La conquista de
México. Wolfgang Rihm (1952). Música teatral en cuatro partes. Libreto del
compositor, basado en textos de Antonin Artaud y Octavio Paz. Estreno en España
en una nueva producción del Teatro Real. Martes 15 de octubre, 2013.
Raíz del hombre (XV) .
Octavio Paz.
“… Bajo este Amor de
soledad herida
Hay una dulce ira,
Un ciego amor de ira,
Torbellino sombrío
Donde tu nombre en sangre
me devasta”
Director musical:
Alejo Pérez. Director de escena: Pierre Audi. Escenógrafo: Alexander Polzin.
Director del coro: Andrés Máspero. Reparto: Montezuma, Nadja Michael. Cortesz
Georg Nigl. Malinche, Ryoko Aoki. Soprano, Caroline Stein. Contralto:,Katarina
Bradic y elenco. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Martes 15 de
octubre, 2013.
Una de las mejores
noticias que trajo consigo esta ópera, fue la reaparición en el foro de Gerard
Mortier, que vino para la rueda de prensa que presentó La Conquista en el Real,
en espera de que siga viniendo y se estrene la próxima función dedicada a
América: The Indian Queen, de Henry Purcell (1658-1695), el 5 de noviembre.
Se trata de una obra
que narra, muy sui generis, un poco a la europea y sobre todo a la alemana
(Alemania quedó muy lejos del “descubrimiento” y la “conquista” de estos
territorios españoles en ultramar), los avatares sangrientos de la llegada de
los españoles al antiguo imperio de Montezuma, que ya llevaba una larga
trayectoria cultural antes de la llegada de Cortez (la grafía de esta versión
es “Cortez” y “Montezuma, en vez de la más habitual en América y España, “Cortés” y“ Moctezuma”).
El enfoque de Rihm
conecta con textos de Artaud y su concepción del teatro de la crueldad, basado
sobre todo en una escenificación que resalta la fisiología del actor. Hay algo
de rito y ritual en esta representación cuya filosofía “invita al espíritu a un
delirio que exalta sus energías, impulsa a los hombres a que se vean tal como
son, hace caer las máscaras, descubre la mentira”.
Una parte vital juega
en esta propuesta el encuentro de dos culturas, personificadas en dos hombres-
el español y el mexicano- aunque en esta ocasión, para insistir más en una
interpretación un tanto atípica y heterodoxa del fenómeno de la llegada de los
conquistadores, el personaje de Montezuma lo represente una soprano, con todos
sus rasgos femeninos que tradicionalmente se le atribuyen a las mujeres:
belleza, secretismo y misterio y especialmente sumisión.
Los textos de la ópera
son sin embargo ajenos a la imagen que se tiene de esta aventura americana con
final luctuoso más para unos que para otros. La insistencia se apoya sobre la
frase, muy repetida de “Neutro, masculino, femenino”, especie de letanía
auditiva que emparenta tal vez con la inspiración de la gramática de la lengua
alemana.
Aquí la localización
de los instrumentos es fundamental, ya que la orquesta está dividida en tres
grupos: los dos primeros ubicados frente al público, el primero a nivel del
foso de la orquesta y el segundo más arriba. La tercera parte de los
instrumentos está en cambio dispersa por la sala (a ambos lados de la platea,
en los palcos bajos y arriba, en el palco de autoridades). Habla así el
compositor de una concepción en términos tridimensionales, imaginada como una
verdadera “escultura”.
Asimismo, las voces se
distribuyen espacialmente con un barítono y dos voces recitantes en el papel de
Cortez y se utilizan tres voces de mujer para recrear la figura feminizada de
Montezuma: una soprano dramática, una soprano aguda y una contralto, estas dos
últimas prolongando la voz en el escenario como una especie de “canto dentro
del canto”. Las voces masculinas así representan a los españoles y las
femeninas a los indígenas, en una distribución que cada cual puede asimilar
como le parezca.
La Malinche, que jugó
un papel tan importante como bisagra cultural y lingüística en esta narrativa,
la traductora entre las dos culturas y más, es aquí, paradójicamente, muda y
esbozada por una figura oriental ataviada con un kimono que recorre
fatigosamente el escenario durante toda la representación. Para Rihm, “habla
por medio del cuerpo…baila una suerte de lenguaje”. Él verá.
La percusión es
fundamental aquí, característica que retoma el autor de la música en el
concierto para violín Gesungene Zeit (1991-92) o Sotto voce-Notturno, para
piano y orquesta (1999).
Sería injusto hacer
referencia solo a la caligrafía musical de la velada, porque lo visual ocupa
una parte fundamental de la atención del público: el vestuario y la puesta son
imaginativos, ricos y originales, con una inclinación sugerente por el dorado
que recuerda a menudo los tonos luminosos de la pintura de Klimt. Para estar
relatando la premonición de lo que acabó siendo una masacre, son evocadores,
relajantes y muy plásticos. El poder de la sensualidad unida tal vez al abrazo
definitivo de la muerte y el final histórico de un ciclo que no tuvo por qué
terminar de esa manera. Bonito el maquillaje de Sylvie Imbert, antigua
compañera de un grupo de teatro que dirigía, Bruno Vella, un argentino
entusiasta de lo francés, hace tiempo fallecido. (Sylvie, ¿te acuerdas de
aquellos viejos tiempos?, ¿cómo sigue Gérard, con su enorme talento…?).
Las partes del coro
fueron grabadas previamente para difundirse por altavoces y su desempeño, casi
en la línea de las antiguas tragedias griegas subraya la acción como desde
lejos, pero está siempre presente.
Excelente la dirección
de Alejo Pérez, atento a todas las entretelas de la dispersión de la orquesta y
los cantantes. Consigue un sonido impresionante.
El barítono Georg
Nigl, que sugiere una agradable voz de tenor por momentos, tiene un desempeño
eficaz, que se afianza a medida que se centra su voz y evoluciona la ópera.
Montezuma es una soprano potente, que infunde energía a toda la sala y
ajustadísimas y elocuentes la también soprano Caroline Stein y la contralto
Katarina Bradic. Bradic proyecta una voz casi masculina, con unos graves
increíbles, canta con una absoluta facilidad, sentada y relajada, como si el
desafío no fuera con ella. Nítida y cuidada la dicción alemana, se oyen las
vocales y sobre todo, las consonantes, a la perfección.
El público en general
aplaudió el esfuerzo titánico de montar y sostener una versión contemporánea y
portentosa como ésta, salvo algunos que muy poco discretamente se eclipsaron de
la platea, en mitad de la representación. Como siempre, en fin, hay de todo,
como en botica, pero con muchos ánimos.
Alicia
Perris
Para más información
sobre La conquista de Mexico, se puede consultar
La revista del Real de
septiembre, octubre y noviembre o la página del Teatro, www.teatro-real.com
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