Les noces
Coreografía: Jiří Kylián
Música: Igor Stravinski
Escenografía y figurines: John MacFarlane
Diseño de luces: Kees Tjebbes
Dirección musical: Teodor Currentzis
Coreografía: Jiří Kylián
Música: Igor Stravinski
Escenografía y figurines: John MacFarlane
Diseño de luces: Kees Tjebbes
Dirección musical: Teodor Currentzis
Music Aeterna (Solistas, Coro
y Orquesta de la Ópera de Perm)
El bufón
Coreografía: Alexey Miroshnichenko
Música: Serguéi Prokófiev
Escenografía y diseño de luces: Sergei Martynov
Figurines: Tatiana Noginova
Dirección musical: Valentin Uryupin
Coreografía: Alexey Miroshnichenko
Música: Serguéi Prokófiev
Escenografía y diseño de luces: Sergei Martynov
Figurines: Tatiana Noginova
Dirección musical: Valentin Uryupin
Orquesta Titular del
Teatro Real
28 octubre 2013
Serguéi Diaghilev (Nóvgorod, 1872- Venecia, 1929)
intuitivo e infatigable receptor de artistas y creadores, sigue irradiando la
magia que desplegó en Rusia y sobre todo en el resto de la Europa desde los
primeros años del siglo XX.
Como si el tiempo no hubiera pasado por su
inspirada obra, aquella que apoyó, descubrió y paseó por un sinfín de países,
el Teatro Real ha ofrecido esta temporada la ocasión de reencontrar al mito, a
través de algunos de los compositores que construyeron su leyenda.
Igor Stravinsky fue uno de los elegidos autores de
Diaghilev con producciones como L´oiseau de feu (1910) y Petrushka(1911), pero
sobre todo con la nunca igualada violencia telúrica del Sacre du printemps
(1913), que tantas referencias temáticas y coreográficas ha dejado en Les
noces, completada en 1923.
El libreto fue concebido por el compositor, en
colaboración con el escritor suizo Charles-Ferdinand Ramuz (1878.1947) para la
versión francesa y está dividido en cuatro escenas.
Recorremos aquí el ritual tradicional desarrollado
en las bodas de las campesinas rusas, cuyos textos son la columna vertebral de
esta delicada propuesta. Como publicó La Veu en 1928, “la palabra es un simple
material que funciona musicalmente como un bloque de mármol o un bloque de
piedra en arquitectura o escultura”.
Los personajes de Les noces son arquetípicos y
suelen encontrarse en casi todas las culturas: ritos de paso, sucesión y
apertura de vías a las nuevas generaciones, este ballet aparece como la
despedida de la juventud despreocupada y el abandono de la casa de los padres
para emprender una nueva etapa y recrear el ciclo de la vida.
En El bufón, una obra divertida gracias a su tema,
truculento y exagerado, se dan cita los defectos más sangrantes de la condición
humana universal: el engaño, la burla, la estafa, la desvergüenza. La música
tiene un colorido impactante y el planteamiento del baile alcanza el
virtuosismo y la seducción y la novedad en el ámbito plástico. Aquí, el cuerpo
humano y sus posibilidades expresivas se descubren con todo el rigor y el esplendor
del talento y el genio.
Fue evidente la relación entre el mago Diaghilev y
la España de su tiempo, a partir de la primera presentación de los Ballets
Russes en el Teatro Real de entonces, el 26 de mayo de 1916.
De nuevo el coliseo madrileño ha tenido la feliz
ocurrencia de traer el espíritu siempre vivo de los ballets rusos, de su mentor
incansable y de los compositores y coreógrafos que jalonaron una de las
narrativas más seductoras y apabullantes que se forjó en el universo de la
danza en el siglo XX.
Considerado uno de las mejores compañías de la Rusia
actual, junto con los elencos del Bolshoi o el Teatro Mariinsky, el Ballet de
Perm ha hecho gala de una plasticidad y un buen gusto inigualables, con el que
se han confabulado, en feliz componenda, un exquisito sabor en los decorados,
los trajes, la iluminación y la puesta en general.
Los directores de orquesta de cada parte de la
velada, Teodor Currentzis (Les noces) y Valentin Uryupin (El bufón) demostraron la capacidad que
tienen para imbricarse con la orquesta, con los bailarines y con toda la
propuesta artística para consagrar, como en una fiesta, la disciplina y el
estilo de un ballet que manifestó en todo momento, aún en los más tiernos o
dramáticos, una alegría y una expresividad a chorros.
El público disfrutó con esta velada distendida y
audaz, llena de luz y color, seducido por las escenas de una danza que
hilvanaba con los cuerpos y la música, la perdurabilidad paradójica de la que
están construidos los sueños.
Alicia Perris
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