La
exposición "Francis Bacon: De Picasso a Velázquez" permanecerá en el
Guggenheim de Bilbao del 30 de septiembre al 8 de enero del 2017
El Guggenheim de
Bilbao enfrenta en una gran exposición 50 cuadros del pintor irlandés, algunos
nunca vistos en España, y 30 de grandes artistas que le influyeron
Ni florecillas
bonitas, ni arbolitos, ni escenas bucólicas. Nada de eso hay. Hay carne:
mórbida, ensangrentada, deseada, desasosegante, descuartizada. Tampoco engañaba
sobre sus propósitos Francis Bacon: “Cuando veo un trozo de carne en
la carnicería siempre pienso que debería estar yo”, afirmó en una ocasión el
artista irlandés y recordó esta mañana Martin Harrison junto a un violento e
impresionante tríptico, en el que algunos apuntan la figura del autorretrato
del pintor. Esta obra, Tres estudios para una
Crucifixion (1962),
forma parte de la extraordinaria exposición que el Museo Guggenheim de Bilbao le dedica a Francis Bacon y a la influencia que ejercieron sobre
él algunos artistas españoles como Velázquez, Picasso, Goya, El Greco, Zurbarán
o Ribera. Harrison es el comisario de la muestra y editor del catálogo razonado
de reciente publicación del pintor nacido en Dublín en 1909 y fallecido en
Madrid en 1992.
No en vano, junto a ese tríptico se exhibe Cristo crucificado con un
donante(1640), de Zurbarán. Y enfrente una de las cincuenta
variaciones que Bacon hizo del retrato del Papa Inocencio X, de Velázquez,
incorporando ese grito de horror y pánico que tomó prestado de la película de El acorazado Potemkin, de Eisenstein, de la reacción
de la mujer cuando ve caer el carrito de su bebé en la famosa escena de las
escaleras. No está el original porque esa obra de Velázquez no sale de la
Galería Doria Pamphili de Roma. Al parecer, Bacon se negó a verla directamente
y basó su serie en fotografías, en reproducciones.
“Era
un tipo raro”, repitió Martín Harrison con ironía en alusión a Bacon, mientras
mostraba las 50 obras del pintor y las 30 de otros grandes artistas,
especialmente españoles, pero también franceses o asimilados, que conforman la
exposición Francis Bacon. De Picasso a
Velázquez,patrocinada por
Iberdrola y abierta hasta el 8 de enero. Harrison insistió en que tampoco hay
que hacer mucho caso a lo que decía Bacon, porque era “muy camp”, le
gustaba exagerar y epatar a
la gente. Porque no es verdad, por ejemplo, que no le gustara el Guernica, de
Picasso, explicó el comisario, aunque sí es cierto que el periodo que más
apreciaba del pintor malagueño era el comprendido entre 1927 y 1933.
Picasso fue uno de sus
grandes maestros. Proveniente de una familia de clase media-alta sin ninguna
formación ni vinculación con el arte, Bacon decidió ser pintor cuando, con 17
años, vio la obra del malagueño en la galería Paul Rosenberg. En sus primeros
cuadros se deja notar notablemente. El propio Bacon reconoció el magisterio de
un pequeño cuadro, expuesto en Bilbao, Figura femenina en una playa, de 1927, que es, en realidad, una
llave fálica entrando en una cerradura.
Tampoco se ha
salvado mucha documentación de Bacon, como cartas o escritos donde hable de su
pintura y de su obra. Solía destruir toda su correspondencia. Y en las cartas
salvadas por sus amigos, el artista sólo se refería a deudas que había saldado
o debía saldar por su afición al juego o pedía disculpas por su comportamiento
en una noche de borrachera. "Ese es el privilegio del artista: ser
intemporal. La pasión te mantiene joven, ¡y la pasión y la libertad son tan
seductoras!, Cuando pinto, no tengo edad. Sólo siento el placer o la dificultad
de pintar", decía Bacon. Hasta la década de los setenta, no logra un gran
reconocimiento internacional. Y fue clave su gran exposición en París de 1971.
Fue el primer artista vivo, después de Picasso, al que el Grand Palais le
dedicó una retrospectiva.
“No encontrarán
florecillas, ni arbolitos”, reiteró Harrison haciendo de cicerone en el paseo
por las amplias salas del museo diseñado por Frank Gehry, donde los enormes
lienzos de Harrison no solo respiran estupendamente, como dicen los expertos,
sino que incluso pueden hiperventilar. E incidió en que, a pesar de lo que se
pueda pensar del cuadro de la violación anal (Figura tumbada en un espejo, de 1971, préstamo del
Museo de Bellas Artes de Bilbao), la obra de Bacon no es especialmente
violenta.
Sí
existencialista, agregó, como se puede comprobar en buena parte de sus obras o
en las afinidades electivas de este irlandés, británico de adaptación y
afrancesado de formación y cultura (era un ávido lector de Baudelaire y Proust
y un apasionado de Degas, Manet o Seurat), que vivió en Londres, París y Mónaco
y pasaba temporadas en España. Sentía también verdadera admiración por los
dibujos y pinturas de Giacometti, del que se exhiben dos obras en la muestra,
pero no por sus más conocidas esculturas.
Una parte
importante de la exposición se vio el pasado verano en Mónaco (la Fundación
Grimaldi colabora en la organización), si bien esta selección se centraba más
en la influencia francesa. El director gerente del Guggenheim, Juan Ignacio
Vidarte, y el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, saludaron la
exposición como una oportunidad única para conocer algunas pinturas nunca
vistas en España del creador.
Con préstamos de
diversos museos, entre ellos el Prado o el Pompidou, y de colecciones privadas
la muestra de Bilbao incluye también algunas rarezas en la trayectoria del
pintor. Es el caso de una pintura prácticamente abstracta. Se trata de uno de
los escasos paisajes de Bacon, Mar, de 1953, un
espléndido lienzo con reminiscencias a Rothko. “Pero él odiaba que alguien le
pudiera definir como expresionista”, apostilló el comisario.
Harrison rechazó
de plano la opinión de que Bacon hacía arte abstracto desde su figuración. “No
es verdad, tiene toda una iconografía, y los pájaros forman parte de
ella", además de sus amantes y los hombres de su vida. "El pinta
figuras”, remachó. “Bacon es un pintor figurativo, pero sus cuadros están
impregnados de ideas abstractas”, ha declarado, por el contrario, David Lynch,
confeso admirador de Bacon, como otros muchos cineastas, pintores y artistas en
general, cuyas obras son deudoras de la visión existencialista y descarnada del
ser humano de un pintor cuya influencia no deja de crecer, al igual que la
cotización de su obra.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/09/28/actualidad/1475085104_550737.html
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