MANUEL VICENT
Sala de espera en un hospital de Granada. JUNTA DE ANDALUCÍA EUROPA
PRESS
En la antesala del oncólogo está sentado el paciente a la espera
del resultado de la biopsia. Para mitigar su angustia el paciente se ha puesto
a hojear las revistas manoseadas y algún diario que había en una mesa. En el
National Geographic pudo leer cómo se las gastan las criaturas del reino
animal. Ante sus ojos se sucedieron imágenes de serpientes e insectos
venenosos, de guepardos descuartizando gacelas, de las hazañas casi humanas que
ya realizan algunos monos. A continuación, en una revista del corazón contempló
princesas en sus mansiones y a unos niños rubios retozando en praderas de
esmeralda y también fiestas en popas de fastuosos yates, bodas y divorcios de
famosos, funerales de lujo en los que apetecía ser el muerto. Los titulares de
la primera página del periódico traían el nauseabundo mercadeo que se llevan
los políticos con sus pactos. Se negó a que semejante obscenidad le añadiera
más angustia a la que ya sentía y para ello escogió una revista de divulgación
científica donde el paciente leyó que en el año 2045 la inteligencia artificial
habrá sobrepasado a la de nuestro cerebro y a partir de entonces el ser humano
podrá ser inmortal, pero ahora todavía era junio de 2019 y, llegado el momento,
la enfermera pronunció en voz alta su nombre y el paciente se vio sentado ante
el doctor, quien tenía el resultado de la biopsia sobre la mesa. En el silencio
neumático que se produjo entre los dos el paciente pensó que ese informe
convertía en pura idiotez todo cuanto había leído en la sala de espera. El doctor
abrió el sobre y antes de pronunciar el veredicto miró fijamente al paciente a
los ojos y sonrió de forma ambigua, equívoca, enigmática. Dentro del silencio
esa sonrisa contenía el pasado y el futuro, el bien y el mal, la vida y la
muerte. Formaba parte de la materia oscura con la que está construida el alma
humana.
https://elpais.com/elpais/2019/06/14/opinion/1560522552_452379.html
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