THAÏS. Comedia lírica en tres actos. Libreto de Louis Gallet, a partir de una obra del escritor galo Anatole France (1844-1924). Música di Jules Massenet (1842-1912). Teatro la Scala. 22 de febrero, 2022.
Locandina
Thaïs, Marina Rebeka
Athanaël, Lucas Meachem
Nicias, Giovanni Sala
Crobyle, Caterina Sala
Myrtale, Anna-Doris Capitelli
Albine, Valentina Pluzhnikova
Charmeuse, Federica Guida
Palémon, Insung Sim
Un servitore, Jorge Martínez
Cenobiti: Luigi Albani, Renis Hyka, Michele
Mauro, Andrea Semeraro, Massimo Pagano,Giorgio Valerio. Ballerini solisti: Emanuela
Montanari, Massimo Garon.
Orquesta y Coro del Teatro alla Scala
Direttore, Lorenzo Viotti
Maestro del coro, Alberto Malazzi
Regia (dirección de escena), Olivier Py
Aiuto regista, Ivo Bauchiero
Scene e costumi, Pierre André Weitz
Assistente scenografo, Pierre Lebon
Assistente costumista, Mathieu Crescence
Luci, Bertrand Killy
Coreografia Ivo Bauchiero
Nuovo allestimento del Teatro alla Scala
El telón se abre en realidad, no cuando comienza la función, sino a partir de que se cruza el pulido suelo del Teatro alla Scala, de tanta historia, que esta se mezcla inevitablemente con las leyendas. Carabinieri, bomberos, acomodadores, y todo un servicio que corre paralelo al de un público preparado ad hoc, vestido en general para la ocasión, y bien "atrezzato". Y la sensación, perceptible, de que se está en una especie de santuario. Al menos todos lo dicen.
En una nueva aparición en el Teatro alla Scala de Milán, (la
segunda, después de la otra en 1942) esta ópera nada complaciente del compositor
francés Jules Massenet se retoma en la sala scaligera. Este autor había dejado
en su día la composición para servir como soldado en la guerra Franco-prusiana.
Posteriormente y de regreso a la vida civil, creó Manon, su obra más popular,
ópera según la novela Manon Lescaut del Abbé Prévost. Sus creaciones más
famosas son Don Quichotte, Hérodiade, Le Cid, Le Jongleur de Notre-Dame y, más
tarde, Werther (1892), según Las cuitas del joven Werther de Goethe.
Thaïs (1894), con su soberbio solo de violín del segundo acto
«Méditation religieuse», conocido como Méditation de Thaïs, es célebre, pero, esta
partitura no conocerá el éxito hasta pasados diez años de su estreno. También
suele destacarse una de sus últimas, Don Quichotte, producida para la Opéra de
Monte-Carlo en 1910, con el legendario bajo ruso Fedor Chaliapin en el papel
principal.
No es nada desdeñable la influencia de Massenet, que se manifiesta
en muchos compositores líricos, como en los autores italianos Ruggero Leoncavallo, Pietro Mascagni, Giacomo
Puccini o en el onírico y evanescente Pelléas et Mélisande de Claude Debussy. Massenet
utilizó la técnica del Leitmotiv de Wagner, pero le dio una “souplesse” francesa,
de hecho tuvo una influencia religiosa, mística y cristiana en general y a menudo
ha sido considerado como el heredero de Charles Gounod.
Gran expectación la puesta en escena sobre todo y el propio
argumento, entre místico, y sensual, extrovertido y provocador, casi insultante
por momentos en el palcoscenico para algunos fieles religiosos (el momento,
espinoso, de la Crucifixión o el perfume “queer” y lascivo especialmente
destacable en esta especie de recreación Moulin Rouge- cabaret). Con el
recuerdo del desierto simbólico de la Manon del mismo autor. Vacío de toda
vida, sin posibilidad de cura, de vuelta atrás o de redención. Y la idea de
pecado planeando sobre todas las superficies…
Hubo dos cortesanas Thaîs, pero esta es la de Alejandría, antigua
ciudad distópica de Marco Antonio y Cleopatra, fuente de todas las pasiones,
devota de Serapis, ecléctica y habitada por sincretismos religiosos
orientalizantes y , con un inmenso pasado arqueológico y cultural todavía
hundido. La misma, la del siglo IV, en la que los fanáticos parabolanos
lapidaron hasta la muerte y vejaron el cuerpo muerto de la matemática Hipatia (el cineasta español Alejandro Amenábar realizó una interesante película homónima).Y recreando tiempos heroicos, un relampagueo efímero de la Salomé, Herodías y el Bautista, de Richard Strauss.
El joven suizo Lorenzo Viotti
(hijo del también director Marcello Viotti,), tuvo a cargo la globalidad de la
velada, con una batuta que por momentos sobresalía sobre las voces, sin embargo
potentes, fuertes y bien ancladas de Athanaël, la propia Thaïs y Nicias. Sin
embargo, tiene toda la vida y una carrera abierta y bien diseñada por delante,
durante la cual podrá encontrar, sin duda, su propio sonido y su particular
forma de “escuchar” y “sentir” a los cantantes.
La puesta en escena, cuyo responsable, Olivier Py debuta en un teatro de ópera italiano, se esperaba que
fuese criticada por la audacia de algunas escenas o rincones, aunque no fue el caso, estando como
están las audiencias, acostumbradas desde hace años, a todo tipo de sobresaltos
y cambios de dirección teatrales. No hubo tales quejas ni grandes sorpresas. Déjà vu, pero proteico, elaborado.
Bien adecuados los trajes de Pierre-André Weitz, la iluminación de Bertrand Killy y la propuesta coreográfica que llevó a cabo Ivo Bauchiero, notable en la famosa Méditation, que ilustraron los bailarines Beatrice Carbone y Gioacchino Starace. El violín solista, a cargo de las manos expertas de Laura Marzadori, sin que por ello olvidáramos la nobleza y la dulzura de la creación que Gautier Capuçon hizo del pasaje de Massenet para chelo.
La protagonista, Marina
Rebeka (1980, Riga, Letonia), es probablemente de las mejores voces soprano
de la actualidad: espléndida presencia escénica, (una maravillosa cabellera
roja aquí) de instrumento cremoso, afinado, excelente fraseo y prodigioso
fiato, agudos y sobreagudos impecables y registros medio y grave más que solventes. Sabe cómo
afirmar y sugerir.
Y, a pesar de su éxito en La Scala y su compromiso con la música, la
honra haber tenido un recuerdo para los damnificados de la presentísima guerra
en Ucrania, diciendo, en tweet: “My heart breaks for what is happening at the
moment in Ukraine... It is extremely sad that slavic people fight each other. I
pray GOD to help stop this useless and arrogant war” (Se rompe mi corazón con
lo que está sucediendo ahora en Ucrania. Es terriblemente triste que el pueblo
eslavo pelee entre sí. Le pido a DIOS que detenga esta arrogante guerra que no
tiene ningún sentido. Trad. de A.P.)
Haciéndose cargo del rol oponente, el barítono Lucas Meachem (Estados Unidos, 1978), que debió reemplazar a Ludovic Téziers a último momento, no dejó
dudas sobre su técnica, su solvencia escénica y vocal y la largura con que
defiende un papel ambiguo, comprometido, nada seductor. El del exaltado que
reprende al otro para finalmente convertirse en el espejo culposo del
denunciado. Igual que su compañera, Rebeka, hace un esfuerzo por conseguir una
recreación de personajes ricos, disolventes y de difícil encuadre, repletos de
inestabilidad y cambios significativos tanto físicos como psíquicos. Su actuación fue siempre en un jugoso crescendo.
El tenor Giovanni Sala compone un Nicias
sobrado, generoso, pendiente en toda su actuación del resto de la escena, una
atención recubierta de un buen instrumento, bello, fresco y dispuesto. Los
acompañantes también tuvieron unas prestaciones finas, pensadas, con voces
elegantes, atinadas, excelentes, como en el caso de Crobyle, a cargo de la soprano Caterina Sala y la mezzo Anna-Doris
Capitelli, en el desempeño de Myrtale.
Lo mismo podría decirse de la Charmeuse de Federica Guida, el austero y serio Palémon, un cumplidor Insung Sim y los alumnos (aventajados)
de la Academia del Teatro alla Scala, Valentina
Pluzhnikova como Albine y, el sirviente de Jorge Martínez. En general y a pesar de tratarse de una producción
complicada en lo formal y musical, en la amplitud del ámbito teatral, todos los
cantantes y artistas han hecho gala de un evidente sentido instintivo del drama
y cómo declinarlo de forma cabal.
La producción fue un éxito indiscutible de público (se agradecieron
todas las actuaciones de todos y cada uno de los participantes de la velada).
Arriba, como recordatorio y como guía inefable, la primera frase del Inferno
del Dante, cuya muerte (700 años ya) se recordó y homenajeó por todo lo alto en
medio planeta el año pasado: “Lasciate
ogni speranza o voi ch'entrate”. (Y creo que aquí no hace falta la
traducción al español).
Efectivamente, después de casi una eternidad, tan honda y tan profunda como la
que Alighieri narró en sus tres cantos, su obra, su estela y su protección vital e
intelectual, siguen cabalgando los siglos.
Alicia Perris
Ph. Marco Brescia & Rudy Amisano