domingo, 9 de junio de 2019

ENTREVISTA EXCLUSIVA (EN FRANCÉS) A LA COMISARIA RAPHAËLLE STOPIN. ESPACIO TELEFÓNICA PRESENTÓ EN MADRID MUESTRA DE WILLIAM KLEIN. MANIFIESTO

El centro Georges Pompidou de París, el Tate Modern de Londres, el Fotografiemuseum de Amsterdam, el Botanical de Bruselas, el C/O Berlín, el Palazzo della Ragione de Milán o el 21-21 de Tokio, son algunos de los centros culturales que han albergado la basta y heterogénea antología de Klein. Y ahora, del 8 de junio al 22 de septiembre, en la tercera planta de Espacio Fundación Telefónica, se pueden disfrutar las producciones del artista.

Así, puede recrearse el paseante ante las propuestas plásticas de este personaje del mundo del arte, que llegó a Madrid hace pocos días, se alojó en un hotel de la Gran Vía, dio unas pocas entrevistas a alguna prensa consagrada y firmó ejemplares de su publicación en los aledaños de la Feria del libro.


Esta muestra monográfica, es la primera en España, que reafirma la obra visionaria de William Klein como una de las más destacadas del siglo XX. Dentro del marco del festival PHotoEspaña, la exposición parte de la premisa de reunir todos los aspectos de la obra pictórica, fotográfica, gráfica y cinematográfica del artista. Y bucear a su paso en las siluetas del boxeador Mohammed Ali bailando en el cuadrilátero o del judoca Shinohara, luchando a brazo partido


Dicen los expertos que organizaron la muestra de Klein (Nueva York, 1928), que se trata de“todas las figuras de la libertad atravesando un siglo cacofónico y apasionante, con un gran protagonista: el alma de Nueva York recorriendo las calles, “ensuciando” las creaciones, las fotos de moda de la revista Vogue y mucho más.

Una estética en contacto directo con una sociedad de posguerra aun por reconstruir, imaginar, soñar. Klein inicia sus exploraciones fotográficas a principios de los 50, centrándose en la sombra y la luz, fundamentos de la fotografía, como recordará la comisaria a la prensa.

Muy joven viaja a París, donde centrará sus esfuerzos en construir su propia colección de pinturas abstractas. Este Klein pintor hace suyo el medio fotográfico, utilizándolo para extender el alcance de sus proyectos abstractos. Pero, pronto, su mirada se orientará hacia la multitud: hombres, mujeres, adolescentes, ancianos, niños, trabajadores, aristócratas… En otras palabras, el ser humano.


Raphaëlle Stopin, experta en la obra del creador inefable, presentó el 7 de junio la exposición ‘William Klein. Manifiesto’.  Tiene como objetivo, a través de 245 obras y documentos, desplegar todas las vidas creativas de Klein: sus muy tempranas –y muy poco vistas– pinturas, sus experimentos fotográficos abstractos, sus series de grandes ciudades, sus contactos pintados, su trabajo para revistas de moda, sus películas y proyecciones…

El viejo maestro no estuvo sin embargo en la mañana de la rueda de prensa, pero se dice que sí en el vernissage vespertino y en la firma de libros del día siguiente. El mundo de la publicidad tampoco le es ajeno (más de 250 anuncios publicitarios en su haber)
Klein, recuerda al “El otro Monsieur Klein”, famosa película de Joseph Losey. Había nacido en Nueva York en 1928, en el seno de una familia de inmigrantes judíos húngaros y creció en el barrio irlandés de Manhattan, poco propicio a los hebreos.


En 1947 se traslada a París para estudiar en la Sorbona y esta será su catapulta internacional, llegando a exponer en 1951 en Milán. En 1954 regresó a Nueva York durante unos meses. Fue entonces cuando conoció a Alexander Libermann, director artístico de la revista Vogue, que, impresionado por sus fotografías abstractas, le ofreció un contrato. Klein revolucionó la fotografía de moda con su innovador método, consistente en colocar maniquíes en la calle. Al mismo tiempo, su actividad en la revista le permitía financiar un proyecto personal: fotografiar a la ciudad y a los neoyorquinos de forma etnográfica, “como un antropólogo trataría a los zulúes”.

A partir de ahí, nacerá la idea de una especie de diario de su regreso a casa “a través de un ojo americano y uno europeo”. Inicialmente, el libro solo se publicará en Francia, en Éditions du Seuil. Los editores estadounidenses no reconocen en las fotografías de Klein la imagen que ellos quieren proyectar de la alta sociedad neoyorkina, con otra idiosincrasia y otro aspecto, incluso físico.

En palabras de los glosadores de la muestra, Para Klein, Nueva York, sus patrones de conducta, sus entornos, sus carnavales y sus extravagancias, representa escenario ignoto que le corresponde a él explicar. Klein toma las calles, se mezcla con la multitud, recorre las aceras de Harlem, el Bronx o la Quinta Avenida. Sus fotografías no están cuidadosamente preparadas, ni se toman a escondidas. Son lo que son, parte de la vida. Cercanas, personales, propias.

El artista rompe la distancia impuesta por la tecnología y las normas sociales. Se acerca tanto al sujeto que el gran angular lo deforma, y estos accidentes visuales desembocan en un lenguaje fotográfico original y expresionista, germen de la llamada “fotografía callejera”. Para Klein, la calle se convierte en un paisaje vasto y generoso, un circo al aire libre en blanco y negro. A través de su mirada bicultural, Klein interpela directamente al espectador.




En la rueda de prensa estuvieron presentes la comisaria, Raphaëlle Stopin y responsables de PhotoESPAÑA y Fundación Telefónica. Una pena que fuera en inglés, idioma original del artista, que sin embargo habla francés, como su comisaria. La lengua de Molière tiene otra sonoridad y otra escucha. Se trata de una narrativa envolvente y "souple". Como recuerdo del acontecimiento, además, un precioso catálogo.

Fotos, Alicia Perris
Webmaster, Julio Serrano

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