 1895 a 1898.
Después del incendio, se lanzó una competición nacional para
encontrar un arquitecto. Sin embargo, debido a la guerra y la situación
financiera general, la primera piedra fue colocada el 25 de septiembre de 1963.
Aun así, la obra no empezó hasta septiembre de 1967 con el arquitecto Carlo
Mollino. El teatro reconstruido, con su sorprendente interior contemporáneo
pero escondido detrás de la original fachada, fue inaugurado el 10 de abril de
1973 con una producción de la obra de Verdi I vespri siciliani dirigida por
Maria Callas (su único fallido intento en esta disciplina) y Giuseppe Di
Stefano.
En lo que se refiere a La bohème, no hace falta mencionar tal vez entre los fragmentos más conocidos y conseguidos de esta partitura, en el Acto I, el dúo de Rodolfo con Mimì, «Che gelida manina» / «Si, mi chiamano Mimì», en el Acto II, de Musetta, «Quando m’en vo», en el Acto III, Mimì canta «Donde lieta uscì» y el final del Acto IV, entre Mimì y Rodolfo y que es una de las composiciones más representadas en los teatros líricos de todo el mundo.
El paso de los años
no la ha desautorizado. Todo lo contrario: ha ganado en donosura y en
actualidad. Se trata de una historia de hoy, casi un documento sociológico. Hay
que saber leer más allá de la superficie, que podría parecer frívola o simple,
banal.
No sería aventurado opinar que la Bohème de Giacomo Puccini es un
tratado sobre las pasiones de la juventud, alrededor de 1830, año en que
reconoce casi oficialmente el comienzo del Romanticismo en Francia, con el
estreno del Hernani de Victor Hugo.
Allí hay un desfile de emociones casi todas amables, el
compañerismo, el amor, la resiliencia (como dicen hoy), que ayuda a soñar y a
sobrevivir en medio de la miseria, el frío y las privaciones de los creadores
sin patrocinadores, instituciones o familia que los respalde o simplemente (y
esa es la clave), los quiera bien, los escuche y los acompañe. Y respeten su
estilo de vida y sus sueños.
También hay otros rasgos sociales e individuales menos lucidos como
el rencor, los celos, la fragilidad con que se manejan los sentimientos ajenos,
y "last but not least", el egoísmo económico y la empatía hacia los demás y la más clara falta
de sensibilidad por las necesidades del otro. Es muy siglo XIX, y universal,
seguramente muy cercana a la propia biografía joven del maestro Puccini,
enamorado del amor, las mujeres y la buena vida. Gran retratista de personajes
de todo tipo, clase y género. Detrás, casi apenas disfrazado, el tratamiento
paternalista o masculino que se concede a la mujer, como compañera, enamorada o
demi-mondaine. Poco flexible, conservador y retrógrado. Y muchos clichés.
Aún así, no se pude evitar sentir un cierto apresuramiento del
corazón, cuando, por enésima vez, se abre el telón del teatro de turno y nos
encontramos con la cofia rosa de Mimí, la carcajada de Musetta, la literatura
arrojada a la estufa para calentarse. Y el manguito y el viejo mezquino
estafado impresentable o el petimetre aristocrático. Y el Café Momus y las
voces de los niños revestidas de alegría, inocencia y frescura. Como un cántico
exaltado y sorprendido a la vida.
La puesta en escena del Regio de Torino, a cargo de Paolo Gavazzeni y Piero Maranghi es tradicional, pero no aburrida, familiar pero
inspirada. Conocida pero deliciosa, como siempre. Buena elección. Se siente ya
un cansancio espantoso antes las renovaciones baratas de las regias elegantes y
lujosas de antes. Ahora no faltan medios, no es verdad, sino talento y trabajo
para reinventar y actualizar las obras de arte que nos visitan desde hace
siglos.
Excelente descifrado hace el director de orquesta versátil y viajado de la partitura de Puccini, Pier Giorgio Morandi, atento a las voces y al sonido global de la orquesta para buscar la totalidad sonora. Su lectura es interesante, respetuosa de la obra y los artistas que la conforman y muy profesional. Igual valoración podría hacerse del vestuario de Nicoletta Ceccolini, en la escenografía y la iluminación de Andrea Anfossi y la aportación de Lorenzo Maletto, en la puesta al día de la producción para esta sala.
Preciosa sensibilidad en las direcciones del coro y las voces
blancas, cuyos responsables respectivos, Andrea
Secchi y Claudio Feniglio, están
muy a la altura del desafío que siempre supone el compositor de Lucca, no menos
complicado por más representado.
Jóvenes y entregados todos los cantantes de este cast alternativo,
empezando por la Mimí, de la soprano sarda
Francesca Sassu, con presencia escénica adecuada, voz no enorme pero
expresiva y comunicadora con los compañeros de elenco y audiencia. Lo mismo
podría señalarse del tenor genovés, el enamorado y apasionado Rodolfo de Matteo Lippi. De gran calidad y desenvoltura
los cantantes que acompañan el drama y el diálogo interrumpido por la
enfermedad de los protagonistas. Una ajustada y eficiente Musetta de Cristin Arsenova, el Marcello de Ilya Kutyukhin. Así como el Schaunard,
solvente, de Vincenzo Nizzardo, Colline,
el filósofo de Bozhidar Bozhkilov y
también, cómico y ridículo, agudo actor y cantante, el dueño de casa, Benoît, a
cargo de Matteo Peirone. Sin olvidar
a Alejandro Escobar, Riccardo Mattiotto
y Marco Sportelli, en los roles
respectivos de Parpignol, el sargento aduanero y el otro funcionario de aduanas.
La Bohème es siempre y lo fue esta vez en el Teatro Regio de
Torino, una fiesta, una iluminación onírica, a pesar de la muerte que
acecha hacia el final, comparsa ácida e inevitable de la vida. Días y noches de
vino y rosas y de fuego en medio de la nieve.
El público participó, disfrutó y revivió una vez en esta nueva
versión de la inefable ópera de Puccini, una entusiasta “compulsión a la
repetición” freudiana, amable, solar y reconfortante. Grazie a tutti y a muy
especialmente a Prensa del team con
Paola Giunti, Sara Zago, rápidas y disponibles siempre.
Alicia Perris
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