Javier
Camarena es uno de los tres cantantes que ha hecho un bis en una ópera en el
Metropolitan de Nueva York
No tenía idea de lo
que era la ópera hasta que le dijeron que podría hacer carrera. Se ganaba unos
pesos cantando en grupos de pop y de música ligera para pagarse los estudios.
Hoy es un tenor superdotado en templos como elMetropolitan de Nueva York, donde ha sido
uno de los tres únicos fenómenos que ha dado un bis por aclamación en la
historia del teatro. Fue en una representación de La Cenerentola, de Rossini, en 2014. Javier Camarena (Xalapa, México 1976) es la estrella
ascendente de la ópera mundial. ¿Un divo sin límites? “En el escenario es donde
se demuestra eso, pero en la calle hay que tener los pies en el suelo”, dice en
una de las salas de ensayo del Teatro Real de Madrid.
Javier
Camarena retratado en el Teatro Real en julio 2016. FOTO: DANIEL MORDZINSKI. VÍDEO: ÁLVARO DE LA
RÚA
Pregunta. ¿Cree que el éxito le ha llegado a tiempo?
Respuesta. Habría que ver
qué entendemos por éxito. Triunfé desde que hago lo que me apasiona. La gente
aprecia mi trabajo, mi manera de decir y comunicarme a través de la música.
Llevo la mitad de mi vida metido en esto: 20 años. Estas cosas que han llegado
últimamente se han plantado en buen momento, con la madurez suficiente.
P. ¿Podríamos decir
que una de las claves para digerir bien el éxito es no creer en tus
posibilidades?
R. Tener los pies
bien plantados en la tierra. Mi familia, el camino con altos y bajos me ha
hecho ser sincero conmigo mismo.
P. ¿Cómo es su
familia para que le enseñara tan bien esas claves?
R. La serenidad
viene de mi papá, que fue técnico en una planta nuclear en Veracruz. La del
temperamento es mi madre. Ha tenido que vivir con tres varones y emplear mano
dura.
P. ¿De dónde saca
usted todos esos agudos?
R. De un proceso…
Mi maestra en Xalapa, cuando tenía 19 años, me dijo que podría llegar a algo en
la ópera. Yo estaba en el pop, en Willie Colón, en Maná o las canciones de la
Iglesia. Cantaba y por ahí sacaba dinero para la escuela. Había oído de Plácido
Domingo por un disco de canciones para niños. Poco más. Tenía una técnica un
tanto nasal: sonaba a pato. Lo que escuchan hoy me ha costado 15 años de
trabajo.
P. ¿Se considera, a
día de hoy, un tenor sin límites?
R. Me centro en un
repertorio belcantista, por ahora. Ahora me dirigiré a un espacio más lírico.
La propia voz, dirá.
P. ¿Le enseñaron a
ser más cauto que audaz?
R. Uno no puede
hacer lo que le dé la gana y no asumir las consecuencias. Tuve la gran fortuna
de tener a Cecilia Perfecto al principio de mi carrera como maestra. Me dijo:
este oficio es de resistencia y no de velocidad. Ningún maestro tiene la verdad
absoluta. Aunque la verdad es que forma de cantar solo hay una: saber respirar,
colocar, proyectar y emitir el sonido. Y además fue lo humilde para decir:
hasta aquí puedo enseñarte, tienes que buscar a otros que te ayuden a avanzar.
P. Y, de repente,
se fue usted a Zúrich.
R. Llegué como
estudiante becado. Me llegaba apenas para pagar un cuarto, comida, celular y
mandar dinero a mi esposa. Bajé mucho de peso, pero me contrató el teatro.
P. Y así hasta que
le obligan a cantar un bis en el Metropolitan de Nueva York ¿Qué pasó?
R. ¡Híjole, aquello
sí fue un acontecimiento! Un parteaguas en mi carrera. La primera gran, gran,
gran ovación de mi vida. El público de allí apoya a los cantantes que llegan a
suplir a otros y me tocaba sustituir, nada menos que aJuan Diego Flórez, que enfermó. Se respiraba una
atmósfera increíble, bella, llena de gratitud. Se intuía un bis, pero dependía
del público. Ocurrió en la segunda función. Se desató la euforia y tuve que dar
dos en las últimas representaciones. Un tsunami.
P. ¿Cómo se sigue
después de eso encima del escenario? ¿Temblando?
R. No sé, pasan
tantas cosas dentro de la cabeza. Cuando estudiabas, cuando el párroco de mi
iglesia me decía que no cantara…
P. ¿El amor y el
rencor…?
R. No, bueno..., un
poco, sí. Aunque la primera imagen era mi familia, mi esposa, mis hijos. Me
había costado un pleito con ella porque interrumpí las vacaciones para hacerlo.
Ella se lo perdió, pero lo vio por Internet.
P. Se da usted
cuenta de que apenas solo a los tenores latinos les piden bises en los grandes
teatros. Juan Diego Flórez, usted… ¿Por qué?
R. Pues nada más
que porque tenemos el candor ahí. La calidez, vemos la vida de una manera
romántica. El amor que duele carga bien la voz… Cantamos a dicho sentimiento y
de eso hay mucho en la ópera. Convierte en sincera esa emoción.
P. ¿Qué es el
divismo?
R. Por una parte,
algo que quiero creer que se va extinguiendo cuando hablamos de capricho. Los
cantantes debemos tener al público en primer lugar, a quien paga el boleto,
como quien merece el respeto y la gratitud. Aunque te critiquen: no soy
monedita de oro para que todo el mundo me quiera. El divismo se demuestra con
los pies en el escenario, pero también en el suelo. No me sirve de nada ser
buen cantante si me muestro antipático. Así es como entrego las notas a Dios, a
mi familia y a la gente que me escucha.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/08/07/actualidad/1470598955_534844.html
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