I Requiem
aeternam
II Dies Irae
III
Offertorium
IV Sanctus
V Agnus Dei
VI Libera me
Elenco
Susan Gritton, soprano
John Mark Ainsley, tenor
Jacques Imbrailo, barítono
Miguel Ángel Tallante, organista
Pablo Heras-Casado, director musical
Pedro Teixeira, director del Coro de la Comunidad de Madrid
Ana González, directora del Coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Andrés Máspero, director del Coro Titular del Teatro Real
John Mark Ainsley, tenor
Jacques Imbrailo, barítono
Miguel Ángel Tallante, organista
Pablo Heras-Casado, director musical
Pedro Teixeira, director del Coro de la Comunidad de Madrid
Ana González, directora del Coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Andrés Máspero, director del Coro Titular del Teatro Real
Coro de la Comunidad de Madrid
Coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid/Coro Intermezzo)
Coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid/Coro Intermezzo)
“Contra el sinsentido de la guerra” y según reza en el algo
escueto programa de mano de las dos funciones de War Requiem, el texto de
Wilfred Owen, “mi tema es la guerra y el dolor por la guerra. La poesía está en
el dolor. Lo único que puede hacer hoy un poeta es advertir”.
Las dos funciones de la obra de
Britten están integradas en la programación en torno su ópera Muerte en
Venecia, que trajo también al Teatro Real, y este mes, el Ballet de
Hamburgo, con una coreografía inspirada en la novela homónima de Thomas Mann.
Más de 140 intérpretes participan
en la obra: 132 cantantes de los tres coros -Coro Titular del Teatro Real, Coro
de la Comunidad de Madrid y Pequeños cantores de la JORCAM y 106 músicos de la
Orquesta Titular del Teatro Real.
Esta composición se destinó a la
reconsagración de la Catedral de Coventry, el 30 de mayo de 1962, luego de la
destrucción del templo durante la II Guerra Mundial.
En 1963, tuvo lugar, entre otras
famosas grabaciones, la más paradigmática, dirigida por el propio compositor,
con las voces de Vishnevskaya (que no había obtenido permiso de la URSS con
anterioridad para interpretarla), Fischer-Dieskau y Pears.
Pablo Heras-Casado, primer
director musical invitado del Teatro Real, fue el encargado de dirigir esta
obra excepcional y lacerante: un arrebatado clamor a favor de la paz en el
mundo después del estupor de la guerra.
Nunca mejor programada (aunque no
fuera intencionado) esta partitura, cuyo estreno fue el pasado 12 de marzo,
solo un día después de cumplirse un nuevo aniversario de las matanzas de la
Estación de Atocha en la capital de España, que se saldaron un balance trágico
de casi doscientos muertos, heridos, traumatizados y todos aquellos- con el
hecho infausto en la memoria y el recuerdo- que trabajamos como terapeutas o
médicos en los hospitales que acogieron a las víctimas de esta barbarie, que
sigue repitiéndose en diferentes partes del mundo hasta hoy mismo.
El War Requiem de Britten, a
diferencia de los grandes hitos de este tipo de Mozart o Verdi, tiene unas
profundas connotaciones antibelicistas, muy de acuerdo con las ideas del
compositor inglés.
Un atribulado texto de Owen para
las voces masculinas, acompaña esta obra dramática, enérgica y pesimista, que
recuerda las referencias más negras del Antiguo Testamento (el sacrificio de
Abraham con Isaac, por ejemplo) y concluye trayendo a colación el supuesto
encuentro de dos combatientes muertos en la batalla, que se reconcilian al
final del acto bélico en el que uno fue previamente asesinado por el otro.
Solo queda pues, la posibilidad
de la redención y la paz, pero ya en otra dimensión, muy lejos del mundo de los
vivos donde no conseguimos los humanos crear un espacio de convivencia y
solidaridad, de comprensión de la alteridad y las diferencias del semejante.
Dura tarea la de Pablo
Heras-Casado, el responsable musical, joven músico fraguado ya en muchos
combates y embajador entre otras distinciones, de Ayuda en Acción.
Una masa coral impresionante,
donde destaca la excelente labor de los coros, la del titular del Teatro Real, dirigido
como siempre por Andrés Máspero y el de la Comunidad de Madrid, a las órdenes
de Pedro Teixeira.
Los Pequeños Cantores de la JORCAM,
bajo la dirección de Ana González, tienen un desempeño conmovedor, mejor sin
embargo en los pianissimi que en los forti, algo destemplados.
Este grupo vocal infantil ocupó durante
la representación, el palco que habitualmente está destinado a la familia real,
pero que permanece muy a menudo sin ocupar, salvo esta misma semana, cuando los
actuales reyes acudieron a presenciar una función de El Público, ya reseñado en
este medio, sobre un texto de Federico García Lorca.
Digno de destacar también el
desempeño de la orquesta, sobre todo la percusión, la flauta traversa y el
clarinete y muy especialmente la arpista, que llevó a cabo una performance
exquisita y exigida toda la velada.
La soprano Susan Gritton realizó
una demostración de elegancia, buena línea de canto y flexibilidad. Una pena
que estuviera colocada en un segundo plano del escenario, dentro de la
orquesta.
Muy bien las voces masculinas, el
tenor John Mark Ainsley, que ya en octubre del 2014 había cantado el Requiem de
Britten con la orquesta del mecenas Gulbenkian, en Lisboa y el barítono Jacques
Imbrailo, de voz agradable y buena afinación, ambos contenidos y reservados en
lo gestual durante la velada, muy en consonancia con el carácter de la
producción.
La versatilidad de los tres cantantes
hace que sean capaces de enfrentarse a Haendel, Mozart o Berg y Strauss, como
en el caso de Gritton o hacerse verdaderos especialistas en las obras de
Britten, recorriendo orquestas y teatros, como Ainsley, mientras que el
barítono Imbrailo posee una prolongada carrera como liederista y en óperas de
repertorio tradicional como El barbero, Don Pasquale o La Bohéme.
No podemos olvidar tampoco la
prestación del organista Miguel Ángel Tallante, que tiene un papel destacado en
el Requiem, con una importante trayectoria como intérprete y compositor.
Recientemente ha ofrecido además, conciertos de reinauguración de varios
órganos históricos españoles.
Al final de la obra el director,
Pablo Heras-Casado, permaneció en silencio, de espaldas al público, en una
especie de minuto de recuerdo y de respeto. Algunos de los presentes,
impacientes, empezaron a aplaudir, detuvieron a continuación los aplausos y
finalmente, cuando el maestro se volvió para saludar, el agradecimiento por
esta obra contenida y melancólica recorrió y colmó la sala de emoción y
sentimiento.
Alicia Perris
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