El Museo e Isaac Mizrahi
Precioso edificio ubicado en la
Quinta Avenida y la calle 92, cerca del Metropolitan Museum y el Jackie Kennedy
Onassis Reservoir, en una antigua mansión de Félix Warburg que parece un
castillo francés, gracias al diseño de Charles P.H.Gilbert, de esos que enredan
nuestros sueños, da cobijo a todas las actividades y a objetos de Judaica:
de ceremonia, pinturas, colecciones de
arte y de plata que, diacrónicamente, nos permiten disfrutar de las habilidades artesanales y
artísticas y el buen gusto del pueblo judío a lo largo de los siglos.
Una pared de mosaico de una sinagoga
de Persia del siglo XVI y un arca de madera del siglo XV proveniente de Italia,
enmarcan el conjunto, que cuenta además con pinturas únicas contemporáneas y
propuestas fotográficas y de escultura. Knishes, pescados ahumados, ensaladas,
sopas y postres clásicos como el babka en un restaurante acogedor, antes o después
de ver los fondos permanentes en la muestra “Culture and continuity: the Jewish
journey”.
En este marco despliega hasta el 7
de agosto Isaac Mizrahi su narrativa de colores. Nació el 14 de octubre de 1961
en Brooklyn, Nueva York y se ha
convertido en diseñador de moda americano y director creativo de Xcel Brands,
desde que en 1987, presentó su primera colección en la no menos sugerente
tienda neoyorkina de Bergdorf Goodman.
Según Kal Ruttenstein de
Bloomingdale´s, “su volatilidad puede atribuirse a su falta de definición en lo
que se podría llamar un “estilo Mizrahi” por lo cual ha tenido buenos y malos
tiempos”. Hubo cambios en su recorrido profesional y creativo y en 2002 regresa
a la moda para Target. La línea se mantuvo indecisa hasta el 2008, en que se
unió a Liz Clairbone.
También fue el creador de la
fragancia “Fabulous” y realizó varias apariciones en numerosos programas de
televisión y películas desde 1990. En 1995,” Unzipped” y sus cameos como el de
“Plus one is the loneliest number”, de la quinta temporada de “Sex and the
city”, en el episodio Spin City. Se lo vio también en “Betty la Fea”, donde
hacía el papel de un reportero para la cadena por cable Fashion TV en el
episodio “Lose the Boss”.
No hay que olvidar sus pinitos en la
temporada cuatro de la serie “Gossip Girl”, de amplia difusión y actuó en el
cine, en las películas “Small Time Crooks”, “Hollywood ending” y “Celebrity”,
de Woody Allen, otro judío indispensable.
Siempre “gay friendly” y uno de la
troupe, se representó a sí mismo varias veces en las pantallas, genio y figura,
y dicen que se propasó con algunas actrices, que mostraron su malestar porque
Mizrahi es el tsunami Mizrahi, una fuerza desatada de la naturaleza. Fue
también diseñador de tres proyectos fantásticos de Broadway, que incluyeron dos
obras de teatro y una opereta. Además narró el clásico de los niños “Pedro y el
Lobo” en el Museo Guggenheim en diciembre de 2007 y 2010 y diseñó escenarios y
trajes y dirigió “A little night music” de Stephen Sondheim, para la Ópera de San
Luis. Apareció también en otro blockbuster, “Men in black” en 1997 como una de
las celebridades alienígenas.
Tiene una casa confortable que
invita a entrar e instalarse para disfrutar de sus sillones, sus libros y la
parafernalia de todo lo coleccionado, parcialmente expuesto y disponible. Es
inevitable recordar los palacios que compartieron en su día, en Marruecos y en
París, a medias o a todas desguasados y
subastados en el apotéosico Grand Palais de París, de Yves Saint-Laurent y
Pierre Bergé. Pero la guarida de Mizrahi está más en consonancia con la medida
del hombre.
Se casó con su pareja con quien
mantuvo una relación de seis años, Arnold Germer, en una ceremonia civil en el
Ayuntamiento de Nueva York el 30 de noviembre de 2011.
Hoy nos sorprende otra vez con más
obras, burbujas de lanas frías y sedas salvajes, paletas de colores cálidos y
ácidos que nos transportan a unos lugares donde es más fácil no solo vestirse,
sino también fantasear. Una mirada así, fluorada y centelleante, alejada del
minimalismo, siempre intensa, siempre excesiva, nos acompaña con sus
proyectos. Un personaje como de tango y
jazz, porque está vivo, es magia.
Porque Mizrahi es inagotable, un
pozo sin fondo, insaciable y nos deja siempre esperando otra y algo más, como
la cata de un vino añejo y disfrutable, como el veneno del paso de las horas, que se abren y cierran
como una maravillosa corola de luz. Como una droga.
Entre
talentos judíos queda la historia, claro. El diseñador Isaac Mizrahi explicó que fue su intelecto lo que
contribuyó a que Lauren Bacall, aquella actriz espigada que silbaba como nadie,
mientras le hacía luz de gas a un Bogart entregado, dejara su marca en el
universo de la moda.
“Una
chica judía e inteligente del Bronx que conocía a Norell así como a Loehmann´s.
Es nuestra referencia de cómo lucir inteligente. Busquen “inteligente” en el
diccionario y encontrarán una fotografía de ella”. Así mediaba Mizrahi en esa geografía inenarrable que declina la moda,
verdadera metáfora de una sociedad.
Porque así como nadie puede ser
apolítico (el mero intento de desear parecerlo o serlo descubre al personaje)
tampoco podemos negar que vamos, algo más que vestidos. Diccionario, magia,
desciframiento, decálogo de conductas, texturas, insinuación y danza, los
organdíes, tafetanes, plumetíes y sedas, algodones, linos y terciopelos, rasos,
conforman un lenguaje único, lleno de posibles traducciones. Y aquí un frunce y
allá un recogido, para convertir toda una tela en un enorme pliegue que se nos
enrosca a la cintura como un abrazo. Y todas esas telas que nos visten o nos
descubren ahora un tobillo, después la abertura provocadora del descubrimiento
de un pecho, dicen más de nosotros que un discurso o que toda una declaración
de principios.
Somos nuestra cabellera al viento o
nuestro maquillaje, y esa cara lavada que nos arranca del sueño, o los
complementos o los zapatos y también esos pies desnudos que se liberan en las
playas, buscando el beneficio finisecular del agua y sus bendiciones. Nacemos
desnudos pero nos dejan así por poco tiempo y volver a estarlo con comodidad a
algunos les lleva todo el reaprendizaje de una vida.
Como no podía ser de otra manera, la
historia del pueblo judío está ligada a las agujas, los ojales y las puntadas.
Perseguidos siempre, coser es una tradición, un trabajo y una forma de ganarse
la vida. También es abrirse al mundo y tender puentes. El vínculo entre los
judíos de la Europa del Este con la costura es histórico.
Ser sastre es uno de los pocos
oficios que se le permiten a los hebreos, pero esta limitación se transforma en
línea de fuerza cuando Levi Strauss democratiza el jean como una prenda
indispensable. Sin embargo, esto no quiere decir que para crear haya siempre
que sufrir y además, la inspiración debe venir de lo más hondo para que se
produzca una emoción, un susurro, un estremecimiento.
“Dream weavers”, la exposición que
tuvo lugar en noviembre pasado en el Museo de Beit Hatfutsot, el Museo del pueblo
Judío en la Universidad de Tel Aviv, reunió por primera vez a diecisiete
nombres de la moda al mando de Shelly Verthime, responsable del proyecto,
israelí especialista en la materia residente en Londres.
La muestra ofreció en un totum
revolutum, modelos, joyas, vestidos, accesorios
de Ralph Lauren, Donna Karan, Alber Elbaz, Victoria´s Secret, Sonia
Rykiel, Michael Kors, Arnold Scassi, Diane von Furstenberg, Sarah Moon, Kobi
Halperin, Natalie Capell, Avshalom Gur, Marc Jacobs, o Avi Tenzer, entre otros,
en un despliegue que consiguió captar el ascenso de los pequeños modistos
inmigrantes de Nueva York, hasta las principales capitales del glamour.
Del sueño a la realidad, el hilo
conductor de este recorrido iniciático de la alta costura parece ser: “Yo no
creo ropa, sino sueños”, comentó Ralph Lauren. Así es como los israelíes han dejado de ser especialistas en nuevas
tecnologías, para convertirse en embajadores del look, lo que hace que, cada
vez más, grandes estrellas se hagan vestir en Tel Aviv. Han conseguido atrapar
la sensualidad y el deseo, lo intangible, en una trayectoria que hermana y
redime las pretensiones de la alta costura con la realidad más a pie de calle
del prêt-à-porter, dos dimensiones que, como vasos comunicantes llenos de
inspiración, reflejan hasta el infinito nuestros sueños colectivos.
Ahora que este año se publica en la
editorial Phaidon “El abc de la moda”, donde se recogen 200 años de buen hacer
con fotógrafos, editores de moda, iconos de estilo, ilustradores webs, una
enciclopedia de 584 páginas, se ponen al día paradigmas que fueron de este show
business en televisión (Sexo en Nueva York y los “Manolos” de Sarah Jessica Parker), las pasarelas (Kate Moss),
editoras archifamosas que hacen temblar las portadas de las revistas y las
trastiendas del mercado como Grace Coddington, ex Anne Wintour y la propia
Wintour, cuya experiencia desigual quedó para siempre retratada en las escenas
trepidantes de “El diablo viste de Prada” y sus secuelas literarias y otras.Volviendo
siempre a las fuentes, porque Isaac Mizrahi es sin duda alguna, una de las
importantes.
Alicia Perris
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