"El
Público". Ópera en cinco cuadros y un prólogo.
Libreto de Andrés Ibáñez, basado en la obra de teatro El Público (hacia 1928) de Federico García Lorca y música de Mauricio Sotelo. Encargo y nueva producción del Teatro Real Teatro Real, dedicada a la memoria de Gerard Mortier. Domingo 1 de marzo. 18 horas.
Libreto de Andrés Ibáñez, basado en la obra de teatro El Público (hacia 1928) de Federico García Lorca y música de Mauricio Sotelo. Encargo y nueva producción del Teatro Real Teatro Real, dedicada a la memoria de Gerard Mortier. Domingo 1 de marzo. 18 horas.
Elenco
Klangforum
Wien
Coro Titular del Teatro Real
(Coro Intermezzo)
Coro Titular del Teatro Real
(Coro Intermezzo)
Ficha Artística
- Dirección musical: Pablo Heras-Casado
- Dirección de escena: Robert Castro
- Escenografía: Alexander Polzin
- Figurines: Wojciech Dziedzic
- Iluminación: Urs Schönebaum
- Coreografía: Darrel Grand Moultrie
- Dirección de sonido: Peter Böhm
- Asistente de dirección de sonido: Florian Bogner
- Dirección del coro: Andrés Máspero
- Director: José Antonio López
- Caballo primero: Arcángel
- Caballo segundo : Jesús Méndez
- Caballo tercero: Rubén Olmo
- Hombre primero: Thomas Tatzl
- Hombre segundo: Josep Miquel Ramón
- Hombre tercero: Antonio Lozano
- Elena: Gun-Brit Barkmin
- Emperador / Prestidigitador: Erin Caves
- Julieta: Isabella Gaudí
- Criado / Enfermero: José San Antonio
- Guitarra solista: Cañizares
- Percusionista: Agustín Diassera
Se podría decir que Federico García Lorca forma parte de la
secuencia de mi vida. Sobre todo de la primera parte, cuando mi madre me
contaba cómo él y Margarita Xirgu,
habían hecho bandera de un teatro legendario en Buenos Aires y el Río de la plata.
Años después, casi me cuesta
aprobar la materia de Literatura Española Contemporánea, cuando se me ocurrió
decir, en un examen oral, que “Lorca era un poeta comprometido”. Algo que para
mí era obvio por motivos evidentes y que escandalizó al tribunal al uso,
siempre conservador, continuista y negador de la Historia, también la de la
literatura.
La lectura de su Romancero
Gitano, siempre me retrotraía a otros universos, muy lejanos, donde el mundo
gitano, el filo acerado del cuchillo y la muerte omnipresentes, buceaban en una
constelación propia.
Ahora se presenta en el Teatro Real una de sus propuestas más
esotéricas, a pesar de las referencias a su vida y a su obra anterior y a un
sinfín de conexiones de la narrativa acariciada y soñada por el poeta de
Granada.
Es probable que El público sea la obra más difícil y misteriosa de
Lorca, y uno de los grandes mitos del español moderno. Lorca la escribió en
Cuba, justo después de su viaje a Nueva York, en una época de intensa
experimentación artística y vital. Olvidado durante décadas, se estrenó en un montaje
teatral de Lluís Pasqual en el
madrileño Teatro María Guerrero el 16 de enero de 1987.
El tema de la homosexualidad se trata aquí abiertamente. Este verdadero
“cántico espiritual” pretende ser un grito de desafío contra la hipocresía pequeñoburguesa
y es un alegato a favor de la libertad amorosa y artística.
Se trata de dos maneras de entender el arte que se oponen, el teatro
al aire libre, comercial y complaciente, y el teatro bajo la arena, que
pretende revelar lo oculto y poner en cuestión los valores establecidos.
Todos aquellos desafíos que lanzó Federico a la cara de un país
destrozado por el conservadurismo y la persecución de cualquier tipo de
disidencia (también la sexual) que lo llevó a perder la vida y a seguir
enterrado en alguna parte de su Granada natal, en una cuneta y una sepultura
desconocida y sin nombre. Hasta hoy.
Se aborda además el tema de la máscara en el teatro, que conduce al
corazón de la trama y la puesta y que define una realidad en estado de perpetuo
cambio, una especie de sueño donde los personajes y las identidades cambian sus
papeles sin cesar.
Indagamos así en el interior de la
conciencia y cuestionamos la noción de individualidad y de voluntad propia,
porque “no somos uno, sino muchos”. Se trata de una cosmovisión total. Lorca
estaba convencido, como los surrealistas, de que el arte tenía la capacidad de
transformar al ser humano. Y que la política descifraba todas las geografías.
“Lo realmente importante es el público-decía Lorca- todo lo que sucede en la
escena está muerto”.
A partir de esos mimbres, el compositor Mauricio Sotelo y el libretista Andrés Ibáñez, junto al escultor y
escenógrafo Alexander Polzin, han acometido el desafío de transformar El
Público en una ópera del siglo XXI.
Han logrado organizar un entramado con una música que bucea en
diversas concepciones artísticas, mientras que el libreto no tiene continuidad
y se produce en diferentes escenas sucesivas.
Los palos del flamenco son un punto de apoyo en toda la producción,
jugando en la mezcla de ritmos y timbres sorprendentes, ya wagnerianos,
mozartianos, o con reminiscencias de un Bruckner,
pasando por cierto perfume a música de tradición japonesa.
Presente en la propuesta un coro a capella, el siempre perfeccionista
a las órdenes de Andrés Máspero. Hay una atmósfera verdiana en el cuadro final
y un sabor también oriental, a mitad de camino entre un recitativo dramático y
la languidez lenta y meditativa de una salmodia.
Los 34 músicos pertenecientes al Klangforum de Viena hicieron una gran
labor, al igual que las voces protagonistas de Isabel Gaudí, con un instrumento
amplio y bien utilizado, igual que el barítono José Antonio López. Elegante
además Tomás Tatzl y el resto de cantantes de apoyo. Cada uno desempeña con
regularidad matemática y muy musical y eficacia su cometido.
Hay una participación destacada de los cantaores, Arcángel, Rubén Olmo
o Jesús Méndez y una guitarra infaltable en el ámbito de Cañizares, sonando casi
toda la velada, aunque a menudo difuminada por la gravedad y sonoridad de la
orquesta.
La coreografía de Rubén Olmo está a la altura, ayudando a clavar esa
estructura que soñó Gerard Mortier, anterior director musical del Real, ya
fallecido, donde se combina la magia, el duende y el sentimiento onírico de
García Lorca. La reflexión sobre el misterio del teatro y la inclusión de este
arte dentro de sí mismo, así como la gran columna vertebral que endereza El Público,
estaban muy cerca del imaginario habitual del recordado director belga.
Mortier había encargado El Público ya en 2010, había visto las
propuestas escenográficas de Polzin y tenido un primer contacto con la
partitura que cuajaría después.
El director musical, Pablo Heras- Casado ha hecho una formidable labor
del frente de todo el espectáculo, coordinando, sugiriendo y sacando el mejor
partido posible de toda la propuesta musical. Bien también la utilización de los altavoces
en la sala.
La treintena de personajes que
desfilan en la ópera son pespunteados por el director de escena de ascendencia mexicana Robert Castro, que se ha inspirado en
el arquetipo de la identidad de los mayas —In lak’ech, yo soy otro tú; hala
ken, tú eres otro yo— evocando la cosmovisión del mundo de Lorca en El
Público, que se esconde detrás de un juego de espejos, máscaras,
transformaciones y alegorías que entrelazan realidad y ensoñación.
Por su parte, el pintor y escultor Alexander Polzin ha concebido el espacio
para el viaje iniciático y misterioso de García Lorca con nueve telones
pintados que evocan el icónico biombo lorquiano y los rascacielos de Nueva
York. En la segunda parte, un inmenso espejo espía trae al escenario a todo el
público de la sala y lo hace partícipe de las reflexiones que se plantean en la
obra.
Como si se tratara de un gran
“caravansaray” turco, las diferentes nacionalidades de los intérpretes, que van
de Estados Unidos a Egipto, los artistas de esta producción del Teatro Real
proceden de mundos estéticos y estilísticos muy distintos. Desde los grandes nombres del flamenco a los
excelentes músicos de la prestigiosa orquesta Klangforum de Viena; del coreógrafo de Broadway Darrell Grand Moultrie (premiado por
sus creaciones para varios artistas, incluyendo Beyoncé) al figurinista polaco Wojciech Dziedzic con el libanés Assaad Awad y su realización del vestuario.
Se trata así de un Lorca cosmopolita
y multicultural, como era el poeta, con una orquesta austríaca en el foso,
flanqueada por el gran guitarrista Cañizares,
a la izquierda, y el percusionista Agustín
Diassera, a la derecha; las voces de los cantaores Arcángel y Jesús Méndez junto a cantantes como José Antonio López, Thomas
Tatzl, Josep Miquel Ramón,
Antonio Lozano, Gun-Brit Barkmin, Eric Caves o Isabella Gaudí; y el bailaor Rubén Olmo al lado de los bailarines Haizam Fathy, Leonardo Cremaschi y Carlos
Rodas.
El público presente en la sala, que
continuó viendo el espectáculo hasta el final, aplaudió y premió con holgura y
satisfacción el esfuerzo de todos, conscientes de asistir a una producción
estética y plásticamente muy bella y un debido homenaje a la memoria y el mito,
siempre actual, de Federico. Un verdadero lujo y una gema rara.
Alicia Perris
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