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Dijo el mítico
Robert Capa, en una frase que le gusta a William Klein, “si tus fotos no son lo
bastante buenas, es que no te has acercado lo suficiente”. Hasta el 22 de
septiembre, en la tercera planta de Espacio Fundación Telefónica, se exponen
las producciones del artista William Klein dentro del marco del festival
PHotoEspaña: 245 documentos con todos los aspectos de la obra fotográfica,
pictórica y cinematográfica del artista. Buceando en las siluetas del boxeador
Mohammed Ali bailando en el cuadrilátero o del judoca Shinohara luchando a
brazo partido. Klein quiso volver al Quattrocento renacentista y se hilvanó en
Milán con Giorgio Strehler, del Teatro Piccolo y arquitectos como Angelo
Mangiarotti. El mundo de la publicidad tampoco le es ajeno (más de 250 anuncios
publicitarios en su haber).
Dicen los expertos
que organizaron la muestra de Klein (Nueva York, 1928), que se trata de “todas
las figuras de la libertad atravesando un siglo cacofónico y apasionante, con
un gran protagonista: el alma neoyorkina recorriendo las calles, ‘emborronando’
sus creaciones”. Hijo de judíos húngaros emigrados a Nueva York, detesta el
racismo y el antisemitismo, y evoca la obra de fotógrafos como Robert Fank,
William Eggleston o Garry Winorand. Visionario, medio norteamericano, medio
francés, personaje europeo y universal, como cineasta se cruzó con los
directores franceses Varda, Lelouch, Resnais y Godard.
Raphaëlle Stopin,
comisaria de la muestra, presentó el 7 de junio la exposición ‘William Klein.
Manifiesto’, cuyo objetivo es desarrollar todos sus pliegues: sus primeras–y
muy poco vistas– pinturas, sus experimentos fotográficos abstractos, las series
de grandes ciudades, sus contactos pintados, la colaboración para revistas de
moda como Vogue (y su vínculo con Alexander Liberman, director artístico de ese
medio), sus películas y proyecciones…
El viejo maestro
cosmopolita que fotografió a los neoyorquinos de forma etnográfica, “como un
antropólogo trataría a los zulúes”, no estuvo sin embargo en la mañana de la
rueda de prensa, pero se dice que sí en el vernissage vespertino y en la firma
de libros del día siguiente.
Levantarse de
mañanita en el campo, aterrizar exactamente en Gran Vía y Fuencarral a media
mañana. Tomarse un café perfumado y con cuerpo y subir al encuentro de David
Arranz, de Espacio Telefónica, que me recibe con una sonrisa, ¡ah! Para charlar
con la comisaria de la muestra antes de que lleguen todos, arropadas por la
música de fondo, inmersas en la palabra y en la obra de este artista oceánico,
¿qué más se puede pedir? Es cool y es, sobre todo, muy muy exclusivo. Pero,
también, se puede compartir…
Fotos y realización, Alicia Perris
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