No fue hasta febrero que, con 87 años, ganó el primer Oscar a mejor banda
sonora. El compositor de filmes inolvidables celebra 60 años de carrera.
La Academia de Hollywood se inventó el Oscar honorífico para
limpiar su mala conciencia y premiar aquellos casos flagrantes de genios
veteranos que nunca habían recibido una estatuilla a pesar de llevar toda la
vida trabajando en el cine. Generalmente, su concesión implica un mensaje de
despedida, de que la carrera ha terminado y que el final está cerca. A Ennio
Morricone (Roma, 1928) se lo dieron en 2006, después de estar nominado
en cinco ocasiones, con las bandas sonoras de Días de cielo, La misión,
Los intocables, Bugsy y Malena. Scoresespectaculares
a los que hay que sumar los que no fueron candidatos ni siquiera al Oscar, como El
bueno, el feo y el malo, Hasta que llegó su hora, Érase una vez en América y Cinema
Paradiso. Sin embargo, el pasado mes de febrero, en uno de esos giros tan hollywoodienses,
Morricone consiguió a los
87 años su primer Oscar a la mejor banda sonora por su
composición para Los odiosos ocho, deQuentin Tarantino.
Este otoño Morricone celebra sus 60 años de actividad musical y lo ha
querido celebrar con varios álbumes recopilatorios de su trabajo en bandas
sonoras (y también en composiciones convencionales), como Morricone 60 (Universal),
y una ambiciosa gira que, de momento, no tiene parada en España. El
veterano músico dice sentirse con ánimo suficiente como para seguir sin pensar
en la retirada. Y menos aún después del Oscar. "No me lo esperaba en
absoluto. Fue una sorpresa muy agradable", asegura desde su casa de Roma.
Y se lo agradece especialmente a Tarantino. "Fue estupendo
trabajar con él. Supe que la alianza iba a funcionar, porque me ofreció una
amplia libertad, después de darme algunas recomendaciones sobre las líneas
generales de lo que quería. Pero siempre dejándome hacer", explica.
Morricone ha compuesto la música para 500 películas. La gran
mayoría no serán recordadas, pero hay un buen puñado de ellas lo
suficientemente importantes como para que el elaborar un álbum recopilatorio
signifique dejar fuera piezas inolvidables. "Afortunadamente, a la
gente le gustan muchas de las composiciones que he escrito, muchas más de las
que podrían caber en un CD. Así que tuve que hacer una selección y
elegir entre todas ellas", dice de este proceso. ¿Y qué es lo que hace que
una banda sonora pase o no a la Historia? "A veces el éxito depende de
cosas como el número de discos que se venden, o del propio éxito de la
película, no de la música en sí. Ambos factores tienen un componente diferente,
pero acaban determinando el resultado, en términos de cantidad y calidad",
formula.
Después de tanto tiempo, el músico que creó el silbido de El bueno,
el feo y el malo o el solo de oboe de La misión sigue
sin tener claro qué es lo que subyace en sus piezas. "No podría
decir cuál es el denominador común de mi obra. Es un misterio", se
encoge de hombros.
Lo que sí tiene claro es lo que le mueve a componer tantas partituras y
bandas sonoras: "El entusiasmo que me produce escribir música, en
general. Mi oficio es ser compositor y adoro mi trabajo. Pero esta fuerza
interna no sería nada sin el empuje exterior, definitivo, de la gente que acude
a mí para que ponga música a sus películas. Ése es mi mayor placer".
Y en su definición de lo que hace como "oficio" se encierra
también su concepto de la creación. "Soy tan artista como
artesano. Uso mi cerebro y mis sentimientos para componer, y lo hago a
través de la técnica, del dominio de las fórmulas de escritura musical".
En ese sentido, siempre ha tenido claros sus referentes: "Bach,
Frescobaldi, Stravinsky y mi maestro, Goffredo Petrassi".
Tal vez por ello no le dé a su trabajo la trascendencia de la que hablan
quienes dicen que las bandas sonoras son la puerta de entrada, la última, que
le queda al gran público para acceder a la música clásica. "Mi
objetivo es guiar a la gente, dirigirla a la música. Y, la verdad, no sé si eso
sigue una estrategia diseñada al modo de otros compositores", añade
con voz cansada.
Sus composiciones han sido versionadas, sampleadas y utilizadas en los más
variopintos contextos, desde la introducción de todos y cada uno de los
conciertos de Metallica a los anuncios publicitarios y, por supuesto, el plagio
más o menos descarado por parte de sus colegas. "Un compositor de
hoy necesita tener una actitud moral y también precisa ser pragmático",
dice sobre sus reglas de funcionamiento. "Es decir, que tiene que ser
responsable moralmente de lo que escribe, pero también tiene que intentar
que su obra sea útil, de algún modo u otro, en la vida diaria".
Por eso, cuando piensa en la importancia de la música en la sociedad, se
limita a recomendar "a toda la gente de este mundo que, al menos
por una vez, escuchasen música y dejasen de hacer cualquier otra cosa".
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