Han descubierto el pecado después de cientos de años. Qué
hipócritas. El Vaticano hace un cónclave para denunciar la pederastia
CARLOS BOYERO
Un grupo de víctimas de abusos se manifiesta en la plaza de San
Pedro. SIMONE PADOVANI/AWAKENING GETTY IMAGES
Descubrí el significado, los atributos y los desmanes cotidianos
del poder en el internado de un colegio religioso, en esa edad, entre la
infancia y la adolescencia, en la cual el protagonismo de la incertidumbre, las
dudas, el miedo, pueden marcar el final de la inocencia. Y no he olvidado el
olor de algunas sotanas, el aliento halitoso y frecuentemente aguardentoso de
sus portadores, gentuza que alimentaba su neurosis, su vacío, su frustración o
su sadismo cebándose con esos niños a los que presuntamente debían educar,
utilizando como norma el castigo físico y mental. Lo hacían porque querían y
podían, sabiéndose impunes, con la bendición de su dios, pretendiendo adoctrinar,
machacando a los débiles.
Y como estaban obligados al celibato, pero estaban expuestos a los
ardientes deseos de la carne, violaron ancestralmente a incontables críos,
convirtieron la pederastia en algo cotidiano, protegida por las sombras y por
los jefes del tinglado. Y si se pasaban demasiado en su vicio y las sospechas
se tornaban escandalosas evidencias, los pastores de la Iglesia les cambiaban
de diócesis o de parroquia para que siguieran encontrando carne fresca y renovada.
Los lobos nunca pisaron las mazmorras. Morirán en sus camitas. Incluso es
probable que vayan al cielo. La comprensión y la piedad son virtudes que
distinguen al Altísimo.
Y cómo no ser escéptico ante la “tolerancia cero” que ahora
proclaman los jefes del rebaño. Han descubierto el pecado después de cientos de
años. Qué hipócritas. Y el Vaticano hace un cónclave para denunciar la
pederastia. Asegura un arzobispo que “ha llegado el momento de la verdad,
aunque dé miedo y nos humille”. Que le pregunten a las víctimas por el miedo y
la humillación. Su sabiduría debe de ser enciclopédica. Y a perpetuidad. Pero
entiendo que el gran negocio de la Iglesia está en crisis. Se necesitan
estrategias humanistas y justicieras, actos de contricción, pintar la fachada.
https://elpais.com/cultura/2019/02/20/television/1550681228_378792.html
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