Viajar y crear conocimiento son dos
actividades hermanas. Comparten varias esencias: cambio, explorar, observar,
comprender, riesgo, proeza, superación,… Los grandes saltos del conocimiento
humano siempre han estado relacionados con un gran viaje. La combinación
viajar-conocer crea, no hay duda, cierta adicción. Cristóbal Colón, por
ejemplo, tenía el libro de las correrías asiáticas del veneciano Marco Polo
gastado y subrayado de puro entusiasmo.
ilustración
de la biblioteca de Humboldt en su piso de Berlín
El descubrimiento de
América significó eldescubrimiento del Atlántico y éste a su vez la
revolución newtoniana que muchos consideran el arranque de la ciencia tal como
hoy la entendemos. Newton encargó a un físico de Pernambuco (Brasil) ciertas
mediciones con las que se demostró el achatamiento del planeta por lo polos.
Pero los grandes científicos viajeros fueron sin duda los naturalistas. Viajar,
observar, recoger muestras, crear museos, reflexionar, discutir, publicar. El
primer héroe quizá fuera el naturalista portugués Alexander Rodrigues Ferreira
(1756-1815) que entre 1783 y 1792 recorrió el Amazonas; poco después fue el
gran geógrafo alemán Alexander von Humboldt (1769-1859) que entre 1799 y 1804
exploró América de punta a punta y, finalmente, dos padres de la biología
moderna, Charles Darwin (1809-21882) quien entre 1831 y 1836 dio la vuelta al
mundo en el celebérrimo Beagle y Alfred Wallace (1823-1913) que no dejó de
viajar durante dos décadas. De estos viajes prodigiosos nos han quedado libros
que, aún hoy, son un manantial de estímulos para la creatividad humana. Son el Diario
da viagen Filosófica de Ferreira (1786), el diario del viaje del
Beagle (1838) y la ambiciosa megaobraCosmos (1845-1862) de
Humboldt. Éste último pudo inspirarse directamente en Ferreira y fue, a su vez,
eso seguro, el héroe de juventud que Charles Darwin decidió emular. Se puede
asegurar sin riesgo que el fruto de todos estos viajes ha sido una de las
teorías más bellas, universales e influyentes de la historia de la ciencia: es
el mecanismo de la selección natural y la teoría de la
evolución de las especies formulada por Darwin (y que Wallace también
intuyera). Hoy en día estamos en el principio de la conquista del espacio y a
esta aventura se asocia la ciencia de materiales que ya no consiste solo en
cambiarle la forma a la materia como en el paleolítico (industria lítica por
ejemplo), ni en transformar la materia como a partir del neolítico (aleaciones
por ejemplo). Desde hace pocas décadas, incluso inventamos la materia
(materiales a la carta que no existen espontáneamente en la naturaleza,
¡incluida la materia viva!).
El cerebro se alimenta de cambio y
viajar es sin duda una manera infalible de asegurar tal alimento. Hacer ciencia
es un ir y venir incesante entre la observación y la comprensión. Observar es
atender a las diferencias entre cosas similares, comprender es atender a lo
común entre cosas diferentes. No se puede viajar sin saltar incansablemente de
la observación a la comprensión y viceversa.
Hace un par de años pude admirar,
en la universidad de Coimbra, lo que queda del botín científico de las
expediciones de Ferreira, en particular una maravillosa colección de peces
amazónicos conservados con la técnica de los herbolarios, pero con una capa de
oro que confiere una belleza conmovedora y una espléndida conversación. ¿Dónde
está el resto? En Paris. ¿Qué hace la colección de Ferreira en Paris? Pues se
la llevaron los soldados de Napoleón a punta de bayoneta. Sabían muy bien el
valor de lo que se estaban llevando. Es un caso de botín científico convertido
en botín de guerra. No tenemos evidencia de que Humboldt se viera motivado por
Ferreira pero a Ferreira se le conoce como el Humboldt portugués. Yo creo que
los genes de los navegantes portugueses encontraron la manera de trascender en
el talante y el talento de Humboldt. El intrépido e inagotable viajero murió solo
siete meses antes de que Darwin publicara El Origen de las Especies. Fue una
pena porque fue su larga e intensa vida la que incendió la ambición científica
del joven Darwin. Fue una gran pena porque basta leer a Humboldt para hacerse
una idea de cómo éste hubiera aplaudido las nuevas ideas. La influencia de
Humboldt en la historia de la ciencia y de las artes es monumental. Goethe y
Schiller fueron sus colegas cercanos en el romanticismo alemán.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/09/09/babelia/1473420049_739543.html
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