Por Ingo Senft-Werner
Puesta en
escena de La consagración de la primavera del ruso Ígor Stravinski. Flickr
París/Karlsruhe,
26 may (dpa) – Es quizá el escándalo más conocido de la historia de la música:
el 29 de mayo de 1913, la pieza “Le Sacre du Printemps” (“La consagración de la
primavera”) del ruso Ígor Stravinski conmocionó al público en París y provocó
tumultos durante la premiere en los que se llegó incluso a las manos, y que
dieron a conocer al compositor en todo el mundo.
Aquella
obra, de cuyo estreno se cumplen cien años el miércoles, fue una provocación
intencionada, pero también algo más que eso.
“Todos los
espectadores entendieron que estaba ocurriendo algo nuevo. Los más mayores lo
rechazaban, los jóvenes sintieron el cambio”, cree el experto en música alemán
Ulrich Michels. Para él, fue esa noche en el Théâtre des Champs Elysées donde
nació la música moderna.
¿Pero qué
ocurrió allí? El ballet ruso dirigido por Serge Diaghilev encargó una pieza a
Stravinski, que entonces, a sus 31 años, era conocido sobre todo por su ballet
“El pájaro de fuego”. Éste se desmarcó de su tradición rusa y presentó una
composición basada casi exclusivamente en el ritmo.
El bailarín
Vaslav Niyinsky fue autor de la coreografía del ballet, que giraba en torno a
una mujer que en un ritual arcaico era sacrificada al dios del sol, con
movimientos novedosos, angulosos y pesados.
El público
quedó conmocionado: en lugar de hermosas melodías recibió ritmo y no para
aplaudir: Stravinski irritó y molestó con continuos cambios de compás.
Un testigo
del momento escribió sobre un joven espectador que veía la obra detrás de él:
“Sufría tal excitación que tamborileaba continuamente con sus puños en mi
cabeza. Y mi excitación era tal que durante mucho tiempo ni siquiera sentí los
golpes”.
Para la
escena cultural parisina de entonces, “con un gusto sobrerrefinado, casi
decadente, esos brutales y sencillos sonidos parecían un ataque”, describe el
experto en música Dariusz Szymanski, de la Festspielhaus de Baden-Baden. “Quizá
es comparable con la estética punk que también simplifica y que quiere expresar
todo con dos acordes, aunque ‘Le Sacre’ es una pieza muy compleja”.
Muchos
espectadores de esa noche acabaron arrastrados en un tumulto, recordaba el
escritor Jean Cocteau. “La gente reía, había burlas, pitaba, hacía sonidos de
animales y quizá se hubieran cansado a la larga si no fuera porque la multitud
de estetas y músicos, en su exagerado celo, se puso a ofender al público de los
palcos, y a atacarlo físicamente”.
Se
produjeron algunas peleas que dejaron 27 heridos. El propio Stravinski huyó de
la zona de espectadores para esconderse en el lugar destinado para la orquesta
y después a la parte de atrás del escenario saltando por una ventana.
Las críticas
fueron devastadoras. Giacomo Puccini escribió: “No hay duda de que la pieza es
de una originalidad y una notable parte de talento. Pero en conjunto recuerda a
la obra de un loco”. Claude Debussy habló de una “Massacre du Printemps”
(masacre de la primavera) .
El
compositor alemán Wolfgang Rihm observa lo ocurrido hace cien años con
sentimientos encontrados. Lo negativo fue que nació “el fetiche del concierto
del escándalo”. “Desde entonces todo compositor mediocre aspira a un escándalo
de este tipo que pruebe inequívocamente que el público, que es tonto, no ha
sabido reconocer su obra, muy significativa”.
Sin embargo,
lo positivo es que “esta maravillosa obra se tocó por primera vez”, considera
Rihm. Y desde entonces cada vez con gran éxito.
Con motivo
del aniversario algunos escenarios la han incluido en su programa, sobre todo
el propio Teatro de los Campos Elíseos, a cargo de la coreógrafa Sasha Waltz,
con la orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo.
Ahora es
casi unánime la fama de la “increíble calidad” de la pieza y “Le Sacre” se
celebra como el inicio de una nueva gran tendencia musical y apenas se entiende
la agitación que causó en sus inicios. “Con el pop y el rock nos hemos
acostumbrado a experimentar música basada en el ritmo”, señala Szymanski. Por
eso considera “Le Sacre”, junto al “Carmina Burana” de Carl Orff, como obras
que pueden acercar la música clásica a los jóvenes.
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