viernes, 10 de marzo de 2017

EL 'DETECTIVE' SARDELLI Y EL ENIGMA DE VIVALDI

 El director de orquesta italiano desentraña la peripecia de los manuscritos perdidos del 'cura rojo' y lo explica en un volumen.
P. UNAMUNO
Pocos casos se dan entre los músicos profesionales de identificación tan estrecha con un compositor como la que tiene Federico Maria Sardelli con Vivaldi desde hace más de 30 años. «Los amores no tienen explicación», declara a EL MUNDO el flautista, director de orquesta, escritor y miembro del Instituto Antonio Vivaldi, circunstancia ésta que le permite estar al tanto de cualquier nuevo descubrimiento sobre el cura rojo. El último ha sido el autógrafo más antiguo conocido del músico, un recibo de cuando contaba 14 años.
Esta cercanía a las fuentes animó a Sardelli a desentrañar las peripecias sufridas por las decenas de tomos de música original que dejó a su muerte Vivaldi, tan buen compositor como pésimo administrador de sus asuntos terrenales. El fruto de esta labor detectivesca es el libro El caso Vivaldi, publicado por Turner.Salvo los misteriosos cuatro años que siguieron a su deceso en 1741, sobre los que Sardelli espera novedades no tardando mucho, todo el enigma posterior encuentra aquí cumplida explicación. 

El director livornés asegura que tuvo que inventar «poco» porque la historia de los manuscritos está salpicada de pasajes bien documentados que resultarían inverosímiles de haber surgido de su imaginación.Se refiere, entre otros, al traslado de los tomos «en un carretón de estiércol» y a la demencial división de la colección en volúmenes pares e impares -esto es, con muchas obras seccionadas en dos- por un desencuentro entre los hermanos Durazzo a cuenta de la herencia de su padre, por no hablar de la escena en que Francesco Vivaldi, el hermano librero de Antonio, «le enseña el miembro a un senador».La escritura del libro no buscaba en principio más que narrar las aventuras rocambolescas de un legado musical, pero pronto se dibujó ante Sardelli una imagen de conjunto poco halagüeña: la del desprecio proverbial hacia la cultura o «su utilización como medio para ejercer el poder o enriquecerse». Todos los que tuvieron que ver con los manuscritos «o bien los ignoraron o quisieron sólo ganar dinero», sentencia el músico. «Y hoy en día es fácil ver que el desprecio por la cultura que existe en mi país tiene raíces muy antiguas», prosigue.La Iglesia es uno de los grandes villanos colectivos de El caso Vivaldi. Que hasta ahora no haya recibido ninguna queja formal de su parte significa, según Sardelli, una de dos cosas: «O la jerarquía de la Iglesia es muy abierta y tolerante o no lee muchos libros». Al director e intérprete parece cuadrarle lo que a un personaje de su novela, que atribuye a los curas que pueda «improvisar un preludio sobre un cantus firmus y al mismo tiempo odiar al clero».Tampoco sale muy bien parado en el libro el poeta filofascista Ezra Pound, que -ya en el siglo XX- mueve los muchos hilos a su alcance en el Gobierno de Mussolini para que los volúmenes se trasladen de Turín a la capital porque, «si existe un eje Roma-Berlín, ¡entonces tiene que existir también un eje Vivaldi-Bach!». «Pound es un personaje muy desagradable para mí y no tenía ningún deseo de ocultarlo», admite Sardelli.El villano de villanos de la historia es el rector que limpió de judíos la Universidad de Turín, Azzo Azzi, cuyo nombre tan parecido a un insulto en italiano (basta con poner una "c" delante de cada palabra) no es una licencia de Sardelli, sino un ingrediente surrealista más de las andanzas de estas partituras.Entre las hazañas de Azzi se cuenta la expulsión de Alberto Gentili, el musicólogo y compositor -amigo de Richard Strauss, entre otros- al que se debe en realidad la recuperación de los manuscritos de Vivaldi, en un esfuerzo conjunto con su colega Luigi Torri, director de la Biblioteca Nacional de Turín, aunque los laureles, como suele suceder, se los llevaron otros.En los pasajes finales de El caso Vivaldi, Gentili sopesa si meter en la maleta el manuscrito de su ópera Navidad, los borradores de Tempestades de verano, el ritmógrafo -un instrumento de su invención- y una copia de su tratado Nuevas teóricas sobre la armonía. Nada de esto lo conoce hoy nadie salvo los muy entendidos. Federico Maria Sardelli confía en que su libro contribuya a recuperar el interés de aficionados y estudiosos por el hombre «gracias al cual hoy conocemos y contamos con la música de Antonio Vivaldi».

http://www.elmundo.es/cultura/2017/03/09/58c063b4ca4741e2268b45ba.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario