El ropero de la artista mexicana
Frida Kahlo ve la luz tras medio siglo oculto
Las prendas han sido inspiración de
diseñadores de todo el mundo
Hay un misterio en casa de Frida Kahlo. No es
difícil creer en fenómenos paranormales en la vivienda que la artista compartió
con Diego Rivera en Ciudad de México, hoy museo inundado de pertenencias
personales, dibujos y sillas de ruedas; Frida y Diego por los cuatro costados,
como si el tiempo se hubiese parado en los años cincuenta. Quizá sea el
surrealismo característico de México el que permita que algún trabajador de la
Casa Azul de Coyoacán comente, en voz baja, que las prendas de Frida llegan
ligeras a la sala de restauración y al final del día vuelven pesando más. Como
si Frida (Ciudad de México, 1907-1954) se reencarnara en su ropa.
El autor del supuesto milagro de reencarnación es
Renato Camarillo, de 24 años, que, con guantes y bata de cirujano, toma las
prendas con cuidado y las regresa a la vida. A contrarreloj, para que el
próximo 22 de noviembre se inaugure la muestra Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo, que
por primera vez exhibe faldas, blusas, pantalones, joyas, zapatos y otros
objetos personales encerrados durante medio siglo en la casa que compartió con
Diego Rivera.
Frida Kahlo pintando un
retrato de su padre, Wilhem, en 1951. / GISÈLE
FREUND
La historia de las pertenencias perdidas de la
artista, fallecida en 1954, tiene también su dosis de surrealismo mágico:
permanecieron 50 años guardadas en un cuarto de baño y varios baúles y roperos.
Allí las relegó el testamento de Diego, que exigió 15 años de veto en un
intento de preservar la intimidad de la pareja. La albacea, Dolores Olmedo –de
la que se dice que era rival amorosa de Frida, pero cuya profesión conocida fue
la de coleccionista de arte y musa de artistas como Rivera–, se tomó el deber
de preservar el legado con tanta seriedad que mantuvo cerrados los cuartos
mucho más; hasta su muerte en 2002. “Mi mamá pensó: ‘Si Diego quiere que se
cierren, vayan a saber qué haya ahí dentro”, explica su hijo, Carlos Phillips,
director del Museo Diego Rivera-Anahuacalli y del Museo Dolores Olmedo. Dos
años después, un equipo abría por fin las habitaciones, “llenas de polvo”,
agitadas por terremotos y maltratadas por la lluvia y algún animal que se coló,
rememora Hilda Trujillo, la directora de la Casa Azul. De los baños y los
baúles salieron durante meses 6.000 fotografías, casi 200 prendas de vestir y
montones de medicamentos, corsés, documentos, joyas… Trujillo recuerda aquel
colosal descubrimiento como un evento emocionante. Los documentos políticos que
Rivera temía desvelar, agrega, perdieron interés. Lo personal, en cambio, se ha
revalorizado.La gente tiene hambre de Frida, la torturada, la excéntrica, la
incombustible.
La ropa de Frida no era solo ropa. Kahlo
aprovechaba el vestido para “exhibir convicciones de mexicanidad y políticas”,
explica Circe Henestrosa, comisaria de la exposición. Por ello, esta muestra se
centra en dos significados clave de su vestimenta: etnicidad y discapacidad,
señala. Etnicidad, porque la reivindicación de lo indígena de Kahlo resultaba
llamativa en los círculos de intelectuales mexicanos, que seguían la moda
europea. Frida encarnó la mexicanidad basándose en lo indígena, un concepto
menospreciado ayer y hoy en este país. Discapacidad, porque Frida dominaba su
cuerpo dañado mediante su ropa.
Muchas prendas pertenecen a la tradición tehuana
no por casualidad. Además de que hay fotos de la familia materna de Kahlo con
estos trajes, ella distraía con sus blusas recargadas la mirada sobre sus
imperfecciones: la pierna derecha le quedó deformada tras sufrir polio de niña.
Después llegó el accidente de tranvía en el que quedó atravesada por un pasamanos.
Y luego, durante casi toda su vida, sufrió los corsés (que customizaba) para
enderezar la espalda y múltiples intervenciones para intentar aplacar un dolor
incesante. “Además, las tehuanas administran la sociedad; el vestido es símbolo
de poder femenino”. Eso sí, algunas teorías dicen que lo adoptó para complacer
a Diego.
Aquel cuarto de baño que guardó los secretos de
Frida es hoy un almacén y la ropa se traslada a diario a la sala de
restauración, donde Camarillo se aplica en dejar listas las prendas para
asomarse de nuevo al mundo. Veintidós atuendos rotarán para no dañarse, porque
“un objeto textil debería descansar tres años tras estar en exhibición cinco
meses”. Los arreglos de faldas, pantalones, enaguas, blusas, corsés y trajes de
baño se distinguen de los originales, a propósito, para no “falsear” el
resultado. La revista Vogue, que, como otras, recurre a Kahlo periódicamente
como icono de estilo – ya en 1937 publicó una foto tomada por Toni Frissell–,
también participará en la exhibición, con motivo de la cual lanza un número
monográfico dedicado a la artista, con su icónica y poderosa imagen en portada.
La influencia de la mexicana en la cultura pop y en el diseño internacional es
evidente en diseñadores como McQueen, Gaultier, Riccardo Tisci, Rei Kawakubo o
Viktor & Rolf. Frida vive.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/01/actualidad/1351786456_264947.html
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