FRANCISCO CARRIÓN
Entre toda la exquisita
historia del Hotel Old Cataract (700 kilómetros al sur de El Cairo siguiendo el
curso del Nilo), sus empleados siempre eligen como su gran orgullo las
aventuras de Hercule Poirot en 'Muerte en el Nilo'
La misma balaustrada con
vistas al Nilo. Los mismos sillones de mimbre. El mismo paisaje con las mismas
rocas negras de la isla de Elefantina y el sol ardiente y los barquitos
surcando el río. La terraza del Hotel Old Cataract permanece fiel a las estampas
que habitaron los personajes de Muerte en el Nilo, la novela egipcia de Agatha
Christie, publicada en 1937. El establecimiento -abierto desde el 8 de enero de
1900, dos años después de la llegada del ferrocarril- es un remanso de paz
plantado en el corazón de Asuán, a unos 900 kilómetros al sur de El Cairo.
"Es maravilloso estar vivo", musita el detective Hercule Poirot
cuando recorre los alrededores de la hostería ataviado con traje de seda
blanco, "cuidadosamente planchado", un sombrero panamá y un espantamoscas
con mango de ámbar."El hotel está medio vacío y casi todos sus ocupantes
están muy cerca del medio siglo", le replica insolente la muchacha que le
acompaña en el paseo. "Eso es verdad. Yo, por ejemplo, tengo ya un pie en
la tumba", bromea el investigador. La fonda, diseñada por el arquitecto
británico Henri Favarger, es el punto de partida de una trama que se desarrolla
a bordo del Karnak, un crucero del Nilo en el que se embarcan los recién
casados Simon Doyle y la acaudalada y bella Linnet Ridgeway.Entre arrumacos, la
pareja trata también de alejarse de Jacqueline, la otrora mejor amiga de Linnet
y ex prometida de Simon. Su escapada, sin embargo, acaba en fiasco porque
Jacqueline asoma por un navío cuyos distinguidos pasajeros -miembros de la jet set
estadounidense y europea- van convirtiéndose capítulo a capítulo en víctimas de
rocambolescos asesinatos. Una sucesión de sórdidas desgracias que las estancias
del Old Cataract recuerdan con visible orgullo como una porción más de la
atmósfera a naftalina que su séquito de empleados se esmera en guardar.
"Es un hotel excepcional. Pocos alojamientos pueden presumir de tanta
historia", relata el egipcio Osama Sayed, director del establecimiento,
regentado hoy por la cadena francesa Sofitel.La reina de la literatura de
misterio, autora de casi un centenar de novelas ambientadas en círculos
burgueses, tiene habitación propia en los pasillos del Old Cataract. En la
primera planta del edificio histórico, el primero en ser construido y objeto de
sucesivas ampliaciones, una suite lleva su nombre. Un cuidado y extenso
apartamento de estilo victoriano, sin mácula de polvo, dedicado a los bolsillos
más pudientes. La tarifa diaria de los aposentos que llevan la firma de la
escritora de Torquay supera los 7.000 dólares (6.010 euros). "Les
ofrecemos la posibilidad de vivir en un espacio de leyenda", desliza
Sayed. Desde sus balcones, avanzada ya la noche, es posible aún recrear pasajes
como los que imaginó Christie. "El silencio cayó sobre ellos. Se quedaron
mirando las brillantes rocas negras que emergían del Nilo. Había algo
fantástico en ellas a la luz de la luna. Parecían tremendos monstruos
prehistóricos con el cuerpo fuera del agua".La intriga, no obstante,
también alcanza al paso de la novelista por las salas del hotel. En al menos
dos ocasiones Christie escogió la tierra de los faraones como destino de sus
vacaciones y navegó por las aguas de Asuán, admirando el fascinante templo de
Isis de la cercana isla de Filé. Pero su estancia en el Old Cataract, que
describe con todo lujo de detalle en las páginas de Muerte en el Nilo, es una
suerte de dogma sin acreditar que la administración del hotel repite. En el
hotel se sostiene, incluso, que la autora habría alumbrado la novela durante un
plácido descanso que se prolongó durante más de un mes. El mito lo extendió la
magia de Hollywood a finales de la década de 1970. Siguiendo el relato al pie
de la letra, los primeros compases de la adaptación cinematográfica se rodaron
en el hotel con un elenco que incluía a Peter Ustinov, Mia Farrow o Bette Davis
y que, a lo largo de siete semanas, se pateó Egipto.Otros personajes, en
cambio, sí se hospedaron a ciencia cierta en sus habitaciones. Por ejemplo,
Winston Churchill a cuya memoria está dedicada la suite contigua a la de su compatriota
Christie. "El primer ministro estuvo aquí dos veces.
Durante la II Guerra
Mundial el hotel fue usado para albergar a las familias de las tropas
británicas desplegadas en El Cairo y Alejandría que habían huido del norte tras
el ataque alemán", explica el director. Las dependencias de Churchill, con
una amplia terraza abierta a la vegetación de la isla nubia de Elefantina y las
dunas de la orilla opuesta del río, no resultan menos austeras. La reserva
ronda los 6.000 dólares (5.150 euros). Para los viajeros menos prósperos que
busquen disfrutar de la experiencia, Old Cataract ofrece en temporada baja por
200 dólares (170 euros) una habitación en la torre levantada en el jardín, a
unos metros de la piscina. La terraza merece al menos un té de hibisco al
atardecer.Sus entrañas, sometidas a un profundo remozado entre 2008 y 2011, aún
exhalan el aire orientalista de arcos bizantinos y alfombras persas que urdió
el arquitecto. Una enorme cúpula remata el espacio de planta octogonal que,
inspirada en el interior de una mezquita, acoge al restaurante. "Era uno
de los lugares preferidos de Aga Khan III, que se alojaba durante los meses de
invierno por recomendación médica", rememora el patrón del negocio. Tal
fue la relación que trabó con el enclave que, tras su óbito en 1957, los restos
del líder religioso de la secta musulmana de los ismaelíes descansan en un
sencillo edificio de arenisca rematado con una cúpula, situado frente al hotel
sobre las áridas colinas que despuntan al otro lado de la isla y el Nilo. En
una montaña cercana, una expedición de arqueólogos españoles horada desde hace
una década la necrópolis de los gobernadores de Elefantina en busca de los
secretos de sus ataúdes.La memoria del Old Cataract -lugar de asueto para reyes
y realeza como el egipcio Faruk, el zar Nicolás de Rusia, Diana de Gales o Nur
de Jordania; políticos como Jimmy Carter o Margaret Tatcher y mediáticos
plebeyos como Omar Sharif, Brad Pitt o Angelina Jolie- cuelga de los pasillos.
Extramuros, la verja del hotel sigue lindando con unos jardines públicos donde
la parroquia masculina de Asuán, enfundada en galabiya (túnica tradicional),
despilfarra las horas observando el tránsito de las felucas, las embarcaciones
que cruzan el Nilo. Como en la historia de Christie, los comerciantes que
pululan por las inmediaciones del hotel y la corniche contigua asaltan al
forastero con una retahíla de collares, postales y escarabajos de yeso o con la
promesa de un viaje en barco. "¿Quiere collares, señor? Muy buenos, señor.
Muy baratos...", se desgañitaba uno de los miembros de la colmena humana
de la novela de Christie. La aureola del hotel, en cambio, continúa creciendo a
pesar del alicaído sector turístico local, golpeado por un lustro de agitación.
El pasado verano, coincidiendo con el furor catódico del mes sagrado de
ramadán, sus exteriores sirvieron de decorado para la versión egipcia de Gran
Hotel, una adaptación de la serie de televisión española. "Es difícil
quedarse con un solo rincón de este hotel", murmura Osama Sayed,
transfigurado en el albacea de su leyenda.
http://www.elmundo.es/cultura/2017/07/27/5979065bca4741f9398b45c0.html
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