Economista y político, formó parte del equipo de Miguel Boyer, dirigió el ICO y desempeñó una tarea fundamental como gestor cultural
Miguel Muñiz (Ourense, 1939-Madrid, 2022) era una de esas figuras que no comprendía la economía sin el arte y viceversa. De hecho, anduvo casi toda su vida entre ambos mundos y supo acoplarlos con maestría. La economía la tenía en la cabeza y el arte, en casa, desde que se casara con la pianista Rosa Torres-Pardo. Por eso, en gran parte, supo hacer confluir sus deberes con sus devociones y así fue como se convirtió también en gestor cultural y llegó a ser director general del Teatro Real entre 2004 y 2012, la etapa que catapultó a la institución hacia el prestigio a nivPero antes había bregado también en la política. Era licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, se había incorporado como funcionario a la administración del Estado en los años sesenta antes de afiliarse al PSOE en 1975. Desempeñó tareas en el primer Gobierno de Felipe González, concretamente al comienzo como secretario general de Planificación en el ministerio de Economía que dirigía Miguel Boyer y después como presidente del Instituto de Crédito Oficial (ICO), un cargo que desempeñó entre 1986 y 1995.el mundial.
Miguel Muñiz, en el Teatro Real, en 2019
De lo que se sentía más orgulloso entonces fue de haber impulsado
la colección de arte de dicha institución. También presumía en su etapa junto a
Boyer de haber dado vía libre a Cultura para la construcción de la red de
auditorios nacionales de música que se empezaron a levantar en la década de los
ochenta por toda España. Aquella dotación de infraestructuras supuso en gran
parte el despegue de los ciclos y programaciones que llevaron definitivamente
al país a la modernidad en ese campo tras décadas de atraso.
En 2004 entró en el Teatro Real como director general, a propuesta
de la entonces ministra de Cultura, Carmen Calvo. Desde entonces se propuso
volver al plan inicial, que había quedado desbaratado en la época de Esperanza
Aguirre. Cuando se proyectó la apertura del Teatro Real en los años noventa, la
idea era convertirlo en uno de los referentes a nivel mundial dentro de la
ópera. Para ello contaban con un proyecto que lideraron Elena Salgado como
gerente y Stéphane Lissner como director artístico. La llegada del Gobierno de
Aznar arruinó esa iniciativa y lo descolgó de la élite para convertirlo en un
teatro más anclado al ámbito local sin referentes en la gestión directa de
relieve mundial.
Tras la entrada de Muñiz se volvió a barajar el regreso de Lissner,
que desempeñaba su cargo en La Scala de Milán. Pero el gestor francés regateó
con las autoridades para afianzarse en la Scala sin la menor intención de
volver. Entró en una negociación que sabía desde el principio no acabaría con
él en Madrid, donde terminó escaldado de intrigas, zancadillas y desprecios por
parte del entonces secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés y la
ministra Aguirre, que lo defenestraron a él y a Salgado en 1996.
Por entonces, Gerard Mortier se había descolgado de su proyecto en
Nueva York, donde iba a dirigir la Ópera de la ciudad. La crisis de 2008 redujo
su presupuesto de 48 millones de dólares a 26 y dimitió. Fue cuando recibió la
llamada de Muñiz para que se incorporara al Real en sustitución de Antonio
Moral. Así comenzó la etapa más controvertida del teatro y la que también más
proyección internacional le ha dado. Mortier era una leyenda de la gestión
operística tras su paso por Salzburgo y la Ópera de París. Justo el nombre que
necesitaba el teatro madrileño para competir en la liga grande. Fue Muñiz quien
propició su llegada y con él dibujó un proyecto conjunto que terminó con la
salida de ambos tras el regreso del PP al poder. Primero salió el director
general en 2012 y después el artístico, en 2013. Con Muñiz en el cargo también
se pusieron los pilares para el desarrollo de las plataformas audiovisuales y
las nuevas tecnologías de retransmisión en el teatro.
Muñiz, además, participó en otros proyectos culturales como los
encuentros con Rosa Torres-Pardo en Robles de Laciana, que tenían como
anfitrión al pintor Eduardo Arroyo. Fue un festival que duró dos décadas y
reunía a finales de julio a artistas de todo el mundo al aire libre en los
montes de León. No cejó en ello, fue un maestro de la observación y la
socarronería. Alentaba una continua tarea de mecenas desde una posición
discreta pero activa, la de un hombre que supo disfrutar con su esposa, sus dos
hijos, Yago y Clara y sus amigos del arte, de la habilidad de mezclar
disciplinas, impulsar con programas concretos sueños posibles y desarrollar
donde estuviera una visión conjunta que aunaba el humanismo con la realidad de
lo posible.
JESÚS RUIZ MANTILLA
https://elpais.com/cultura/2022-01-10/muere-miguel-muniz-el-gestor-cultural-que-incorporo-a-gerard-mortier-al-teatro-real.html
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