No hace falta irse a la playa para cruzarse con un tropel de cuerpos medio
desnudos. Basta con coger el Metro. La carne emerge con el calor, previo
proceso de maceración en cremas reductoras y otros ingenios del mundo moderno,
y se planta ante nuestras narices sin más explicación. Pero el gran
espectáculo del cuerpo serrano también puede disfrutarse en este
agosto igualmente inexplicable en un plano digamos más intelectual.
Cuerpos sensuales, cuerpos envueltos en camisas holgadas, que resbalan por la piel trémula,
iluminados por la mórbida luz de las velas. Son los que se encuentran en la
exposición Caravaggio y los pintores del norte del
Thyssen-Bornemisza. Son los cuerpos de los tres jóvenes retratados junto a
Cupido en Los músicos; con sus ojos llorosos, los labios colorados
como frutas maduras, tres chicos apasionados dispuestos a robar el corazón de
quien los escuche: consumidos por la música y el deseo. Es el rock & roll a
finales del siglo XVI; ni siquiera Red Hot Chili Peppers tienen esa pinta ya,
aunque sigan desnudándose en directo y en Madrid tenga ya vendidos dos palacios
de deportes los días 27 y 28 de septiembre.
Como Tyler Durden en El club de la lucha, Caravaggio era
aficionado a las peleas, aunque él prefería las calles. Una vez asesinó a un hombre y más tarde
intentaron asesinarlo. Era osado, era un rebelde, un calavera, y en 1595
acababa de llegar a Roma para satisfacer los gustos pictóricos de su nuevo
mecenas, el cardenal Francesco Maria del Monte, pero también para satisfacer
los suyos propios. Los cuerpos de sus muchachos, de David por ejemplo tomando
la cabezota de Goliat en escorzo, o el del Chico mordido por una
lagartija, transmiten una ligera lascivia, pero el violento claroscuro hace
pensar igualmente en la perdición, en un fin fatal.
El peligro vibra en esas carnes atrevidas, y eso conmovió a toda Europa,
que encumbró a Caravaggio como el gran pintor de su tiempo. No puede haber más
cuerpos entre las obras de esos pintores del norte seleccionados en la
exposición.
Joel-Peter Witkin: 'La balsa de George W. Bush'
Entre esos inmediatos sucesores del maestro barroco hay en particular una
borrachera de cuerpos entrelazados, Alegoría de los cuatro elementos,
de Louis Finson, que trae a la memoria las fotografías de Joel-Peter
Witkin, cuya exposición en la galería Michel Soskine Inc. ha podido verse
hasta finales de julio. Este neoyorquino muestra una inquietante fuente de
inspiración en la mutilación, de un modo no muy lejano al que Goya muestra
en algunos grabados espeluznantes de Los desastres de la guerra,
que pueden verse en el Museo del Prado. Witkin trabajó en la guerra de Vietnam
entre 1961 y 1964; Goya fue testigo de la Guerra de Independencia en un viaje a
Zaragoza en octubre de 1808.
Francisco de Goya: 'Los desastres de la guerra'
Cuerpos desmembrados, salvajemente corrompidos por la violencia son los que
también contempla la agente del FBI Kate Macer en Sicario,
peliculón que este miércoles 17 se puede ver en el cine de verano del Conde
Duque. Macer, a quien da vida Emily Blunt, cruza la ciudad mexicana de
Juarez en coche cuando ve varios cuerpos desnudos colgados de un puente, sin
cabeza, sin un brazo;es una imagen fugaz, un breve shock. Quien esté leyendo
este verano El cártel, la secuela de Don Winslow de El
poder del perro, conocerá perfectamente el contexto.
Aprovechando la visita al Prado, y si no sucumbe a la gran cola que cada
día se forma (una larga fila de torsos y miembros que se confunden...), el
visitante puede igualmente abandonarse al sinfín de cuerpos de El Bosco.
Además del archiconocido Jardín de las delicias, hay en la
exposición que conmemora el quinto centenario del fallecimiento del artista
otras increíbles fantasías animadas como el Tríptico del carro del heno,
que a través de una maraña de personajes enseña el peligro de la
lujuria y de la avaricia.
Detalle de 'Tríptico del heno' de El Bosco.
Claro que si le perseguidor de cuerpos desnudos aspira a deleitarse con una
piel más prístina y delicada, debe visitar la La pequeña bañista de
Ingres. El cuadro, envuelto en una belleza refinada, forma parte de
la exposición Impresionistas y modernos del CaixaForum.
Ingres: 'La pequeña bañista'.
La suave dama aparece de espaldas: la estamos contemplando a hurtadillas
antes de entrar en la piscina.
Así es como exactamente fotografió durante décadas el checo Miroslav Tichý,
artesano, buhonero, mórbido ladrón de fotos femeninas que dedicó su
paupérrima vida a fabricar cámaras con chatarra y a retratar a mujeres de su
pequeña ciudad sin que ellas lo supieran.
Fotografía de Miroslav Tichý.
Estas bañistas borrosas, turbias, perfectamente inocentes, son capturadas
por este singular artista voyeur al que Nick Cave dedicó
su canción The Collector. Es posible descubrirlas en el Museo del
Romanticismo, dentro de la exposición que le dedica PhotoEspaña.
http://www.elmundo.es/madrid/2016/08/15/57b0c575268e3e271d8b45a4.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario