El Centro de la Fundación
Stavros Niarchos, sede de la Biblioteca y la Ópera griegas diseñada por Renzo
Piano, se erige en símbolo del deseo de resurgir de Atenas
María Antonia
Sánchez-Vallejo
Atenas resurge de las
cenizas de siete largos años de crisis con una clara apuesta cultural. Nuevas
infraestructuras con arquitectura de vanguardia y espacios urbanos
reconvertidos se conjugan para hacer de la capital griega un símbolo de
resiliencia. El gran buque insignia de la nueva Atenas es el Centro Cultural de
la Fundación Stavros Niarchos, que albergará la Biblioteca y la Ópera
nacionales y que funcionará a pleno rendimiento en otoño. La regeneración
cultural cobra especial sentido cultural en una ciudad que hay quien denomina
ya el nuevo Berlín.
El Centro Cultural de la
Fundación Stavros Niarchos, en Atenas. YIORGIS-YEROLYMBOS SNF | EPV
Junto con el nuevo Museo
Nacional de Arte Contemporáneo (EMST, en sus siglas griegas), que ocupa la sede
de una antigua planta cervecera a tiro de piedra de la Acrópolis —todo en
Atenas está a la vista de su diosa tutelar—, el Centro Cultural de la Fundación
Stavros Niarchos se ha convertido en tiempo récord en un polo de desarrollo
urbano. Como por arte de magia, abrazando el hormigón de la ciudad y el azul
del mar Egeo, ha insuflado vida a lo que hace mucho fue un hipódromo, luego un
inmenso solar vacío y, a la postre, una metáfora del derribo emocional y físico
de la urbe. Alrededor de un bello edificio de mármol, acero y cristal firmado
por Renzo Piano, se extiende un parque inabarcable (170.000 metros cuadrados)
con paseos, pistas para ciclistas y patinadores e incluso un canal para
pequeñas embarcaciones. En el interior del colosal edificio, de construcción
sostenible —es el primer centro de este tipo en Europa que logra la
certificación LEED Platinum—, se conjugan dos alas, las sedes de la Biblioteca
Nacional y de la Ópera, con un escenario que se inauguró en noviembre de 2016
durante la visita a Grecia, en el último viaje al exterior de su mandato, del
expresidente de EE UU Barack Obama.
Equidistante de la
Acrópolis y el Egeo, con una panorámica de 360º desde la terraza superior, el
centro tardó cuatro años y medio en construirse y costó unos 600 millones de
euros. La Biblioteca puede albergar hasta dos millones de volúmenes y, cuando
esté en funcionamiento, encerrará un total de 5.000 manuscritos milenarios. Del
vestíbulo y la gran sala de la Ópera cuelgan móviles del japonés Susumu Shingu.
El escenario se despliega en un juego de terciopelos rojos, en un guiño
neoclásico a la vanguardia. El ala de la Ópera dispone de dos auditorios, el
inaugurado por Obama en su discurso —en el que glosó la imperecedera
contribución de Grecia a Occidente—, para representaciones tradicionales (1.400
butacas), y otro para obras experimentales (450). La sala de ensayo del ballet
mira al Egeo.
Las dos veteranas
instituciones, que llevaban respectivamente 100 y 60 años en su emplazamiento
actual, en el centro de Atenas, terminarán su mudanza al centro en otoño, si
bien el staff lírico ha realizado continuas pruebas antes de acometer el
traslado. A lo largo del invierno y la primavera pasados el centro ha superado
el rodaje con nota: con una masiva afluencia de visitantes (760.000 entre junio
de 2016 y finales de febrero pasado) y unas cuantas actividades escogidas, como
una exposición sobre Piano o el Festival Nostos (regreso, en griego), celebrado
en junio y cuyo plato fuerte fue la lectura dramatizada de textos de Sylvia
Plath por la actriz Charlotte Rampling, con música de chelo. La gratuidad de
todas las actividades —salvo las entradas para la ópera cuando ésta funcione—
es seña de identidad de la casa.
Pero por encima de la
magnificencia de la obra, si algo destaca del Centro Cultural Stavros Niarchos
es el mensaje de resiliencia frente a la crisis. En 2008 se eligió arquitecto,
el italiano Piano, que acaba de inaugurar otro emblema urbano, el Centro Botín
en Santander; en 2009 —incipiente la dura etapa de rescates y ajustes que se
avecinaba— la fundación firmó el acuerdo con el Estado y en 2012, el peor año
de la crisis, empezaron las obras, terminadas el verano pasado. “Cuando empezó
la crisis hubo voces que cuestionaron el gasto de tantos millones en esto, pero
el proyecto tenía que seguir adelante precisamente por la crisis, pensando en
el futuro y en los ciudadanos”, explica Elly Andriopoulou, mánager del centro.
Para compensar el gran desembolso de dinero en el periodo más aciago de la historia
reciente de Grecia, la Fundación Niarchos lanzó al tiempo varios programas
sociales, dotados con 200 millones de euros para enfrentar la crisis y otros
100 para combatir el paro juvenil.
El 23 de febrero pasado, en
una ceremonia presidida por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, el
centro pasó a dominio público. Sin embargo, la cesión de la titularidad al
Estado, diezmado por tres rescates, suscitó dudas entre quienes temían una
gestión deficiente por parte de los poderes públicos; a ello se sumó la
dimisión, casi inmediata, de su director. Pero su viabilidad parece estar más
que asegurada: la fundación Stavros Niarchos hizo entrega al Estado, junto con
el recinto, de 617 millones de euros adicionales para financiar el arranque de
su andadura. “El papel de la fundación era ponerlo en marcha y hacer las obras.
Pero será el Estado el que lo gestionará, porque es un regalo para los
ciudadanos”, añade Andriopoulou. “Esto es mucho más que un centro cultural, es
un lugar público, para los ciudadanos, que lo cuidan como si fuera algo propio.
La mayor parte de los visitantes son vecinos de los barrios cercanos”. Quienes,
por cierto, como niños con zapatos nuevos, lo han convertido en uno de los
reyes del Instagram griego.
“Cuando se proyectó, se
hicieron estudios de impacto en tres sectores: social, medioambiental —la gran
masa de árboles que lo rodea contribuye a disminuir la temperatura en verano un
par de grados— y económico, incluida la proyección turística. Es una gran
oportunidad en este sentido, pues es equidistante del puerto del Pireo y el
centro urbano de Atenas, y por tanto zona de paso para los turistas que van o
vienen de las islas. El centro de convenciones también estará abierto a
reuniones internacionales, dinamizando ese sector”. Cálculos de la fundación
estiman en 140 millones de euros al año el impacto positivo que el centro
tendrá en la economía nacional.
En una ciudad pujante,
efervescente sobre todo en el ámbito de la escena y la creación artística —este
mismo domingo se clausuró la sucursal local de la Documenta de Kassel—, y donde
harían falta días de muchas más horas para satisfacer la inabarcable oferta
cultural, el Centro Cultural de la Fundación Stavros Niarchos es ya la joya de
la corona que siempre, incluso en los días más infaustos de la crisis, ciñó la
capital griega.
https://elpais.com/cultura/2017/07/06/actualidad/1499356681_868577.html
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