Natalie Dessay, soprano. Philippe
Cassard, piano. Obras de Franz Schubert, Félix Mendelssohn, Henri Duparc, Franz
Liszt, Georges Bizet y Gabriel Fauré. Teatro Real, martes 29 de septiembre,
2015.
La cantante de Lyon vuelve al Real,
donde debutó en marzo de 2008, interpretando arias de ópera italiana y francesa
y después de su cancelación la pasada temporada en La fille du régiment.
Su carrera ha dado un giro
copernicano, - ha dejado el ámbito operístico en el que solía brillar y ha dado
cuenta de este cambio en algunas entrevistas, con toda soltura y alegando
motivos de “libertad” para explicar una decisión que no necesita justificación.
En esta ocasión, Natalie Dessay trae
al coliseo madrileño un programa más intimista, íntegramente compuesto por
canciones, repertorio que frecuenta con asiduidad desde que en 2013 se
despidiera de los escenarios operísticos tras interpretar el rol titular de Manon de Massenet en Toulouse.
Habiendo
consolidado más de veinte años de brillante carrera, marcada por sus dotes
vocales y dramáticas y su capacidad para ir adaptando el repertorio a las
características y variaciones de su voz, Natalie Dessay ha retomado y revisado
su trayectoria artística en diversas ocasiones, explorando un vasto repertorio,
que abarca desde los papeles de soprano coloratura que la han catapultado a la
fama, hasta los roles belcantistas más dramáticos, sin olvidar sus
interpretaciones de Monteverdi, Bach, Haendel, Debussy o Stravinski. Muy
apreciadas y recordadas son sus actuaciones en papeles protagónicos como los de
Mélisande, Julieta, Manon, Lucía o Traviata.
Dessay,
que posee una hermosa voz de soprano, una excelente técnica y gusto finísimo
para elegir qué y cómo interpretar, dedica esta etapa de su vida a espectáculos
puramente teatrales, su vocación primordial y a conciertos de cámara en los
que, sin embargo, siguen patentes la ductilidad de su instrumento único, su
expresividad y el talento actoral que la han consagrado como artista.
El
programa que interpretó en Madrid, envuelta en un vaporoso vestido en tonos
grises con chal, transitó los sentimientos, imágenes, recuerdos y perfumes que
vertebran los poemas llenos de lirismo y expresividad de Goethe, Hugo, Thomas Moore o Baudelaire, puestos en relieve por las partituras
de Schubert, Mendelssohn, Liszt, Duparc, Fauré o Bizet.
Estos
mimbres fundacionales permitieron a Natalie Dessay, con la sensibilidad de
su frecuentado pianista acompañante Philippe Cassard, exhibir su extraordinaria
versatilidad en este delicado repertorio.
Erlkönig
de Schubert (1797-1828) fue un arranque temible para la tradicional dulzura de
la soprano francesa nacida en 1965, a la que, siempre se suele imaginar
cantando en su lengua materna o en italiano. Le siguieron Am Bach im Frühlind,
Suleika I y Nacht und Traüme, una adaptación de un poema de Mattahus von Collin
compuesto en 1825.
En
Rastlose Liebe D 138 (Amor inquieto) continúa esta expansión musical y
literaria que fue ampliándose en la definición de Dessay, más grande y segura a
medida que avanzaba la velada. Todo a pesar de que, desde el comienzo, su
prestación pareció afectada por un resfriado con tos o la sequedad habitual que
castiga a los cantantes que no están habituados a la climatología- áspera y
casi desértica - de la capital.
Gretchen
am Spinnrade D 118 (Margarita en la rueca) sonó anhelante y soñadora como en
general todo el repertorio escogido para este concierto.
Félix
Mendelssohn (1809- 1847) se escuchó en Suleika, op. 57, no. 3, Die Liebende
schreibt, op. Posth. 86/3 (La amada escribe), de 1831 y Hexenlied, op.8
(Canción de las brujas), exploradora de los rituales demoníacos.
Extase,
con texto de Jean Labor, fue compuesta por Henri Duparc (1848-1933) hacia 1880,
con un perfume cercano a los Wesendock Lieder o el Acto II de Tristan und
Isolde.
Élegie,
de 1874, sobre un texto de Thomas Moore, es melancólica y contenida y Dessay
modula y dosifica su teatralidad y voz con una generosidad que empieza a
convencer al público. Tose y, en un gesto de complicidad, invita a los
presentes a no privarse de este desahogo en un preotoño de tiempo bochornoso en
Madrid. La aplauden y recompensan a la vez su actuación y saber hacer, su
paciencia y sentido del humor.
Charles
Baudelaire está aquí también y hay un renacimiento de este repertorio entre los
cantantes franceses especialmente, presente como en el recital que dio Philippe
Jaroussky la pasada temporada en el Teatro de La Zarzuela, consagrado a los
poetas malditos y simbolistas. Es L´invitation au voyage, compuesta en
1870 para la esposa del compositor.
Muy
de actualidad resultó en su momento (el final del II Imperio con la derrota francesa
ante el ejército prusiano) Au pays où se fait la guerre, de un texto de
Théophile Gautier, siempre de Duparc.
Las
cinco canciones inspiradas en Victor Hugo, Oh! Quand je dors, de Franz Liszt,
Dans les ruines d´une abbaye, op. 2/1, de Gabriel Fauré, L´absent del mismo
compositor, op. 5/3, Les adieux de l´hôtesse arabe, orientalizante y seductora,
de Georges Bizet (1838-1875) que la soprano interpretó con entrega y donaire y
el Comment disaient-ils, también de Franz Liszt, cerraron una segunda parte que
desde su comienzo con las obras de Duparc, fue en un crescendo musical lleno de
emoción, a lo largo del cual Natalie Dessay fue repetidamente aclamada.
No
hubo sobretítulos esta vez pero sí dos propinas, la “Chanson espagnole” “pero
cantada en francés”, como destacó Dessay y Zdes´Khorosho de Rachmaninov.
El
pianista, también reconocido como solista e intérprete de cámara, siguió con
atención y absoluta disponibilidad las evoluciones de una cantante, que
seguramente se resarció de no haber podido acudir a una cita anterior en el
Real, con un público encantado que no dejó de recompensarle su esfuerzo la
noche del recital, y toda su trayectoria.
Alicia
Perris
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