Dickie logra un completo fresco de la organización, de sus crímenes y de
los criminales, en el que se combina la exhaustiva erudición con la narración
de historias apasionantes
Para el título de este sillón me he
inspirado, como seguramente no se les oculta a mis improbables lectores, en el
de Todos los fuegos el fuego,uno de los cuentos que prefiero de
Julio Cortázar, incluido en la recopilación del mismo título (1966). En aquel
relato, dos parejas no tan diferentes, pero separadas por 20 siglos de
historia, terminan de modo semejante y nada recomendable. EnHistoria de la
Mafia, de John Dickie (Debate), un autor ya conocido entre nosotros
por su Cosa Nostra(Debate, 2006) y, algo menos, por su original
historia cultural de la cocina italiana (¡Delizia!, Debate
2014), hay también fuego, y mucho, provocado a lo largo del siglo y medio de
existencia del mayor y más eficaz sistema de crimen organizado del mundo
moderno. El nuevo libro de Dickie —un historiador de la especie de los buenos
divulgadores— constituye, por así decirlo, una auténtica summa de la Mafia y de sus avatares históricos y
geográficos, algo que el autor ha logrado unificando y reelaborando
parcialmente dos libros anteriores, Blood Brotherhood (2013) y Mafia
Republic (2014). Dickie ha buceado en fuentes primarias y secundarias,
manejando multitud de documentos periodísticos, entrevistas, atestados, actas
de procesos y testimonios para lograr un completo fresco de la organización, de
sus crímenes y de los criminales, en el que se combina la exhaustiva erudición
con la narración de historias apasionantes y —casi siempre— sangrientas,
siempre incardinadas (lo que no es menor mérito) en el contexto de la historia
política y social de Italia (desde la independencia hasta nuestros días).
Incluyendo, claro, la habilidad de los mafiosos para aprovechar las debilidades
y fracturas del poder político. La Mafia es, a
la vez, antigua y moderna (a principios de los noventa, tras
los asesinatos de los jueces Falcone y Borsellino, hubo quien pudo pensar que
el sur de Italia llevaba camino de convertirse en una especie denarcoestado europeo),
como también lo son sus líderes y protagonistas: Dickie nos los presenta
rehuyendo la romantización que Hollywood ha elaborado a partir de ficcionalizar
a los padrinos como “hombres de honor”, respetuosos de códigos de “familia” o
grupo dotados de sus distintivos rituales de iniciación y reglas de
comportamiento muy prolijas, instrumentos utilizados desde el principio para
reforzar la solidaridad de grupo y, a la vez, para fijar las señas de identidad
frente al exterior. Y haciendo hincapié en las conexiones de las tres principales
variantes de la onorata società: la Cosa Nostra siciliana, la
Camorra napolitana y la
‘Ndrangheta calabresa, así como en sus respectivas implantaciones
transcontinentales. Un apasionante recorrido por un submundo siempre vivo y
cuyo funcionamiento y rituales han inspirado a otras organizaciones criminales,
desde las mafias pos-soviéticas a las bandas juveniles sudamericanas.
Exposiciones
Selecciono dos libros importantes
vinculados de distinta forma a sendas exposiciones. Astérix de la A a la Z (Lunwerg, Planeta), un vademécum imprescindible para
todos los amantes del cómic creado por Goscinny y Uderzo hace ya medio siglo,
es la traducción española del catálogo de la gran muestra organizada hace dos
años por la Bibliothèque Nationale de Francia para celebrar la donación de 120
planchas originales de la colección particular del segundo: un estupendo álbum
ilustrado con textos y análisis de prestigiosos asterixólogos e historiadores
de la Galia romana. El friso de la vida,publicado por Nórdica
coincidiendo con la exposición Edward Munch, arquetipos, que
puede verse en el Museo Thyssen Bornemisza, recoge textos —aforismos,
reflexiones, poemas— y reproducciones del gran pintor noruego que constituyen
un magnífico complemento de la visita.
Liberándonos
De la última
edición de Líber me permitirán que, a toro pasado, hable poco. Debo
reconocer en justicia que estuvo infinitamente mejor que la penúltima: en el
lejano pabellón 14.1 del Ifema hubo moquetas, calidez, organización, sensación
de que las cosas funcionaban, al menos para los profesionales. Al lado del de
la Fira de 2014, el de este año era Versalles. Del programa cultural Liberatura, sólo
puedo constatar su casi absoluta inanidad, y es que ni los propios
organizadores del Salón se lo acaban creyendo. Lo que sí puedo decirles es que
el pretendido “encuentro único y diferente del público con sus autores” debió
de realizarse en algún pliegue del tiempo y del espacio —quizás en otra
dimensión de lo real— que no logro ubicar. Para eso, mejor nada: algo que
deberían tener muy en cuenta los responsables del certamen, que utilizan lo
“cultural” como coartada para aliviar cierta mala conciencia que no termino de
comprender. Sí quiero traer a colación, sin embargo, el ridículo e innecesario
discursito del señor Lassalle, en mi opinión uno de los responsables de cultura
más escurridizos e inoperantes de toda la democracia.Cuando se hizo cargo de la
correspondiente oficina rajoyista (facción
sorayista) en forma de Secretaría de Estado, apareció ante algunos
como la gran esperanza blanca: su porte pulcro y aseado de intelectual gentebien —nada
que ver con el de los peperos más rancios—, sus antecedentes
(familia republicana y antifranquista), su formación (tesis sobre Locke), y el
hecho de que citara, por ejemplo, a Adorno en sus clases de filosofía del
derecho, despertaron en muchos (también en este periódico, donde fue calificado
de “rara avis”) inusitadas expectativas que nunca se cumplieron (por ahí
conservo un libro blanco o verde del que se han verificado menos cosas que
profecías de san Malaquías). En su intervención de Líber, en la que se limitó, as
usual, a enviar balones fuera, realizó una defensa tópica del
humanismo y presumió de los “casi” (sic) 4.000 euros con que
el ministerio había contribuido al Salón. Y se quedó tan pancho. Ahora, cuando
previsiblemente falta ya muy poco para que se vaya, me pregunto si en su caso
también funcionará ese tipo de promoción que los anglohablantes llaman failing
upwards(“fracasando hacia arriba”) y que, más o menos, consiste en
recompensar a quien no hace su trabajo. Aunque en ese ministerio ya existen
algunos precedentes próximos de condecorados por nada, el campeón español de
esos premios a la incompetencia ha sido, sin duda, el eximio Carlos Arias
Navarro (conocido por algunos como “carnicerito de Málaga”),
que tras fracasar a bombazos como responsable último de la seguridad de Carrero
Blanco, fue elevado inmediatamente a la Jefatura del Gobierno. De modo que no
nos extrañe si al señor Lassalle le despiden con una encomienda y, por ejemplo,
la Embajada en Washington, incluyendo paseo bajo palio desde el mismísimo
aeropuerto Ronald Reagan hasta la diplomática puerta.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/14/babelia/1444839468_161921.html
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