miércoles, 19 de julio de 2017

UN TORRENTE DE OVACIONES PARA EL MACBETH CON PLÁCIDO DOMINGO EN EL TEATRO REAL DE MADRID QUE CIERRA LA TEMPORADA 2016-2017

Macbeth. Ópera en cuatro actos Música de Giuseppe Verdi (1813-1901). Lunes 17 de julio, 2017.

Libreto de Francesco Maria Piave y Andrea Maffei, basado en la obra de teatro Macbeth de William Shakespeare. Estrenada en el Teatro della Pergola de Florencia el 14 de marzo de 1847 y en el Teatro Real el 15 de enero de 1852

Ópera en versión semiescenificada
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)

Ficha Artística
Dirección musical: James Conlon         
Dirección del coro: Andrés Máspero     
Coordinación artística: Justin Way y Nicolas Fischtel         

Elenco
Macbeth: Plácido Domingo         
Banco: Ildebrando D´Arcangelo
Lady Macbeth: Anna Pirozzi       
Macduff: Brian Jagde        
Malcolm: Airam Hernández       
Un médico: Fernando Radó        
Un sirviente y un sicario: David Sánchez        
Dama: Raquel Lojendio   
Macbeth es la primera de tres óperas que Giuseppe Verdi dedica a uno de sus autores favoritos, William Shakespeare.


Previo al Macbeth/rueda de prensa
Para presentar su Macbeth, en versión semiescenificada, (de la que se dieron muchos detalles teatrales), Plácido Domingo (Madrid, 1941), compareció en el Teatro Real en una convocatoria muy nutrida de medios gráficos y  redactores. Son proverbiales las facilidades que esta sala de ópera y conciertos ya internacional y el maestro madrileño otorgan habitualmente al trabajo de información de sus actividades y celebraciones. Se podría decir que faltaron muy pocos al encuentro. Confesó que está encantado de volver a Madrid "su ciudad", "porque ya me siento aquí cuando estoy aterrizando...".
Aunque tomaron la palabra todos los asistentes a la rueda de prensa, fue el barítono madrileño el protagonista absoluto, el que recordó que esta ópera será su función 3900 el día del estreno y que habría una fiesta con todos los trabajadores y participantes en este proyecto del Real. Comunicó también entre risas, que espera llegar a las 4000 actuaciones, "mientras el cuerpo aguante" (siempre lo dice).
Esta cronista, en el turno de preguntas, le recordó que habíamos charlado entre cajas después de su representación de La Fanciulla del West en el Covent Garden londinense hace 40 años, exactamente en 1977 y respondió, que estos años "se le habían pasado rapidísimo, sobre todo los últimos veinte, que le parecieron solo cinco". Superviviente artístico de aquel mítico "Tres Tenores" cuyas actuaciones tuvieron una repercusión planetaria, para él, son 3900 funciones.
Domingo no es de los que “corre para seguir en el mismo lugar”. Lo suyo es una eterna fuga hacia delante que se enmarca en una demostración de fuerza y de grandeza. Parece poder con todo: con la salud, la edad,  los viajes, los cambios de repertorio, de cuerda, de idioma. Esta vez participa en un montaje, tal vez mejor que una producción teatral de ópera en toda regla. Existe la ilusión que es tangible, de que la escena vibra, aunque sean sucintos los encuadres, el vestuario, mínimo, pero el movimiento, por momentos, ajetreado.

La función (en realidad 3) que no tiene nada que envidiar a algunas producciones mastodónticas, que, como indicó el mismo Domingo, son feas, no tienen pie ni cabeza pero siguen años en cartel, aunque a nadie les gusten. Son modas, pero no pasan nunca. Y siguen, dando prioridad absoluta al hecho teatral, al circo, en detrimento de las voces y los cantantes. No es el caso de este Macbeth “réussi” (conseguido, exitoso), hecho con menos medios pero con total entrega, afecto y talento.
Shakespeare dibujó una antiheroína, una asesina por poderes, Lady Macbeth, que induce al marido ambicioso pero inseguro a tomar las riendas de su vida y el poder, a costa de arrebatárselos a otros. Pocos hablan del hecho de que los Cawdor no tienen descendencia, circunstancia que se repite una y otra vez en el texto y la partitura. Macbeth y su mujer no quieren que gobiernen los hijos de otro noble porque ellos verán cerrarse en sí mismos su propia dinastía. Tienen un presente prometedor, de reyes pero horroroso, pero es seguro que no tendrán futuro, porque son el final de su propio linaje. Tremendo el drama, horrendo el escenario, pero de poderosa y terrorífica actualidad, hoy, todavía, en el mundo. Los Macbeth son personajes “à la page”.
Plácido Domingo hace una creación de una figura atormentada y febril en lo escénico que desborda en lo vocal, bien controlado, compone un equipo con el director de orquesta y la soprano que funciona y lleva adelante el drama. Tiene momentos menos fulgurantes pero siempre consigue desembarazarse de las dudas y los titubeos para redondear el trabajo. No es un tenor, no es un barítono, es Plácido Domingo y su constelación de hallazgos y de ocurrencias. A destacar su fortaleza física, lo bien que lleva el ropaje de época improvisado, el final, emocionante que imprime a la velada con su aria Pietà, rispetto amore y su muerte, no menos conmovedora por previsible.


Se esperaba tal vez más de la soprano Anna Pirozzi como Lady Macbeth, más pasión, una violencia aún más descarnada y translúcida. Tiene un excelente caudal de voz, pero podría trabajar mejor el fiato, la línea de canto y sobre todo el registro agudo, donde en algunas notas altas perdió el “oremus”. Seguro que la presión de acompañar a Domingo y la propia exigencia de un personaje que confesó exigido y complicado le impidieron explayarse con más comodidad pero tiene una buena técnica y reconocida trayectoria. Además, a una madre muy reciente, se le disculpa todo.
Ildebrando d´Arcangelo adecuado en un Banquo asumido desde el primer momento como una víctima propiciatoria. Tiene una voz bonita, seductora, estuvo muy bien. Igual que el cantante norteamericano Brian Jagde en Macduff  y los demás acompañantes del elenco en la órbita de la pareja protagonista, Airam Hernández en Malcolm, Fernando Radó, ya un habitual de tantos proyectos del Real, como médico, David Sánchez, sirviente y sicario y una Raquel Lojendio, estilosa, excelente la voz y notable en su aparentemente sencillo rol de dama.

James Conlon forma un tándem fantástico con los cantantes y el Coro Intermezzo, brillante y sobrado, poderoso esta vez también y siempre bajo la dirección de un estricto Andrés Máspero, versátil y todoterreno. Acostumbrado a dirigir con el barítono español, el sonido que consigue Conlon de la orquesta va creciendo al tiempo que los diferentes clímax y anticlímax, alcanzan su punto álgido. Discreto y elegante en una partitura que, como todas las de Verdi, pueden en cualquier momento deslizarse hacia una interpretación facilona y rutinaria, cuando no excesivamente circense.
Aunque a veces poco citados en las reseñas, están bien presentes en una labor de apoyo decidido, Justin Way y Nicolas Fischtel en la coordinación artística.
Plácido Domingo volverá seguramente para dar por cerrada la temporada 2017-2018, a mitad del próximo verano, cuando todo ese universo que conforma el Teatro Real, que no duerme, que no para, se disponga a descansar, y a respirar a pleno pulmón.
Un público no siempre reconocible en la última función de Macbeth, con mucho revoloteo de trajes, miradas y comentarios, aplaudió sin descanso y hasta la extenuación, esta última función de una temporada rica, imaginativa y muy trabajada. Una recompensa merecida para todos. Es lógico y esperable, porque no siempre los planetas se alinean adecuadamente y se produce, como en todas estas funciones, una perfecta y tan evidente conjunción astral.

Alicia Perris

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