Quais du Polar, la feria del libro
de la ciudad francesa, reúne a más de 70.000 personas
Sala de Comercio, donde se celebra la feria del
libro de Lyon. Paolo Bevilacqua
Un murmullo solo perceptible para iniciados
recorre las venas de Lyon en estos días grises y húmedos de principios de
abril. Señorial, universitaria y burguesa, la ciudad que fue eje central del
comercio de la seda durante siglos ha sido invadida por fans de la novela negra
que vienen a disfrutar de la duodécima edición delQuais du Polar. Libros, crímenes y
policías se conjugan a la perfección en esta ciudad, sede de la Interpol y de
la Escuela Nacional de Policía, y con un pasado de violencia y mafias ahora
olvidado.
“Cuando se creó hace 12 años, en Lyon no había
ninguna gran manifestación alrededor del libro, algo extraño para una ciudad de
estas dimensiones. Entonces el Ayuntamiento y una red de librerías independientes
muy sólida que hay aquí desde hace tiempo se pusieron en marcha”, resume Hélène
Fischbach, directora del festival que se ha convertido en el principal
escenario mundial para los amantes del género.
Las librerías y los lectores son el
corazón del festival y eso le hace si no único sí muy especial. En la estrecha
franja de tierra que hay entre los dos ríos que atraviesan la ciudad, el Ródano
y el Saona, se encuentra la plaza de la bolsa y la Sala de Comercio, epicentro
de la actividad estos tres días. A mediodía del viernes, su elegante sala
central ya está llena con cientos de personas que esperan a sus autores
preferidos. A las cinco de la tarde es casi imposible entrar. Entre la multitud
se ve un aparatoso sombrero decowboy portado con estilo por elescritor estadounidense Craig Johnson.
Hay casi más gente esperando a conseguir una firma del creador del sheriff
Walter Longmire que lectores suyos en España.
Una realidad no se puede ilustrar con cifras, pero
en este caso su enormidad ayuda. En 2015 se vendieron en el festival 30.000
libros en tres días para una cifra total de negocio de 230.000 euros; 19.000
personas acudieron a los distintos actos y en total participaron en esta fiesta
del género negro 70.000 personas. “Como siempre, esperamos hacerlo un poco
mejor este año, pero no es el objetivo principal. Lo que queremos es que los
autores estén felices y los libreros orgullosos de participar”, resume
Fischbach.
Hablar de librerías independientes en Lyon es
hacerlo con todos los honores que comporta la definición. Olviden las muestras
clónicas que repiten montañas de libros, novedades y best-sellers
por otros lares. Olviden las contraportadas. Aquí cada librería apuesta por una
selección y cada librero redacta cientos de notas para ilustrar los libros y
contar a los lectores su visión de la novela. No hay dos mesas iguales, ni
siquiera parecidas. De la conversación con varios de ellos solo se extrae una
conclusión: venden los libros que les gustan y tienen donde elegir en un género
que publicó 1.900 títulos nuevos en 2015 solo en Francia.
Estrellas
con millones de lectores
De entre los más de 100 autores de 22
nacionalidades, figuras de primer orden dentro de la literatura negrocriminal
como Jo Nesbo, Irnvine Welsh, Deon Meyer oDavid Peace la
literatura española tiene presencia. En Lyon están estos días Carlos Zanón, Dolores Redondo y el
hispanofrancés Marc Fernández. Baqueteados ya por su experiencia en decenas de
festivales alrededor del mundo, Zanón y Redondo no dejan de sorprenderse por el
interés de una audiencia muy conocedora del género y entregada en actos de
firmas y en las charlas, llenas a rebosar. Tras dos horas firmando y con un
bote de miel regalado por un fan como premio, la autora de la Trilogía del
Baztán se muestra agradecida por la acogida y contenta con la
sensación de “formar parte de un club de lectores multitudinario y muy
exigente”.
En los salones de los excelentes restaurantes de
una de las cunas de la gastronomía francesa y en los pasillos de la elegante
Sala de Comercio se mezclan las caras conocidas con las figuras anónimas. En un
discreto pero abarrotado bar a la entrada del edificio, el editor y librero Otto Penzler y
el escritor irlandés John Connolly comparten
cervezas, risas y conversación. “En mi país no hay nada ni siquiera parecido a
esto”, comenta divertido el dueño de Mysterious Bookshop.
“Allí lo que hay es más pequeño y a los escritores que van no les pagan, no,
sino que tienen que pagar por ocupar un espacio en el que intentar vender sus
libros”.
En la mañana del sábado, dos
mujeres bajan de un autobús decorado con un anuncio gigante del último thriller deCaryl Férey. Van cargadas con
bolsas llenas de libros, a la caza de la firma de sus héroes. Les espera una
cola gestionada por guardias de seguridad que limitan la entrada al recinto,
como si del último local de moda de la noche se tratase.
Poco después, muy cerca de allí, en una capilla
convertida en sala de conferencias, Richard Price interviene
con otros cinco escritores en un mesa sobre las ciudades y el crimen, donde
cautiva al auditorio con sentencias como esta: “Qué más da quién lo ha hecho.
Me importa una mierda. Contémoslo en la primera página y pasemos a hablar del
ser humano. No importa quién lo ha hecho, importa la voz, captar la música de
la ciudad a través de los diálogos”. Puro negro. Afuera, cientos de personas
esperan la llegada de Jo Nesbo para una clase magistral de una hora. La fiesta
de lo criminal continúa.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/03/actualidad/1459687736_957091.html
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