Esta fue la reseña de aquella noche de ópera
RICCARDO MUTI DIRIGE “I DUE FIGARO” DE MERCADANTE,
EN EL TEATRO REAL DE MADRID
Melodramma buffo en dos actos. Libreto de Felice
Romani basado en la comedia Les deux Figaro ou Le sujet de comédie de
Honoré-Antoine Richaud Martelly. Nueva producción del Teatro Real, coproducción
con el Festival de Pentecostés de Salzburgo y el Festival de Ravenna. Director
musical: Riccardo Muti. Director de escena: Emilio Sagi. Director del Coro:
Walter Zeh. Reparto: Antonio Poli, el conde de Almaviva. Asude Karayavuz, la
condesa. Rosa Feola: Inez. Annalisa Stroppa, Cherubino. Mario Cassi, Figaro y
elenco. 27 de marzo de 2012.
Riccardo Muti forma parte de la leyenda y del mito.
Es la sensación que nos deja la visión- y la audición- , mágicas, de una velada
en estado de gracia: el director napolitano dirigiendo como nunca, o tal vez
habría que decir, como siempre, la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini y el
Philarmonia Chor de Viena en la ópera I due Figaro de Mercadante (1795-1870).
Esta batuta privilegiada, nunca saciada de talento,
que recibió el pasado Premio Príncipe de Asturias de las Artes, entre otros
muchos agasajos, tiene un gusto exquisito para dirigir ópera italiana y siempre
se vuelca en este repertorio, mientras otros maestros ilustran con esmero a los
compositores alemanes.
Un autor italiano dirigido por otro es sin duda
inenarrable, sobre todo cuando el libreto y el perfume de la propuesta, nos
retrotraen a esas historias alambicadas de matrimonios propuestos y fallidos,
notarios siempre dispuestos entre bambalinas y amores y amoríos con poca
moralidad, que siempre triunfan al final de la obra.
Hay un aleteo de Molière en el enredo y un fugo
fatuo que nos recuerda por momentos al teatro de Goldoni o a Beaumarchais, cómo
no, o a “Les liaisons dangereuses” de Choderlos de Laclos por la soltura y el
desparpajo, pero menos trágicas y muchos más festivas y con menos
consecuencias.
La partitura, a mitad de camino entre el bel canto
y una evocación permanente de lo español y lo italianizante, allí donde se
enhebran esos caminos aparentemente tan dispares pero hermanos, es una joya que
enardece la escucha y las emociones.
La puesta, refrescante, luminosa, feliz, con sus
naranjos y buganvillas y geranios y las enredaderas trepando por el ruido delicado
de las fuentes de un patio de Sevilla…con la nostalgia de una puesta de sol en
la Costiera Amalfitana, en el sur de Italia.
El sonido de la orquesta que dirige Riccardo Muti
es la exaltación siempre joven (en la edad, en la performance) de todos los colores,
matices y evoluciones sonoras. Se trata de un resultado magnífico, sobre todo
si, al estar cerca del escenario, se puede disfrutar de la visión de la
dirección del maestro, siempre atenta y sensible, con la guardia alta y la
alerta pronta para insinuar, indicar, redondear la ejecución y la consagración
de un sonido arrebatador. Y sus maravillosas manos ondeando en el espacio, en
escorzo.
I due Figaro es una ópera complicada entre otros motivos, porque no se enjuaga con dos buenos cantantes. Se trata de un proyecto de conjunto donde todos tienen que estar a la altura y más.Excelente el coro y muy bien Antonio Poli como el conde de Almaviva y Asude Karayavuz como la condesa. Acompañando con elegancia Rosa Feola y Mario Cassi en Inez y Fígaro respectivamente. Pero la ovación especial fue para Susanna en la voz de Eleonora Buratto, que compuso un personaje delicioso en lo teatral y lo vocal, lleno de gracia y encanto. Un hallazgo.
Una pintura clara, pastel y verde hoja en los
decorados y en los trajes, volantes, puntillas y encajes, metáforas de la
esencia de un espectáculo fino y elegante, para hacer olvidar las nostalgias y
las preocupaciones del día a día. Puro goce y efervescencia.
Hubo un homenaje de aplausos y “bravos” al estilo y la maestría de Riccardo Muti y “su” ópera y para los músicos y los cantantes en la sala y fuera, en la calle, abundaron los comentarios y el agradecimiento generalizado del público por una noche excepcional. De lujo.
Hubo un homenaje de aplausos y “bravos” al estilo y la maestría de Riccardo Muti y “su” ópera y para los músicos y los cantantes en la sala y fuera, en la calle, abundaron los comentarios y el agradecimiento generalizado del público por una noche excepcional. De lujo.
Alicia Perris
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