Tras el desembarco
en Normandía y la retirada alemana de Francia, una parte de la oposición
española en el exilio creyó que el derrocamiento de Franco y de los fascismos
estaba cerca
Un caza británico
utilizado durante la Segunda Guerra Mundial, en una estación de metro en
Londres por el 75º aniversario del Desembarco de Normandía. ANDY RAIN EFE
JULIÁN CASANOVA
El éxito del
desembarco en Normandía, el 6 de junio de 1944, el Día D, abrió la fase final
de la guerra en Europa, que culminó, tras los 11 meses más sangrientos de la
contienda, de bombardeos y millones de muertos civiles, en la rendición del
Ejército alemán.
Muchos de los
antiguos luchadores del bando republicano se enrolaron en la resistencia
francesa contra el nazismo, pensando que aquella era todavía su guerra, la que
acabaría con todos los tiranos, y Franco era el mayor de ellos, elevado al
poder con la ayuda de las armas italianas y alemanas, permitiéndoles volver a
sus casas, a sus trabajos y a sus tierras.
Tras el desembarco
en Normandía y la retirada alemana de Francia, una parte de la oposición
española en el exilio creyó que el derrocamiento de Franco y de los fascismos
estaba cerca. La Unión Nacional Española, organización promovida por el Partido
Comunista, planteó una invasión abierta y masiva por los Pirineos, la operación
Reconquista de España.
Entre el 14 y el 28
de octubre de 1944, cerca de 4.000 hombres ocuparon varias poblaciones del
Valle de Arán, hasta que Vicente López Tovar, jefe militar de las operaciones,
tuvo que ordenar la retirada, dejando un balance de más de 100 muertos entre
los guerrilleros (30 en las fuerzas armadas franquistas) y cientos de heridos y
prisioneros.
El sueño de derribar
a la dictadura por la fuerza y de que los aliados, tras vencer a Hitler,
intervinieran contra ella no se cumplió. Más allá de los guerrilleros y de los
combatientes españoles que participaron en la batalla de Normandía en unidades
norteamericanas, francesas y británicas, la repercusión de aquellos
acontecimientos en España —la de vencedores y vencidos, penuria, hambre, miedo,
cartillas de racionamiento y estraperlo— fue escasa.
A partir de ese
momento, cuando la suerte de la Segunda Guerra Mundial comenzó a cambiar
claramente a favor de las potencias aliadas, la propaganda franquista, para
sobrevivir al fascismo en Europa, comenzó a presentar a su Generalísimo como un
estadista neutral e imparcial que había sabido librar a España de ese desastre
global de seis años de destrucción y muerte. Había que desprenderse de las
apariencias fascistas y resaltar la base católica, la identificación esencial
entre el catolicismo y la tradición española.
El régimen que había
salido de la guerra civil nada tenía que ver con el fascismo, declaró Franco en
una entrevista a United Press el 7 de noviembre de 1944. Lo que había en España
era una “democracia orgánica” y católica. Enrique Pla y Deniel, el primado del
episcopado español, apoyó el argumento: “Que la hora de la paz mundial sea
también la hora de la consolidación de la paz interna de España”. No había nada
que revisar. Normandía no fue un momento crucial en la historia de España.
https://elpais.com/internacional/2019/06/04/actualidad/1559633297_059043.html
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