El historiador francés Florent Brayard defiende en un libro que un
reducido grupo de jerarcas hitlerianos mantuvo en secreto hasta últimos de 1943
el asesinato de miles de judíos
MARC BASSETS
Prisioneras del campo de concentración de Auschwitz, en torno a
1944. / ULLSTEIN BILD GETTY IMAGES
¿Se puede contar algo nuevo del nazismo? En Auschwitz:
investigación sobre un complot nazi (editorial Arpa), el historiador francés
Florent Brayard, uno de los máximos expertos en el genocidio de los judíos,
demuestra que sí. A pesar de la ingente cantidad de libros, biografías,
documentales y ficciones que, ochenta años después del inicio de la Segunda
Guerra Mundial, sigue generando el régimen de Adolf Hitler, todavía quedan
cosas por explicar. Cuestiones tan simples, en apariencia, como quién supo qué
y cuándo —las preguntas clásicas en toda investigación— siguen abiertas.
Releyendo con lupa los diarios de Joseph Goebbels, el ministro de
Propaganda del régimen nazi, y aplicando al texto una mirada de filólogo tanto
como de historiador, Brayard alcanza una conclusión que rompe con algunas ideas
recibidas sobre este periodo.
Un número reducido de jerarcas nacionalsocialistas, con Hitler a la
cabeza, orquestó un complot para ocultar a gran parte de la cúpula nazi y de la
Administración —y al resto de alemanes y al mundo— un aspecto clave: el plan
para exterminar a los judíos europeos. La conspiración consiguió mantener en el
secreto absoluto, entre la primavera de 1942 y otoño de 1943, la ejecución, en
Auschwitz y otros campos y lugares de exterminio, de centenares de miles de
judíos de Europa occidental, incluidos alemanes.
En las 483 páginas de Auschwitz: investigación sobre un complot
nazi, disecciona el proceso de toma de decisiones y la circulación de la
información en la Alemania nazi, recompone algunas piezas del relato hasta
ahora aceptado y así completa la historia la llamada “solución final”.
Los diarios de Goebbels, uno de los dirigentes más poderosos del
nazismo, son el punto de partida. “Lo que yo esperaba [al estudiar sus diarios]
era que él lo supiese todo y que lo comentase a su manera, es decir de manera
fanática. Y no era lo que encontraba”, explica Brayard en su despacho de la Escuela
de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS, en sus siglas francesas), en
París.
Mientras el asesinato de judíos alemanes ya estaba en marcha, nada
de esto constaba en los diarios de Goebbels
Lo que el historiador descubrió fue que, aunque el asesinato de
judíos alemanes ya estaba en marcha, nada de eso aparecía en los diarios de
Goebbels. Parecía que estuviese en la inopia. Goebbels tenía noticia del
asesinato de judíos polacos y soviéticos. Pero de los alemanes, nada. Su idea
era que, como señalaban los planes iniciales, estos eran deportados al Este de
Europa, y confiaba en su desaparición definitiva, pero no sabía que en aquel
mismo momento estaban siendo ejecutados. Si estas noticias no habían llegado a
alguien tan significativo como Goebbels, ¿quién estaba informado?
“Respecto a los judíos del Oeste, los más altos responsables y el
aparato de seguridad escondieron al resto del aparato del Estado, salvo a
aquellos que necesitaban esta información, el hecho de que se había cambiado el
proyecto inicial de transplantación que debía conducir, al cabo de un tiempo, a
la extinción del pueblo judío”, explica Brayard. “Ya no se trataba del traslado
y extinción sino de exterminio inmediato. Y el aparato de Estado hizo, durante
18 meses, como si el programa anterior no hubiese cambiado”.
Hubo un complot, pues, o un “secreto superlativo”, como dice
también Brayard. Pero, ¿por qué? ¿Por qué necesitaban Hitler y el jefe de la
seguridad del Estado Heinrich Himmler, que también estaba en el ajo, ocultarlo?
Florent Brayard. ERIC HADJ
“Hitler y Himmler creían que, si se hiciese pública la masacre de
judíos alemanes deportados al extranjero, esto podría suscitar protestas como
había ocurrido el año anterior, en el verano 1941, cuando un cierto número de
responsables de la Iglesia católica, en particular arzobispo Von Galen de
Münster, protestaron por la muerte de enfermos mentales, que era secreta. Matar
a enfermos mentales, para un estado nazi embebido de darwinismo social, debería
ser la cosa más natural del mundo. Pues no: visiblemente no lo era, ni era
aceptable para la población alemana”, argumenta Brayard. “Así que, quizá, se
dijeron que, al matar a judíos alemanes, que era los vecinos, la gente que te
cruzas cada día, quizá se traspasaba una frontera moral, y que se pondría en
riesgo la puesta en marcha de este programa si se desvelase su finalidad real”.
¿Significa esto que Hitler y Himmler se avergonzaban de lo que
estaban perpetrando? ¿Que los jefes nazis eran conscientes que estaba mal?
No, responde el historiador. Si existieron, estos reparos no se
habían manifestado ante la muerte de los judíos de Europa del Este. Y todos,
los que estaban en la conspiración y los que no, compartían la política
genocida. “En el fondo, lo que intento mostrar en el libro es que la evaluación
por Hitler o Himmler de la moralidad del asesinato de los judíos obedece a un
doble criterio. Según la moral nazi, sus actos no son trangresivos, sino que
son la aplicación de las leyes de la naturaleza, y pueden glorificarse”, dice
Brayard. “Al mismo tiempo, están obligados a tomar en cuenta la manera en que
esta misma acción puede ser evaluada en el marco de la moral judeocristiana.
Están obligados a tener en cuenta ambas cosas. De lo que están seguros es de
que la nueva moral nazi no ha sustituido aún del todo la moral judeocristiana”.
Fue un momento de cambio de civilización. Un mundo acababa, otro no
había nacido aún. El complot —el año y medio en que la camarilla hitleriana
ocultó el asesinato de los compatriotas judíos, hasta que, ya casi concluida la
matanza— terminó cuando en octubre de 1943 Himmler la desveló a otros jefes
nazis. Entre ellos Goebbels. ¿Se puede contar algo nuevo del nazismo? Sin duda,
sí.
AL CARGO DE LA EDICIÓN DE ‘MEIN KAMPF’ EN FRANCÉS
Lleva tres años y medio trabajando en ello con un grupo de 15
historiadores y expertos, y el trabajo aún no está terminado. El historiador
Florent Brayard dirige la edición crítica en francés de Mein Kampf (Mi lucha),
el libro que Adolf Hitler escribió en 1925. Esta edición será una adapción de
la editada en 2016 por el Instituto de Historia contemporánea de Munich, que
iba a compañada de 3.500 notas explicativas y constaba de dos volúmenes. La
edición francesa, por su parte, reducirá las notas, pero tendrá una
introducción para cada capítulo. “No contribuyo a difundir Mein Kampf:
contribuyo a que los lectores que deseen leer Mein Kampf puedan hacerlo de manera
informada”, dice Brayard.
Mein Kampf ya está disponible en francés en papel y online en la
antigua edición, de 1934. No era fácil traducir bien a Hitler al francés. “No
queremos que la versión francesa de Mein Kampf sea más agradable de leer que la
alemana”, explica el historiador. Y añade: “No hay que mejorar a Hitler. Hay
que escribir igual de mal que él. Y es muy complicado”.
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