Macbeth. Ópera en cuatro
actos Música de Giuseppe Verdi
(1813-1901). Lunes 17 de julio, 2017.
Libreto de Francesco Maria Piave y Andrea Maffei, basado en la obra de
teatro Macbeth de William Shakespeare.
Estrenada en el Teatro della Pergola de Florencia el 14 de marzo de 1847 y en
el Teatro Real el 15 de enero de 1852
Ópera en versión semiescenificada
Coro y Orquesta Titulares
del Teatro Real. (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Ficha Artística
Dirección musical: James
Conlon
Dirección del coro: Andrés
Máspero
Coordinación artística:
Justin Way y Nicolas Fischtel
Elenco
Macbeth: Plácido Domingo
Banco: Ildebrando D´Arcangelo
Lady Macbeth: Anna Pirozzi
Macduff: Brian Jagde
Malcolm: Airam Hernández
Un médico: Fernando Radó
Un sirviente y un sicario:
David Sánchez
Dama: Raquel Lojendio
Macbeth es la primera de
tres óperas que Giuseppe Verdi dedica a uno de sus autores favoritos, William
Shakespeare.
Previo al Macbeth/rueda de prensa
Para presentar su Macbeth,
en versión semiescenificada, (de la que se dieron muchos detalles teatrales),
Plácido Domingo (Madrid, 1941), compareció en el Teatro Real en una
convocatoria muy nutrida de medios gráficos y
redactores. Son proverbiales las facilidades que esta sala de ópera y
conciertos ya internacional y el maestro madrileño otorgan habitualmente al
trabajo de información de sus actividades y celebraciones. Se podría decir que
faltaron muy pocos al encuentro. Confesó que está encantado de volver a Madrid
"su ciudad", "porque ya me siento aquí cuando estoy
aterrizando...".
Aunque tomaron la palabra
todos los asistentes a la rueda de prensa, fue el barítono madrileño el protagonista
absoluto, el que recordó que esta ópera será su función 3900 el día del estreno
y que habría una fiesta con todos los trabajadores y participantes en este
proyecto del Real. Comunicó también entre risas, que espera llegar a las 4000
actuaciones, "mientras el cuerpo aguante" (siempre lo dice).
Esta cronista, en el turno
de preguntas, le recordó que habíamos charlado entre cajas después de su
representación de La Fanciulla del West en el Covent Garden londinense hace 40
años, exactamente en 1977 y respondió, que estos años "se le habían pasado
rapidísimo, sobre todo los últimos veinte, que le parecieron solo cinco". Superviviente
artístico de aquel mítico "Tres
Tenores" cuyas actuaciones
tuvieron una repercusión planetaria, para él, son 3900 funciones.
Domingo no es de los que
“corre para seguir en el mismo lugar”. Lo suyo es una eterna fuga hacia delante
que se enmarca en una demostración de fuerza y de grandeza. Parece poder con
todo: con la salud, la edad, los viajes,
los cambios de repertorio, de cuerda, de idioma. Esta vez participa en un
montaje, tal vez mejor que una producción teatral de ópera en toda regla.
Existe la ilusión que es tangible, de que la escena vibra, aunque sean sucintos
los encuadres, el vestuario, mínimo, pero el movimiento, por momentos,
ajetreado.
La función (en realidad 3) que no tiene nada que envidiar a algunas
producciones mastodónticas, que, como indicó el mismo Domingo, son feas, no
tienen pie ni cabeza pero siguen años en cartel, aunque a nadie les gusten. Son
modas, pero no pasan nunca. Y siguen, dando prioridad absoluta al hecho teatral,
al circo, en detrimento de las voces y los cantantes. No es el caso de este
Macbeth “réussi” (conseguido, exitoso), hecho con menos medios pero con total
entrega, afecto y talento.
Shakespeare dibujó una
antiheroína, una asesina por poderes, Lady Macbeth, que induce al marido
ambicioso pero inseguro a tomar las riendas de su vida y el poder, a costa de
arrebatárselos a otros. Pocos hablan del hecho de que los Cawdor no tienen
descendencia, circunstancia que se repite una y otra vez en el texto y la
partitura. Macbeth y su mujer no quieren que gobiernen los hijos de otro noble
porque ellos verán cerrarse en sí mismos su propia dinastía. Tienen un presente
prometedor, de reyes pero horroroso, pero es seguro que no tendrán futuro,
porque son el final de su propio linaje. Tremendo el drama, horrendo el
escenario, pero de poderosa y terrorífica actualidad, hoy, todavía, en el
mundo. Los Macbeth son personajes “à la page”.
Plácido Domingo hace una
creación de una figura atormentada y febril en lo escénico que desborda en lo
vocal, bien controlado, compone un equipo con el director de orquesta y la
soprano que funciona y lleva adelante el drama. Tiene momentos menos
fulgurantes pero siempre consigue desembarazarse de las dudas y los titubeos
para redondear el trabajo. No es un tenor, no es un barítono, es Plácido
Domingo y su constelación de hallazgos y de ocurrencias. A destacar su
fortaleza física, lo bien que lleva el ropaje de época improvisado, el final,
emocionante que imprime a la velada con su aria Pietà, rispetto amore y su
muerte, no menos conmovedora por previsible.
Se esperaba tal vez más de
la soprano Anna Pirozzi como Lady
Macbeth, más pasión, una violencia aún más descarnada y translúcida. Tiene un
excelente caudal de voz, pero podría trabajar mejor el fiato, la línea de canto
y sobre todo el registro agudo, donde en algunas notas altas perdió el
“oremus”. Seguro que la presión de acompañar a Domingo y la propia exigencia de
un personaje que confesó exigido y complicado le impidieron explayarse con más
comodidad pero tiene una buena técnica y reconocida trayectoria. Además, a una madre muy reciente, se le disculpa todo.
Ildebrando d´Arcangelo adecuado en un Banquo asumido desde el primer momento como una
víctima propiciatoria. Tiene una voz bonita, seductora, estuvo muy bien. Igual
que el cantante norteamericano Brian
Jagde en Macduff y los demás
acompañantes del elenco en la órbita de la pareja protagonista, Airam Hernández en Malcolm, Fernando Radó, ya un habitual de tantos
proyectos del Real, como médico, David
Sánchez, sirviente y sicario y una Raquel
Lojendio, estilosa, excelente la voz y notable en su aparentemente sencillo
rol de dama.
James Conlon forma un tándem fantástico con los cantantes y el Coro Intermezzo, brillante y sobrado,
poderoso esta vez también y siempre bajo la dirección de un estricto Andrés Máspero, versátil y todoterreno.
Acostumbrado a dirigir con el barítono español, el sonido que consigue Conlon de
la orquesta va creciendo al tiempo que los diferentes clímax y anticlímax,
alcanzan su punto álgido. Discreto y elegante en una partitura que, como todas
las de Verdi, pueden en cualquier momento deslizarse hacia una interpretación
facilona y rutinaria, cuando no excesivamente circense.
Aunque a veces poco citados
en las reseñas, están bien presentes en una labor de apoyo decidido, Justin Way y Nicolas Fischtel en la coordinación artística.
Plácido Domingo volverá
seguramente para dar por cerrada la temporada 2017-2018, a mitad del próximo verano,
cuando todo ese universo que conforma el Teatro Real, que no duerme, que no
para, se disponga a descansar, y a respirar a pleno pulmón.
Un público no siempre
reconocible en la última función de Macbeth, con mucho revoloteo de trajes,
miradas y comentarios, aplaudió sin descanso y hasta la extenuación, esta
última función de una temporada rica, imaginativa y muy trabajada. Una
recompensa merecida para todos. Es lógico y esperable, porque no siempre los
planetas se alinean adecuadamente y se produce, como en todas estas funciones,
una perfecta y tan evidente conjunción astral.
Alicia Perris
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