Javier Mendoza, autor de la
'paneriana' 'El desconcierto' deposita los papeles del escritor en la casa
familiar de Astorga.
Cuando la muerte de
Leopoldo María Panero
LUIS ALEMANY
«La actual Casa Panero es
una mansión solariega construida por el abuelo materno de Leopoldo Panero,
Quirino Torbado, que fue indiano. Es enorme, tiene un jardín precioso y una
fuente. Allí pasó muchos veranos toda la familia. Cuando llegó Michi a Astorga
en 2002, la casa estaba en ruinas. Él hablaba todo el tiempo de convertirla en
lo que finalmente hoy se ha transformado, en la casa de la poesía de Astorga».
Javier Mendoza, autor del reciente El desconcierto. Memorias truncadas (editado
por Bartleby) trae la descripción del escenario en el que se rodó El desencanto
(1976).Tiene motivo: el seis de abril, Mendoza legará en un acto formal los
originales de Michi Panero a la casa de Astorga, restaurada y activa como
fundación desde 2011.Después, presentará allí sus memorias personales, escritas
con la familia de escritores como referencia y contrapunto.
La casa Panero, en la
actualidad. Fotografía: MERCEDES ALBIZUA
Muy en resumen: allá por
1986, Mendoza era un niño con el labio leporino.Tenía 11 años y estaba un poco
extraviado. Vivía con su padre, con el que era muy difícil comunicarse. También
tenía a su madre, Sisita, una mujer inteligente y cariñosa pero tendente al
desastre. Tanto tendía al desastre que no se le ocurrió nada mejor que casarse
con Michi Panero. Mendoza se convirtió entonces en el hijastro de aquel
escritor que un día dijo de sí mismo que era un muchacho «muy mono y muy vago»
al que le había tocado «una vida bastante dura».¿Alguien esperaba que Michi
fuera un padre sólido, verdad? Claro que no.El matrimonio de Panero y Sisita,
la madre de Mendoza, fue una fiesta durante un tiempo(hasta que cerró el diario
El Independiente y Michi se vio corto de dinero) pero ninguno de los dos estuvo
nunca como para dar ejemplo. Michi necesitaba una botella de vodka al día y no
tenía ni gota de disciplina. A cambio, era tierno y divertido y siempre tenía
tiempo para Javierito, incluso después de separarse de su madre. Michi fue el
primer adulto que trató a Mendoza con interés verdadero. ¡Y qué adulto! Panero
era una fuente de historias inigualables para un adolescente con interés por la
literatura. No sólo salían por ahí sus hermanos Leopoldo, el insondable, y Juan
Luis, un poco pesado pero, en el fondo buen tipo. También estaban las malicias
sobre los viejos amigos. Javier Marías, por ejemplo, aparece en El desconcierto
como ese colega muy querido pero demasiado aprensivo como para no perderlo.
«Las drogas, la homosexualidad, los travestis, el alcohol, todo le
espeluznaba».
Michi Panero, con su perra,
Bala.
Hay dos momentos que nos
interesan en El desconcierto ahora que sus papeles viajan a Astorga. En el
primero, Michi Panero se dirige a Mendoza, que ya no es tan niño, le da unas
carpetas llenas de originales y le dice, toma, haz lo que creas. «Tengo la
intuición de que las carpetas que me entregó Michi pertenecen, en realidad, a
un archivo que tenía Felicidad [Blanc, su madre] donde recogía el trabajo de
sus hijos. Ella misma lo cuenta al final de sus memorias, Espejo de sombras».
El lector que se encuentra con la escena tiene la sensación de que en ese
momento se cae la máscara de Michi. Que no era verdad que todo le diera igual,
como pretendía su encantador personaje: «Creo que entregarme ese legado fue un
acto de desesperación pero totalmente consciente, como si me estuviera
diciendo: 'Si algún día de verdad quieres ser escritor, aquí hay una historia
que contar'», cuenta Mendoza. «He tardado tanto en procesar este mensaje
porque, para mí, trabajar esas carpetas no era una cuestión de arqueología
literaria sino que implicaba abrir una página de mi vida de sentimientos
encontrados».
Michi Panero, con Javier
Mendoza.
El otro gran momento
también es muy emocional. Michi y Mendoza están en Lanzarote, alojados en casa
de unos amigos que tienen una hija, casi de la edad del muchacho. Ocurre lo
habitual, los dos críos se gustan y se enredan, pero Michi se lo toma mal y
sabotea el amorío. Entonces, Mendoza comprende que el afecto de/a Michi se
desliza hacia la autodestrucción, que hay que tomar distancia para salvarse.
¿Es así? «En un artículo que escribí sobre los Panero digo que la famosa
leyenda negra de esta familia no es más que su capacidad de herir aquello que
aman sin dejar de amarlo. Lo sigo pensando. A la gente hay que quererla como es
o no se la quiere, y, a veces, eso implica tomar distancia. Eso fue lo que me
pasó con Michi».Ahora, en el mes en el que se cumplen 13 años de la muerte de
Michi, la distancia se ha ajustado, por fin. Mendoza llevará los papeles de su
padrastro junto a sus memorias panerianas, editadas junto a Funerales vikingos,
una recopilación de textos de Michi. Y hay más, un cachito de paz para cada
Panero: Joaquín Araujo, el naturalista, también irá a Astorga para hablar del
mejor amigo de su adolescencia, Leopoldo María. Y Javier Huerta estrenará
Abolido esplendor (Ediciones Antígona), un libro que resume unas jornadas
dedicadas a la poesía de Juan Luis. El propósito, explica Mendoza, es «sacar a
la figura de Juan Luis de esa isla de viento y ceniza en la que él mismo se había
situado».
http://www.elmundo.es/cultura/2017/03/19/58cec184e2704ece2c8b45df.html
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