La arquitecta iraquí firma la nueva sede de la Serpentine Gallery de
Londres
Nueva sede de la Serpentine
Gallery de Londres. / EL PAÍS
Londres tiene, desde hace unos días, dos galerías Serpentine: la que
desde hace 41 años organiza exposiciones—-y desde hace 13 invita a arquitectos
a levantar en los jardines de Kensington un pabellón de verano— y la nueva
Serpentine Sackler, al otro lado del riachuelo que cruza el parque y da nombre
a la galería, en la que Zaha Hadid ha
ampliado un antiguo almacén de pólvora de 1805.
Como “una invitación al enigma del arte moderno”
pero también “como una extensión orgánica del parque que la rodea” ha definido
Hadid una intervención que, inequívocamente, lleva su firma al corazón del
jardín público. Se trata de una estructura tensada que extiende una membrana de
fibra de vidrio que no solo cubre el nuevo restaurante sino que, además,
contribuye estructuralmente a sostenerlo deslizándose por uno de los laterales hasta
alcanzar el suelo. Esa fluidez sin duda opone dinamismo a la solidez del viejo
almacén militar (construido durante las guerras napoleónicas para esconder la
munición). También contrasta con el edificio original de ladrillo, ampliada con
la ligereza de una fachada de vidrio curvo montado sin carpinterías. Es cierto
que esa fachada permite que la vegetación de los jardines —y el proyecto de
aire orgánico firmado por Arabella Lennox-Boyd— se cuele, además, en el nuevo
interior.
Sin embargo, y a pesar de esa ligereza, del
dinamismo del nuevo inmueble y de su transparencia que rubrica la intervención
con la firma Hadid, la parte más importante de la obra ha consistido en
reconocer el valor de lo no icónico. Paradójicamente, Hadid ha resultado
exquisitamente discreta a la hora de tratar lo que no es suyo y ha demostrado
un gran oficio al limpiar (sin necesidad de firmar) los antiguos almacenes para
convertirlos en salas de exposición.
Con muros de ladrillo y un patio central
reconvertido también en espacio expositivo y el sello de Hadid en una de las
fachadas, el proyecto rescata un edificio y, a la vez, anuncia ese rescate.
Pero más allá del atrevimiento y la osadía que la han hecho célebre, ha sido en
esas intervenciones mudas donde la angloiraquí y su equipo han estado
sobresalientes demostrando así que además de marcas, enigmas y flujos, su
trabajo sabe también hablar de respeto. La iluminación cenital ha devuelto la
luz al inmueble, ya que hasta 1963 tuvo uso militar y luego permaneció cerrado
al público, convertido en almacén del parque. Los focos de la fama, y de su
nuevo uso, los ha encendido Hadid, que no en vano ya diseñó el primero de los
célebres pabellones temporales de verano de la Serpentine, en 2000. Esta vez es
distinto. Hadid ha demostrado que sabe hablarle al tiempo y así, ha llegado a
los jardines de Kensington para quedarse, para siempre, asombrando.
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